EL REINO HA CAÍDO
Bei Ci regresó al apartamento a las diez y media de la noche, después de terminar sus clases y cenar. El apartamento estaba oscuro cuando se quitó los zapatos y entró. Justo cuando iba a encender las luces, un tenue resplandor procedente del sofá llamó su atención. Levantó la vista...
Y vio un rostro azul pálido, inexpresivo, flotando en el aire.
El hombre de casi 1,8 metros de altura se agarró inmediatamente al marco de la puerta para apoyarse, con el corazón saltándole a la garganta. Con mano temblorosa, accionó el interruptor de la luz, sólo para darse cuenta...
—...¡Maldita sea! ¡Hermano Chong! ¿Qué estás haciendo?
Su corazón volvió a su sitio mientras Bei Ci se agarraba el pecho, su aspecto sobresaltado recordaba al de un gato negro nervioso.
Agazapado en el sofá, Shan Chong mantuvo su posición, sosteniendo su teléfono. Había pasado tres horas y 38,38 yuanes leyendo más de 60 capítulos de “18 posturas del cultivo en otro mundo”, hasta llegar al punto en que aparecía el segundo protagonista masculino, su personaje.
Deslizando tranquilamente la pantalla de su teléfono, Shan Chong observó dos nuevas escenas en el último capítulo. Después de revisarlas, dejó el teléfono y miró a Bei Ci.
Bei Ci se dirigió al refrigerador, tomó una lata de cerveza y la abrió con un «pop». Después de beber un sorbo, preguntó:
—No habrás estado toda la noche sentado en el sofá leyendo manga en esa aplicación rosa, ¿verdad?
—Sí —respondió Shan Chong—, 18 Posturas del Cultivo de Otro Mundo.
Bei Ci escupió su cerveza.
Entre el olor a malta y alcohol esparcidos y el sonoro «puff», Shan Chong alabó sinceramente:
—Es bueno.
Agarrando su cerveza, Bei Ci buscó pañuelos, sin atreverse a dirigir la mirada hacia Shan Chong. Murmuró:
—Si te gusta, sigue leyendo. Voy a ducharme...
—No me extraña que lo leas todos los días —dijo Shan Chong, aún agazapado en el sofá. Tocó su teléfono—. