IGUAL QUE ANTES
Ji Yunhe entró corriendo en la mazmorra imperial esperando una acalorada batalla, pero lo único que vio fueron formaciones de hielo irregulares por todas partes. Sin embargo, a diferencia del hielo normal, sus puntas eran rojas, como teñidas de sangre, aunque claramente no habían herido a nadie.
Se sintió enferma de aprensión y sus pies se aceleraron. Su cuerpo se ponía más tenso cuanto más se adentraba.
El aire se volvió más frío y el hielo más sangriento a medida que se acercaba a la parte más profunda de la mazmorra. Al doblar la esquina, Ji Yunhe vio a la princesa Shunde de pie fuera de la jaula.
Shunde giró bruscamente la cabeza y la miró con ojos enloquecidos.
—¡Ji Yunhe! —siseó su nombre palabra por palabra. Su vestido estaba hecho jirones, su pelo despeinado, y ya no tenía ningún rastro de princesa, sólo de locura.
Detrás de ella había unas alas gigantes formadas por gas verde que llenaban toda la mazmorra.
Sus manos sostenían un escudo mágico verde que bloqueaba una espada de hielo ensangrentada que luchaba contra ella.
Ji Yunhe no vio a la persona que estaba dentro de la jaula, pero sabía quién tenía el poder de causar semejante perturbación. Sin vacilar, desenvainó su espada y se la clavó a Shunde desde un lado.
Shunde trató desesperadamente de bloquearla, pero lidiar con Changyi había agotado todas sus fuerzas. La espada de Ji Yunhe atravesó fácilmente sus defensas y se clavó en su hombro, clavando su cuerpo en la pared de la mazmorra.
Shunde soltó un gruñido ahogado y se quedó colgando de la pared sin luchar más. Parecía agotada.
Para asegurarse, Ji Yunhe sacó una daga y se la atravesó en la garganta. La sangre fluyó y Shunde dejó de respirar inmediatamente.
Ji Yunhe se acercó entonces a la jaula, pero lo que vio dentro la dejó atónita.
Detrás de los barrotes de hierro negro, más allá de la espada de color sangre, estaba Changyi congelado en hielo sólido de pies a cabeza. Sólo sus ojos azules mostraban aún un leve signo de vida.
—Changyi...
Igual que la primera vez que se vieron, él era el maltrecho jiaoren aprisionado al interior, y ella era la maestra demonio que miraba hacia dentro.
Ji Yunhe reprimió su pánico, conjuró una espada y golpeó con saña la cerradura.
Toda la jaula tembló y el candado cayó al suelo. Ji Yunhe abrió la puerta de un tirón e inmediatamente entró corriendo con nueve colas que aparecieron en un instante. Corrió hacia Changyi y lo abrazó, envolviendo su cuerpo en su fuego de zorro.
—Changyi... Changyi...
Susurró su nombre mientras el fuego del zorro empezaba a derretir el hielo, revelándolo lentamente. Ji Yunhe extendió la mano y le sostuvo la cara.
Su piel estaba tan fría que el contacto la hizo estremecerse, pero no lo soltó. Frotó suavemente sus manos sobre las mejillas de Changyi.
—¡Vamos, entra en calor! Tócalo y mejorará, tócalo y mejorará...
Pero Changyi no se movió.
Hasta que el hielo se derritió por completo y su cuerpo se ablandó, entonces él cerró los ojos y cayó al suelo. Ji Yunhe lo tomó inmediatamente en sus brazos y siguió frotándole las mejillas y las manos con fuego de zorro.
—Changyi... hemos pasado por tanto para finalmente estar juntos... Recuerda, dijiste que me llevarías al norte, no puedes faltar a tus palabras. Dijiste que los jiaoren no mienten...
Ji Yunhe vio la herida en su muñeca.
Ella sabía lo que era. Changyi había pensado que no tenía el poder para luchar con Shunde, así que utilizó un sacrificio de sangre. Estaba jugando con su vida.
Este consumo excesivo de su magia una y otra vez sucesivamente era suficiente para matarlo.
Ji Yunhe tembló.
—No puedes mentirme... —Finalmente ella se derrumbó. Enterró la cabeza contra su cara y se ahogó en sus lágrimas, incapaz de pronunciar otra palabra.
De repente, una bocanada de aire frío sopló junto a su oreja.
Ji Yunhe levantó la cabeza. Los pálidos labios de Changyi estaban ahora ligeramente abiertos y su aliento formaba pequeños trozos de niebla blanca en el aire. Aunque eran muy tenues, era suficiente para extasiarla.
—¡Changyi! —Se sintió esperanzada—. Espera, te llevaré de vuelta al norte.
—No deberías... —la voz era más débil que la de un mosquito, pero Ji Yunhe oyó cada palabra—, ... haber venido...
Ji Yunhe frotó sus manos hasta que sintió que algo de calor volvía a su cuerpo, entonces lo puso sobre su hombro.
—Vámonos, podemos hablar después de volver a casa.
Antes de que Ji Yunhe diera un paso, el cuerpo clavado en la pared soltó de repente una extraña risa gorgoteante.
Shunde había sido atravesada por una daga y una espada, ambas eran letales, pero seguía viva.
—He estado esperando que vinieras... —La voz de Shunde era extremadamente ronca—. Hoy los sacrificaré a los dos.
