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Bueno, después de 7 años terminamos Gamers!, hace poco también terminamos Sevens. Con esto nos quedamos solo con Monogatari Series como seri...

Rakuin no Monshou Volumen 9 - Capítulo 2

EXPIACIÓN POR EL ENGAÑO 


Parte 1 

—Q-Qué —Orba vaciló mientras intentaba responder. Finalmente, después de engullir repetidamente su saliva—, ¿Qué quieres decir con eso? 

Apenas logró estrujarlo, pero en ese instante, se sorprendió tanto que pensó que su corazón se iba a detener. La "máscara" que pretendía mantener se estaba desmoronando y su verdadero rostro estaba destellando a la vista. 

Vileena le dio a Orba una mirada escrutadora, 

—Significa lo que dije. No puedes ser el Príncipe Heredero de la Dinastía Imperial de Mephius. 

El corazón, que había pensado en detenerse, volvió a latir rápido y furiosamente. La cara y las extremidades por las que fluía su sangre se estaban calentando. 

—Eso... ¿por qué? 

—Oh, pero es muy simple —por alguna razón, el tono y la actitud de Vileena hacia el desconcertado Orba se asemejaba mucho a los de Ineli Mephius—, Lord Gil Mephius recientemente cayó por las balas disparadas por los subordinados asesinos del General Oubary. Desde entonces, no se le ha visto. No importa dónde se le buscó o cuántas veces se le llamó, no apareció. En otras palabras, Lord Gil falleció. ¿Debería estar de luto? Pero entonces, puesto que no nos habíamos casado formalmente, era, después de todo, un problema de otra persona, así que ¿debería haber vuelto rápidamente a Garbera? 

—Princesa. 

—¡No me hables tan familiarmente! —La actitud de Vileena dio otro giro. 

Mientras se preguntaba si se había enfurecido de repente, metió la mano debajo de la mesa. Cuando la levantó de nuevo, estaba sujetando una pistola. Era como si esa serie de acciones hubiera provocado un viento ominoso. 

El cañón estaba perfectamente quieto y apuntaba directamente al pecho de Orba. 


—P-Princesa... 

—Te dije que no me hablaras familiarmente. 

Los ojos de Vileena estaban humeantes y pálidos. Reconociendo que esos ojos brillaban con un impulso de matar que era completamente impropio de su rostro como una flor, Orba engulló saliva de nuevo. 

Esto no está en la categoría de ser golpeado. 

Vileena ajustó su postura para sostener el arma con ambas manos. En cierto sentido, el contraste entre los deslumbrantes brazos blancos como la nieve que se extendían desde el vestido sin mangas y el brutal brillo negro del arma de fuego sostenida en su extremo, era más horroroso de lo que sería un encuentro con un vulgar asesino. 

Mientras mantenía su postura, Vileena se acercó un paso más a Orba. Y entonces preguntó... 

—¿Quién eres? 

En esa fracción de segundo, aunque no se había apretado el gatillo, Orba estaba seguro de que sentía el toque del acero atravesando su pecho. 

—Yo soy... 

Su voz tembló cuando se deslizó entre sus labios. La expresión de Vileena no se alteró. Ella lo miró como si fuera un enemigo amargamente detestado. 

—¿Yo soy qué? 

—Yo soy... 

Gil Mephius en persona. Esas simples palabras no saldrían. Fue igual no hace mucho tiempo. Entonces también la otra persona era una princesa. 

—Oh cielos, ¿fue un error que te llamaras tú mismo Gil Mephius hace un rato? De hecho, si por casualidad eres el Príncipe Heredero Gil, debes ser un fantasma que se escapó del más allá por equivocación. 

—Yo soy... —Orba se las arregló para pronunciar las palabras con una voz algo dolorida—. No, ciertamente soy el Gil Mephius que conoces. No hay otro. 

—Entonces debes tener alguna forma de probarlo. Por favor, dime, tú a quien le dispararon aquí en Apta, ¿qué has estado haciendo hasta ahora y qué te impulsó a regresar? 

El cañón todavía estaba siendo sostenido. Sus dedos estaban constantemente en el gatillo. 

Orba apartó los ojos del cañón, lo que equivalía a apartarlos de la propia Vileena. 

—...Sabes que embosqué a la División Blindada Negra de Oubary en un bosque cerca de Apta, ¿verdad? 

Vileena no lo confirmó ni lo negó. Pero ella y Ran habían estado indudablemente presentes allí. 

Orba habló de sus razones para desaparecer hasta ahora, cuando se le ocurrieron los pensamientos. Naturalmente, no importa lo bien que lo haya confeccionado, todo era una mentira. Por eso no podía enfrentarse a la princesa directamente. 

—En ese momento, dejé escapar a propósito a Oubary del pueblo. Eso fue porque sospechaba que había recibido órdenes de mi padre... del emperador. 

—... 

—Oubary no se encargó de movilizar sus tropas sólo para sellar mi boca porque yo había hecho investigaciones sobre el pasado. De hecho, probablemente iba a quemar de nuevo las aldeas fronterizas para atraer al oeste a la acción. Incluso entonces, Padre quería tomar Taúlia en el oeste. Por eso también impidió que mis tropas salieran de Apta y se dirigieran como refuerzo a Garbera. 

Los labios de Vileena permanecieron juntos. Independientemente de si hubo o no algún error en las palabras de Gil, ella simplemente mantuvo el cañón del arma apuntando con demasiada precaución... 

—No podía dejar que quemaran las aldeas en los dominios de Mephius. Así que detuve la violencia de Oubary y después me hice a la idea de fingir que había sido abatido por sus hombres para dejar Mephius. Tal como estaban las cosas, mi padre me habría llamado por la fuerza a Solón y habría enviado a otro general que habría encontrado una razón plausible para cruzar la frontera. Taúlia seguramente habría tomado represalias contra el ataque. Así que me fui al oeste antes que eso sucediera. Iba a llamar a los distintos poderes dispersos por todo Tauran y reunirlos para mantener a Mephius bajo control. 

Aunque compartía el mismo pensamiento que la princesa Vileena había tenido un tiempo antes acerca de cómo él era capaz de seguir adelante, ninguno de ellos se dio cuenta de eso. 

Vileena abrió los labios que habían permanecido cerrados durante mucho tiempo. 

—¿Le dijiste a alguien sobre esto antes de dejar Apta? ¿Hay alguien que pueda servir como testigo? 

—...A los únicos a los que les conté todo fueron a los Guardias Imperiales Gowen y Shique. Necesitaba su cooperación para que el plan funcionara. 

—Oh —los ojos de Vileena brillaron desde el otro lado del cañón—, en ese caso, ¿por qué no añadir uno más a a las personas en las que confiaste? ¿Es la princesa Vileena Owell de Garbera tan poco fiable según el Príncipe Heredero Gil? ¿O es tan insignificante e intrascendente que ni siquiera consideraste pedirme que te ayudara? 

Orba volvió a guardar silencio. Pero no porque pensara que una palabra equivocada podría llevarlo a la muerte. En vez de miedo, lo que sentía era, extrañamente, algo más cercano al dolor. 

—...Tomar parte en ese plan significaba... 

—Significaba... 

—Significaba engañar al emperador de Mephius —Lo único que había en el campo de visión de Orba eran sus pies y los de la princesa—. No podía involucrarte, princesa, en ese tipo de plan. Si fuera descubierto, no sólo serías tú, sino también Garbera quien... 

Habiendo hablado hasta ahí, sus palabras le fallaron. 

Cierto, este tipo de razón - si él continuaba explicando así, e incluso si no lograba convencerla en este momento, una vez que se calmara sería sólo una excusa que la convencería por el momento. 

Pero... 

—¿Por qué te callaste? ¿Has llegado al límite de las mentiras que puedes decir? Si te quedas callado, definitivamente te consideraré un impostor y apretaré el gatillo. Por favor, continúa. 

—Princesa, yo... 

Sin pensarlo, Orba se acercó a Vileena. Sorprendida, ella retrocedió, invirtiendo su acción anterior de acortar la distancia entre ellos. Una vez más, sosteniendo el arma delante de ella con ambas manos, dijo... 

—¿Quién te dio permiso para acercarte? Eso es como si... 

—Soy un cobarde. 

—Lo sé. 

—También, un mentiroso. 

—También soy muy consciente de eso. 

—Es cierto que una vez me escapé. De todo, del emperador, de Mephius, de Garbera y Ende, y también, Princesa, de ti. 

—... 

—Pero la que me llamó de regreso fuiste tú también, Princesa. Las cosas resultaron así porque una idiota actuó tontamente con una ingenuidad absurda. 

—¿Quién es una idiota? 

—La mayor idiota del continente. Con Ryucown, Zenon y tú, Garbera es un completo nido de idiotas. Y Mephius es un lugar de reunión de tontos. ¡Mi padre Guhl Mephius es el primero y el principal! 

Mientras hablaba, la cara de Orba enrojeció. La restricción que frenaba sus emociones había dejado de funcionar. Aunque él mismo no era consciente de ello, hacía mucho tiempo que no mostraba ese aspecto de sí mismo a la princesa. Cuando se conocieron, los dos se habían metido en peleas acaloradas muy similares. 

—Cada uno de ustedes no hace más que cosas que no puedo soportar. Por eso... por eso he tenido que resignarme a volver arrastrándome así. 

—T-Tus palabras... Es como si dijeras que soy responsable. 

—En cuanto a responsable —Orba estampó su pie y abrió la boca como para lanzar más palabras de enojo pero de repente perdió su energía y dio un profundo suspiro—. No hay responsabilidad. Si la hay, la asumo yo a partir de ahora. Princesa Vileena, no te pediré que creas en mí una vez más. Pero, aunque las direcciones en las que nos dirigimos no son siempre las mismas, definitivamente creo que son similares. Así que... 

—¿Y? 

En ese momento, Orba levantó la cabeza y miró directamente a Vileena por primera vez desde que había entrado en la habitación. Los ojos de la princesa le atravesaron el corazón con la agudeza de una daga. Pero esta vez, no se sintió intimidado. 