Ji Yunhe miró a Changyi. Estaban dentro de la capital, y el Gran Maestro podía aparecer en cualquier momento. No quería demorarse ni un momento más. Ji Yunhe lanzó un hechizo para cabalgar el viento, pero antes de que su hechizo pudiera completarse, una formación verde cayó repentinamente desde arriba y los atrapó debajo.
Su mundo se volvió completamente negro.
Como si el suelo hubiera cedido, cayeron por un abismo sin fondo acompañados por la extraña y espeluznante risa de Shunde...
Ji Yunhe no sabía qué hacer, así que se aferró a Changyi con todas sus fuerzas. Había tomado la decisión de no dejarlo ir nunca más, pasara lo que pasara.
Después de caer durante algún tiempo, su ingravidez desapareció abruptamente, y ella se sentó en un vacío oscuro abrazándolo.
—¿Changyi?
—Mm... Estoy aquí —La voz de Changyi era débil, pero aun así le respondió.
Sabiendo que él estaba bien por el momento, Ji Yunhe calmó un poco su mente y empezó a analizar la situación en la que se encontraban.
Sabía que Shunde había capturado a Changyi para atraerla hasta aquí, y que había preparado una formación para atraparlos a ambos.
Pero era extraño que su formación no se activara en cuanto Ji Yunhe encontró a Changyi dentro de la jaula. Shunde dijo que quería sacrificarlos, así que ¿por qué no devoró su poder de inmediato?
Podría ser que las heridas que sufrió por parte de Changyi y Ji Yunhe fueran lo suficientemente graves como para cambiar su plan original.
Utilizó la formación para atraparlos porque necesitaba esperar a que su cuerpo se recuperara antes de continuar.
Y el tiempo que tardaría Shunde en curarse era su oportunidad para escapar.
—Esto es una trampa... —Changyi le dijo a Ji Yunhe—. No deberías haber venido.
—Sé lo que debo o no debo hacer. ¿Recuerdas lo que dije antes? Tener derecho a elegir es la libertad que quiero —Ji Yunhe le preguntó—: ¿Cómo están tus heridas?
—Graves —dio una respuesta sincera—, pero no me matarán.
—Bien —Ji Yunhe se levantó—. Te llevaré en brazos e iremos juntos a buscar el ojo de la formación —Después de levantar a Changyi sobre su espalda, Ji Yunhe se rió—. Pez de Cola Grande, ¿no se siente como un deja vu?
Changyi también sonrió:
—Sí.
Dentro de la Formación de los Diez Cuadrados, cuando todavía tenía cola de pez y no podía andar, Ji Yunhe también lo llevaba a su espalda.
Y ahora con piernas, todavía necesitaba ser llevado por ella.
—Si pudimos salir de la Formación de los Diez Cuadrados, esto de aquí no debería ser nada —dijo Ji Yunhe—. Una vez que salgamos de esta trampa y regresemos a las Tierras del Norte, después de que te recuperes de tus heridas, voy a hacer que me cargues una vez.
—Tantas veces como desees —Changyi entonces se quedó en silencio durante un rato—. Ji Yunhe... —hizo una pausa, conteniendo las emociones en su voz—, ¿por qué no me lo dijiste?
Ji Yunhe giró la cabeza para mirarlo. Quería preguntarle: ¿sobre qué? Pero entonces lo supo. Changyi fue encerrado por Shunde y luchó con ella. Sobre qué otros secretos ocultos podría estar preguntando...
Ji Yunhe había decidido que era hora de contárselo todo a Changyi, pero nunca pensó que acabaría enterándose por Shunde.
—Iba a contártelo después de que volvieras con mi comida —Ji Yunhe sonrió despreocupadamente—, pero como que se interrumpió...
Changyi guardó silencio durante un largo rato en la oscuridad.
—Debería haberlo adivinado...
—Changyi, tenías razón cuando dijiste que el pasado ya no importaba.
—Esa decisión no fue mía.
—Sí que lo fue. Me estaba muriendo, decírtelo habría sido inútil. Y también tenía miedo... miedo de que después de enterarte, siguieras odiándome por haberte quitado tu derecho a elegir.
Un largo cabello plateado caía sobre los hombros de Ji Yunhe.
—No lo haría.
—Pero aún así tenía miedo. Incluso decírtelo ahora me asusta. Pero ya no me estoy muriendo y tampoco estoy sola —dijo Ji Yunhe—. Quiero tomarte de la mano durante todos los años venideros... o llevarte a cuestas, eso también está bien —Ella sonrió y miró al vacío ante ellos, pero su mente estaba llena de flores primaverales y sol—. No quiero más secretos entre nosotros.
Ella lo dijo con calma, pero sus palabras despertaron infinitas ondas dentro de sus pupilas.
Él cerró los ojos y dijo:
—Shunde está loca...
—Mhm.
—Lo único que hizo bien fue enviarme al Valle Demonio.
Ji Yunhe detuvo sus pasos y pensó en lo que Changyi había pasado a lo largo de los años. Lo que acababa de decir le produjo un dolor sordo dentro del corazón.
En el Valle Demonio, fue torturado, azotado y perdió su cola. Experimentó tanto sufrimiento y tormento allí, y aun así dijo que fue lo único que la princesa Shunde hizo bien...
Porque la conoció allí...
Ji Yunhe reprimió sus lágrimas y forzó un tono de voz sonriente:
—Pez de cola grande, siempre te gusta decir cosas que me toman por sorpresa.
Parecía que él había cambiado con los años, pero seguía teniendo el corazón de un niño inocente. Tan sencillo, hermoso, tierno y amable, que la hacía sentir...
...indigna.
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