—Por favor, présteme su ayuda. 

Su voz, como el calor de una flama, parecía quemar su garganta y sus labios. 

Hubo un momento de pausa. 

Vileena continuó mirando a Orba con ojos como si fueran la punta de una cuchilla, pero... 

—Ya está bien —bajó débilmente la pistola y sacudió la cabeza sin fuerza—. Por favor, vete, Gil Mephius. No quiero ver tu cara ahora mismo. Date prisa y vete. 

—Princesa. 

—¡Apúrate y vete! 

Al desahogar sus sentimientos, Vileena estampó su pequeño pie contra el suelo. Orba sólo pudo obedecer las órdenes de esta joven princesa. 





Poco después de que Gil Mephius dejara la habitación. Vileena seguía en la misma posición que cuando echó al príncipe. 

Un nuevo visitante apareció. Esta vez, la puerta se abrió sin llamar. Por reflejo, Vileena lanzó una mirada severa a la entrada, pero en el siguiente instante fue borrada. Sus cejas caídas se elevaron y sus ojos se llenaron de lágrimas. Se lanzó al abrazo de su nuevo huésped. 

—Oh cielos, oh cielos. Ya, ya —Theresia tomó el impulso de la chica de complexión delicada con su peso corporal completo y murmuró en su oído—. ¡Mi valiente princesa! ¿Ha terminado la batalla de hoy? ¿Cuántos enemigos ha matado y cuántos aliados ha salvado? 

Cuando la joven Vileena estaba cubierta de barro y empapada de sudor después de jugar todo el día a los soldados con niños nobles de su misma edad, después de regañarla duramente, estas eran las palabras que Theresia siempre susurraba mientras abrazaba a la sollozante princesa. 

—¡Cuánto tiempo seguirá preocupándome! ¿Puede una niña como usted, princesa, entender cómo me sentí cuando supe que desapareció de Apta? 

—… 

—¿Qué dijo, Princesa? No la escuché. 

—Lo siento. 

Theresia luchó desesperadamente contra sus propias lágrimas que estaban a punto de desbordarse y acarició suavemente el pelo platinado que colgaba de sus hombros a su pecho. 

Después de un tiempo, 

—¿Y? —empujando suavemente a Vileena, Theresia le preguntó a la princesa cuyos ojos estaban llenos de lágrimas—. ¿Le dio un buen y fuerte puñetazo? 

—N-No, más tarde. 

—Hmm —Theresia asintió, imitando a Vileena—. Aunque eso también está bien, le enseñaré algo bueno. 

—¿Qué? 

—Ya sea un puñetazo o mostrar sus lágrimas, úselo como último recurso. Para hacer que un hombre se sienta culpable. Si se siente frustrada o triste, es mejor sonreír. Los hombres son criaturas que se aterrorizan cuando se les lanzan directamente las emociones —La cara sonriente de Theresia era en realidad sorprendentemente aterradora—. Los caballeros, verá, tienen la impresión de que se han librado ligeramente si son golpeados. 

—Theresia, eres muy sabia. 

—No en vano he vivido el doble de tiempo que usted, Princesa. 

Por no decir nada del doble, no sería demasiado decir tres o incluso cuatro veces pensó Vileena pero se quedó en silencio. 

Theresia sacó un pañuelo de su pecho y lo llevó hasta la nariz de Vileena. 

—Bien, vamos a limpiar su nariz. Ahora sople. 

—Lo haré yo misma —Agarrando apresuradamente el pañuelo, Vileena se alejó de Theresia. 

Fuera de la ventana, más allá del jardín donde las hojas de los árboles crujían con el viento, la gente de Apta estaba todavía atrapada en su excitación y podían oír una multitud de voces cantando y riendo. 

Lo hizo bien, Princesa. 

Mientras los escuchaba, Theresia se dirigió interiormente a la pequeña espalda de Vileena. 

Soportó bien hasta ahora. 

En este mundo, la princesa era sin duda la que, sin importar lo que dijeran, había creído más que nadie en la supervivencia del Príncipe Gil. Y había respetado su voluntad más que nadie, dispuesta a ser condenada como traidora por su país natal e ir sola en ayuda de Taúlia. Esencialmente, no era sorprendente que cuando ella vio al Príncipe Gil y escuchó su voz, las emociones que había reprimido durante tanto tiempo, y que se habían acumulado en su pequeño cuerpo, se liberaran con una fuerza casi sorprendente. 

Honestamente, considerando que es usted, Princesa, no habría terminado con "un puñetazo". Con su permiso, incluso yo quiero abofetear a ese caballero. Pero... 

Pero ahora... está bien, Theresia pensó desde su corazón. En lugar del pañuelo sustraído por la princesa, se limpió el rabillo de los ojos con el dedo. 

Todavía se podían escuchar las risas desde fuera. El estado de ánimo en Apta estaría así todo el día. 

Pero para aquellos que entendían un poco la situación, no había motivo para sentirse alegres. El emperador Guhl decidió invadir Taúlia con el pretexto de una guerra para vengarse por el Príncipe Heredero. Sin embargo, el Príncipe Heredero, que debía estar muerto, estaba vivo y había cruzado el río Yunos desde nada menos que Taúlia. 

Probablemente había muchas personas que estaban profundamente preocupadas por las señales que anunciaban los grandes disturbios que se producirían a partir de ahora. Los que empezaron y terminaron la guerra fueron la familia imperial. Y por lo tanto, también era responsabilidad de la familia imperial apaciguar los sentimientos de la gente al respecto. 

Vileena Owell, que en ese momento se estaba sonando la nariz, era por supuesto más que consciente de ello. 



Parte 2 

Después de salir de Mephius, Orba se vio envuelto en una serie de batallas que amenazaron su vida. Como nunca tuvo una vida fácil o despreocupada, aunque no era lo que quería, al menos se resignó a ello. 

La cuenta llegó para ser pagada. 

Entre cabalgar apresuradamente durante la mayor parte de la noche, salvar a Vileena en la aldea en llamas mientras estaba en camino, y finalmente llegar a Apta, luego casi inmediatamente dar un discurso para calmar a la gente entusiasmada y ser retenido a punta de pistola por la misma Princesa Vileena, no había tenido tiempo para descansar. 

Había un montón de gente con la que tenía que reunirse y hablar. Según lo que había oído, dos de ellos estaban recibiendo tratamiento médico en edificios separados dentro de la fortaleza. 

Una de ellas era Hou Ran. 

Se enteró por Rogue que un dragón del que Ran se había ocupado se había descontrolado y había matado a unos cuantos soldados de Nabarl. Nabarl Metti afirmó que esto era obra de occidentales y decidió ejecutar a los Guardias Imperiales que se rumoreaba que estaban relacionados con el oeste. 

—Pero, con toda probabilidad —Rogue Saian había bajado la voz - 

Se decía que Nabarl podría haber decidido de antemano ejecutar a los Guardias Imperiales y, como quería una conmoción que sirviera de excusa para ello, permitió que sus hombres agredieran a Ran. 

Además, Nabarl no sometió a Ran a la ejecución aunque supuestamente fue la causa del incidente. Era posible que tuviera en mente acusarla de un crimen en algún momento posterior, o quizás tenía la intención de entregarla como esclava a los soldados por su destacado servicio. 

—Al menos déjela recibir tratamiento para sus heridas. 

Si Rogue no hubiera hecho expresamente esa petición, la habrían metido en la cárcel en el estado en que estaba. Como le pareció molesto, Nabarl ordenó que la encerraran en un cuarto separado. Rogue envió a un cirujano de su propia división y puso una guardia estricta frente a la habitación. 

Cuando Orba fue a visitarla, el sol ya se había puesto. Ran estaba acostada en la cama pero, tan pronto como entró, ella se levantó con la flexibilidad de una joven rama marrón oscuro y preguntó... 

—¿Puedo irme? 

No hubo saludos por su reunión ni preguntas sobre cómo había estado hasta entonces. Ese "¿Puedo irme?" también tenía el significado de preguntar si ahora era libre. 

Su pelo extrañamente pálido, iluminado por la luz de una única lámpara que colgaba del techo, su piel seductora y su enigmática belleza no habían cambiado. Orba reprimió el impulso de sonreír irónicamente. 

—Sí. Pero por ahora, vete a dormir. 

—No he visto a esos niños en todo el día. 

—Los dragones están bien. Y también lo está el Baiano que protegiste. Le di las gracias a Rogue y a Odyne. 

Orba también había sufrido recientemente heridas en la batalla, pero Ran no perdía ante él en ese aspecto. Sus brazos y piernas estaban cubiertas de vendas y más estaban envueltas alrededor de ella desde sus mejillas hasta su frente. Debe tener un dolor considerable, y como prueba de ello, sus cejas a veces se juntaban, pero parecía que le quedaban fuerzas suficientes para salir volando de la habitación en cualquier momento. 

—Actúa como una persona herida por un rato. 

—Humph —por ahora, Ran se tumbó de nuevo en la cama. 

La expresión de su cara y su actitud brusca eran tan exactas como la Ran que Orba conocía y el número de días que habían pasado desde que se separaron parecía francamente increíble. 

Ran miró alrededor de la habitación algo inquieta y luego le hizo un gesto con la mano. 

—Orba. 

Al acercarse, ella movió su mano hacia arriba y hacia abajo delante de su cara, con el mismo gesto que se hace para calmar a un dragón. El significado parecía ser que quería que sus ojos estuvieran a la misma altura que los de ella. Tan pronto como Orba se arrodilló complacientemente... 

- hubo el sonido de una bofetada. 

Orba se tambaleó por un golpe lo suficientemente fuerte como para sacudir su cerebro. 

Ran miró fijamente la palma de la mano con la que lo había golpeado. 

—Me duele la mano —Por su tono de culpa, parecía decir que también era culpa de Orba. 

—¡Entonces usa la moderación! 

—Hay mucho que devolver. ¿Por qué no me dijiste nada? 

—...Me imaginé que estarías así de enfadada. 

—Es lo mismo que con los dragones recién nacidos. Los baianos especialmente, cuando hacen algo malo, piensan que me enfadaré, así que en vez de eso actúan violentamente y me ignoran. 

—Porque mamá Hou Ran da miedo. 

—Idiota. 

Se rió y le dio un puñetazo a Orba en el pecho. Orba, sin oponer resistencia, cayó de espaldas. 

—¿Hubo algún otro problema? —preguntó por detrás del hueco entre sus piernas mientras yacía allí, boca arriba. 

—Vileena preguntó todo tipo de cosas sobre Orba. Era un poco problemática, pero pronto me acostumbré. ¿Has visto a la Princesa? 

—Sí. 

—Oh, ¿así que viste a la Princesa primero? 

—¿Qué? 

—Nada. ¿Cuánto tiempo vas a estar ahí como un idiota? 

—Ayúdame a levantarme. 

Ran pateó a Orba en el pie. Se levantó de mala gana por sí mismo. Cuando se giró para mirarla, ella dijo... 

—De todos modos, todavía estás ocupado, cierto. Más tarde, dime qué has estado haciendo hasta ahora. 

—Claro. A cambio, escucha lo que dice el médico. 

—Bueno, está bien. 

Su actitud reacia hizo que sonara extrañamente como si la obligaran. A pesar de que era su salud, era como si quisiera dejarle el problema a Orba. 

Después de dejar la habitación de Ran, era el turno de Shique. 

Esto era algo que también había escuchado de Rogue pero se decía que Shique estaba postrado en la cama desde que se había dirigido a Apta bajo sus órdenes. Al salir de Taúlia, al parecer le dispararon. 

En aquel entonces... 

Orba escuchó un disparo. 

Fui demasiado descuidado. 

Se había vuelto sentimental y había descuidado la vigilancia de su entorno, y no se había dado cuenta de que él y sus subordinados estaban siendo vigilados por los soldados Taúlianos. Por eso, sin quererlo, envió a Shique hacia los problemas. 

Para permanecer oculto, Shique, al igual que Ran, no había dado un paso fuera de la habitación en la que estaba siendo tratado. 

Sin embargo, cuando abrió la puerta, Shique lo estaba esperando, su apariencia de punta a punta la de un gladiador. 

—Hey, te he estado esperando con impaciencia —se echó hacia atrás el pelo hasta el hombro y se inclinó, con toda la cara sonriendo. 

Orba frunció el ceño ante el gesto, que era como el de un actor saludando en el escenario y dijo... 

—Escuché que te dispararon. 

—Ya estoy completamente bien. Me encerré en mí mismo porque quería hacerte preocupar. Estabas un poco preocupado, ¿no? 

—Tu cara es de un color terrible. Deberías dormir más. 

—Es tedioso —Shique dio un bostezo—. He estado encerrado por más de tres días. Por eso mi cutis es malo. Una vez que salga, estaré igual que antes. Más importante aún... 

—¿Más importante? 

—Hay una prioridad más grande que yo, ¿verdad? ¿Has enviado grupos de búsqueda para la Princesa? 

—Cada uno de ustedes —dijo Orba amargamente. 

Después de eso, explicó cómo había descubierto a Vileena en una aldea cerca de la frontera con Taúlian y cómo, hace poco tiempo, ella lo había retenido a punta de pistola. 

—Eso... —después de un momento de completo asombro, Shique inmediatamente estalló en risas. Se reía tanto que su cuerpo se dobló y tuvo que limpiarse las lágrimas de los ojos—. Eso debe haber sido ciertamente una gran escena. 

—No es una broma. Con esa princesa, no me sorprendería que las balas estuvieran completamente cargadas. 

—Pero por supuesto que lo habrían estado. Y así, las crónicas del héroe habrían llegado a un rápido final. 

Al igual que Hou Ran, Shique estaba igual que siempre. Antes de venir a verlo, Orba intentaba disculparse mansamente, pero ya estaba completamente atrapado en el ritmo de Shique. 

—Sin duda estás ocupado ahora, pero más tarde, cuando tengas un poco más de tiempo, deberías ir a saludar a la Princesa, pero como Orba el Guardia Imperial. 

—¿Qué? 

—El que salvó a la Princesa no fue Gil sino el espadachín enmascarado Orba. Sería extraño que Orba no se presentara. Honestamente, cuando se trata de la Princesa, tu inteligencia se pierde. 

—No quiero oír eso de ti... 

—¿No fuiste tú quien dijo que los heridos necesitaban dormir? Ow, ow, hablar hace que me duela el pecho. Realmente, me pregunto qué hará con cosas como esta en el futuro... —añadió en voz baja mientras bromeaba fingiendo estar sufriendo, pero Orba no lo escuchó. 

—¿Dijiste algo? 

—Decía que de ahora en adelante, las cosas se van a poner difíciles —Shique sonrió y cambió bruscamente de tema—. También hubo dificultades en el oeste, pero no se pueden comparar. En cualquier caso, esto no está en un nivel ordinario ya que la razón por la que el Príncipe Heredero volvió fue para levantarse contra el actual Emperador. 

—Sí. 

—Bien, ya que de ahora en adelante vas a recorrer un camino de derramamiento de sangre, déjame actuar como un anciano por una vez y darte un consejo. 

—No puede haber tantas cosas que puedas enseñarme. 

—No es algo de lo que debas burlarte tan rápido. ¿Conoces las 'llamas de Laskeid'? 

Hubo una breve pausa. 

—Sí —Orba asintió pero la sonrisa de Shique se hizo más amplia. 

Eso es mentira - su expresión parecía decir. 

La cara de Orba se puso roja. 

—¡He oído hablar de ello! 

—Vamos, vamos... No te alteres. Es una vieja leyenda. Más antigua incluso que la Dinastía Mágica, supuestamente. 

Era una historia sobre llamas que ardían azules. 

¿Las llamas de un color que no debería existir en este mundo habían sido creadas por magia, o habían venido volando desde el abismo del espacio, guiadas por algo hacia este planeta? En cualquier caso, en un tranquilo rincón del mundo, continuaban ardiendo azules. 

Hubo un tiempo en que era un rumor ampliamente tomado como verdad que quien las absorbiera en su cuerpo obtendría un poder mayor que el de los Dioses Dragón que una vez dominaron el mundo. 

—En el extremo norte del mundo. El que las encontró en el nivel más bajo de una cueva devastada por el hielo y la nieve fue un ayudante de carpintero llamado Laskeid. Su familia era pobre, había perdido su trabajo y había perdido toda esperanza de futuro, así que en lugar de decir que creía en la leyenda, fue como una apuesta desesperada que tomó audazmente las llamas en su propia carne. Y cuando lo hizo, tal y como la leyenda dice, obtuvo un cuerpo inmortal y atemporal. 

—Sin embargo, la condición para haber absorbido las llamas una vez fue que ese cuerpo emitiera por siempre más llamas que quemaran a todos los que se acercaran a él. A cambio de obtener riqueza, poder y todo lo que deseaba, perdió todo lo que tenía hasta entonces. Familia, pareja, amigos... y toda la felicidad que podría haber tenido en el futuro. 

—Finalmente, incapaz de soportar su interminable soledad, Laskeid incrementó las llamas él mismo hasta que su cuerpo se quemó hasta quedar en nada. Aunque podría haberse convertido en un rey que gobernara el mundo por toda la eternidad, lo único que no podía soportar era estar solo en ese mundo." 

—Oh —intervino Orba para mostrar que seguía escuchando, a lo que Shique sonrió aún más. 

—¿Te acuerdas ahora? 

—Más o menos. 

—Ja, ja, cuando eres el príncipe, eres cauteloso y eliges tus palabras, pero cuando estás con alguien en quien confías, te vuelves infantil. 

—No recuerdo haber confiado en ti. 

—Bien, bien. Entonces, estás ocupado, ¿verdad? Vamos, date prisa. 

Después de haberlo mantenido conversando durante mucho tiempo, Shique lo alejó. Orba se puso de pie enfadado, pero era cierto que estaba presionado por el tiempo. 

—Descansa un rato —con esas palabras de despedida, salió de la habitación. 

Shique miró fijamente la puerta cerrada durante un rato y luego se desplomó de repente en la cama como si le hubiera atacado el mareo. Tosió violentamente dos o tres veces. 

Después de que su ataque se calmó, se limpió los labios. 

—Bueno —dijo, mirando la palma de su mano—, Orba se ha reunido con la Princesa. Por ahora, es igual que antes. En cuanto a lo que viene después, bueno, veamos de aquí en adelante. 



Parte 3 

Fue la tarde del día en que Gil Mephius regresó a Apta. 

Tras ser informado de que los preparativos para sus aposentos estaban completos, Orba se dirigió a la habitación más grande del piso superior de la fortaleza. Era una zona que se había derrumbado en el momento de su bombardeo y, desde que fue restaurada a una forma apenas utilizable, Nabarl la había utilizado estos últimos días. Nabarl la desocupó, ya fuera por voluntad propia o por temor a represalias... ...y los muebles y obras de arte adecuados para el alojamiento de un príncipe fueron trasladados a ella. 

Cuando vio la primera cara que estaba allí para saludarle, Orba, sin querer, gritó sorprendido: 

—¿Dinn? 

Era el paje que se había ocupado de sus necesidades cotidianas en la época en que Orba había sido un doble. 

Por lo que Orba había escuchado, desde que fingió su muerte y dejó Apta, Dinn había asistido a Gowen bajo el falso nombre de "Reeno". No había regresado a Solon. Dinn había sido originalmente el sirviente que trabajaba para Fedom Aulin, el señor de Birac, que había sido asignado a Orba por órdenes de Fedom. 

En otras palabras, era una de las pocas personas que sabía que "Gil" era un doble. 

Por eso, Gowen estaba preocupado por la seguridad del chico. Temía que Fedom, al enterarse de la muerte de Gil y temiendo que el hecho de que había instalado un doble y planeaba apoderarse de Mephius saliera a la luz, pudiera silenciar a los que lo sabían. Y así, Gowen decidió que el paradero de Dinn se volvería "desconocido" y lo convirtió en su chambelán bajo un alias premeditado. 

Dinn no ofreció ningún largo e interminable saludo. Simplemente se inclinó profundamente y dijo: 

—Bienvenido, Príncipe Gil. 

Orba le dio un ligero golpe en la cabeza. 

Después de lo cual, fue a la mesa que había sido preparada. Se habían preparado dos copas de vino. Dentro de unas horas, Rogue y Odyne llegarían allí. Los dos generales vendrían, por supuesto, para discutir qué hacer a partir de ahora; pero antes de eso, había otra persona con la que hablaría. 

Cuando llegó el momento, un soldado que estaba de guardia afuera tocó una campana para indicar que el visitante había llegado. 

Fue Gowen quien entró. 

Tampoco expresó ninguna palabra para saludar. Simplemente levantó la mano y se sentó rápidamente en una silla. 

Después de llenar las copas de vino e intercambiar señales oculares con Orba, Dinn se retiró. 

El antiguo gladiador y antiguo supervisor de esclavos, que también era el comandante de la Guardia Imperial personal del Príncipe Heredero, tomó en silencio una copa. 

—Bien, entonces —Después de vaciar su contenido de un solo trago, Gowen comenzó a hablar. No era exactamente para reavivar una vieja amistad, pero Orba se había decidido a contarle a este viejo conocido la mayor parte de lo que había pasado en el oeste, pero—... ¿te has decidido a descansar? 

Frunció el ceño ante las palabras inesperadas. 

—¿Qué quieres decir? 

—Gracias a tu regreso como príncipe, yo, todos los hombres y también Ran nos salvamos. Por eso, te agradezco obedientemente. Pero no deberías quedarte aquí por mucho tiempo. Ya se nos ocurrirá algo para lo que venga después. Espera el momento adecuado y escapa de Apta. 

—Gowen, no he vuelto sólo para salvaros a todos. 

—¿Oh? —el antiguo supervisor de esclavos puso una cara que parecía decir que había oído algo sorprendente—. ¿Entonces por qué? ¿Era la lujosa vida de un príncipe tan inolvidable? ¿Se te acabó el dinero para gastar y viniste aquí a conseguirlo? 

—No seas estúpido. 

—No puedes estar pensando —mientras se servía una segunda copa de vino, Gowen dirigió su contundente mirada hacia Orba—, ¿que jugarás a ser el Príncipe Heredero por un tiempo otra vez?" 

—¿Y qué hay de malo en ello? —Orba preguntó irritado, incapaz de entender por qué el otro se estaba volviendo beligerante de repente. Frente a él, Gowen sacudió su cabeza gris. 

—Hay algo malo en ti. El Príncipe Heredero ya está muerto. A pesar de que te tomaste tantas molestias para preparar esa "muerte" y tuviste bastante éxito en general, ¿por qué fuiste y resucitaste a los muertos de debajo de la tumba? Esta vez, te arriesgas a que se revele tu verdadera identidad como esclavo y acabes colgado por el cuello. 

—Gowen, debes saber que Mephius atacó a Taúlia. Hay que detenerlo. Si la tiranía del emperador va más allá... 

—¿Qué tiene eso que ver contigo? 

—¿Qué? —Orba finalmente fue provocado a la ira abierta—. ¿Qué se supone que significa eso? Tú eres el que tiene algo malo, abuelo. Yo soy el que decidió negociar la paz con Occidente. Tú mismo lo dijiste, ¿no? Tengo una responsabilidad. Estoy aquí para cumplirla. 

—Ya tiraste toda esa responsabilidad una vez antes. 

—Entonces yo... 

—Sí, está bien. Así que estás diciendo que cargarás con el peso una vez más. Así que estás diciendo que te llamarás Gil Mephius una vez más. Entonces dime, ¿cuánto tiempo planeas hacerlo esta vez? ¿Hasta que hayas detenido la invasión a Taúlia? ¿Hasta que tengas tu noche de bodas con la princesa Vileena? Y cuando termine, ¿vas a dejar todo de nuevo y huir a otro lugar? 

El tono de Gowen también se endureció. En ese momento, Orba se dio cuenta de lo que quería decir y de pronto cerró la boca. En el breve silencio que se produjo, el comandante de la Guardia Imperial, recobrando un poco la compostura, vació su segunda copa y dio un pesado suspiro. 


—... no diré nada malo. Vete de Apta rápidamente. Sal de Mephius también. Me enteré antes por Shique, pero parece que también te conocen en el oeste. Si no te gusta eso, ve al norte, o al sur, o donde quieras. No hay lugar para el gladiador Orba aquí. 

—¡Gowen, escúchame! No regresé sin pensarlo bien —El puño de Orba golpeó la mesa. El vino de su copa sin tocar se derramó—. Vi todo tipo de cosas, conocí a varias personas y pensé mucho. Y llegué a una conclusión. Yo... No voy a huir más. 

—Estabas jugando al Príncipe Heredero por venganza, ¿no es así? 

—Ya conseguí mi venganza. 

—No —no había rastro de una sonrisa en la cara bronceada de Gowen—, Oubary está vivo. 

—¡Que! 

—No sólo eso, sino que acaba de salir de la cárcel. Sí, no fue ejecutado. Además, ¿sabes qué excusa usó el emperador para violar la frontera de Taúlia? Que el asesinato del Príncipe Heredero fue obra del oeste. Es decir, que se reveló que Oubary no tuvo nada que ver con el crimen y fue absuelto. 

El puño de Orba, que había estado apoyado en la mesa, se apretó con fuerza. Ni siquiera se dio cuenta de que lo estaba haciendo. Escuchó entonces cómo el ejército de Mephius reorganizó sus tropas con el pretexto de una guerra en represalia por el Príncipe Heredero. 

Su mente revivió una vez más las horribles escenas del pasado. Las figuras de su hermano, de Alice, de su madre se arremolinaban ante sus ojos y a una velocidad terrible. 

—¿Puedes dejar en paz a ese hombre? ¿O encontrarás alguna razón para matarlo de nuevo? Convertirse en el príncipe significa tener la suficiente resolución para olvidar la venganza. 

—… 

—Escuchémoslo. Si no es por venganza esta vez, ¿entonces para qué es? ¿Para el pueblo, para Mephius, para la princesa? ¿Te sientes como si te alabaran en los cielos como un héroe? Sólo eres un antiguo gladiador, no te pongas arrogante. 

—Abuelo. 

Mientras Orba se inclinaba hacia adelante y lo agarraba por el pescuezo sin pensar, Gowen se burló de él. 

—Humph. Si tomas el título de Príncipe Heredero, entonces la gente de la Dinastía Imperial, no te olvides de la Dinastía Imperial, tendrás que engañar a la gente de todos los países vecinos. Si te molestas con sólo escuchar que Oubary está vivo y te vuelves loco con sólo este nivel de provocación, no podrás hacerlo. Tus verdadera naturaleza se mostrará en dos o tres días y tu cabeza será cortada. Y el Oubary que tanto odias se reirá mientras mira —afirmó fríamente. 

Todavía inclinado hacia adelante, Orba se puso rígido. Permaneció así durante mucho tiempo, habiendo perdido toda noción del tiempo. 

Después de un rato, el soldado de la puerta volvió a anunciar a los visitantes. Rogue Saian y Odyne Lorgo habían llegado. 

Gowen se levantó tranquilamente de su silla. 

—También has acorralado a esos dos hombres —añadió—. Por orden del Emperador, sus familias se ven obligadas a permanecer en Solon. No sé por qué... Aún no se han enredado con las fuerzas de Mephius, así que por ahora, apenas hay tiempo. Incluyendo a Nabarl, las fuerzas combinadas de los tres generales aún pueden invadir Taúlia y conseguir que la capital se rinda. 

—... No dejaré que eso suceda. Decidí que no dejaré que eso suceda. 

—Entonces olvídate de Oubary. Olvídate de la familia que perdiste y del nombre 'Orba'. No me llames abuelo casualmente. Y yo, de ahora en adelante... te serviré como si fueras el Príncipe Heredero Gil. 

Y luego, cruzándose con Gowen cuando salió, Rogue Saian, general de la División Dawnlight Wings, y Odyne Lorgo, general de la División Silver Axe, entraron en la sala. 

—¿Estaba hablando con Sir Gowen? 

—Se ve diferente a cuando era la habitación de Sir Nabarl. Su Alteza... ¿Su Alteza? 

Orba seguía en la misma posición. 

—... Gracias por venir —Se giró hacia los dos generales, su cara pálida incluso cuando sonreía. 

Aplaudió para convocar al paje, Dinn, y le hizo preparar más alcohol. 

—Gracias por creerme y por esperar —dijo Orba, poniendo en su cara una expresión adecuada a Gil Mephius—. He escuchado acerca de sus familias. Los he metido a los dos en problemas. 

—En cuanto a eso... 

—Las palabras del Príncipe Heredero nos hicieron entrar en razón. Si - no quiero faltarle al respeto - pero si Su Alteza no hubiera venido, aún así habríamos tomado medidas. Por nosotros mismos, por Mephius, y para mostrar el verdadero significado del orgullo a nuestras familias. 

Los dos tenían la mirada nítida. 

Orba recordaba a la familia de Rogue. Cuando aún era un doble, justo después de su primera campaña, fue invitado como Príncipe Heredero a la casa de Rogue. La joven esposa de Rogue y su hijo muy joven habían estado allí. 

Una vez más apretó con fuerza el puño que había bajado hasta la cintura. 

Lo entiendo, abuelo. 

Incluso ahora, cuando cerraba los ojos, las imágenes de llamas y sangre seguían girando. En el espacio de un latido del corazón, se fusionaron y se convirtieron en una ola de color rojo oscuro que amenazaba con atravesar sus párpados y desbordarse más allá de ellos. Pero a diferencia de antes, estas escenas no eran sólo de cuando el lugar de nacimiento de Orba había sido destrozado. 

Por ahora, me olvidaré de Oubary Bilan. Esta ya no es una guerra de cualquiera. Es la guerra de Gil, "mi" guerra. 









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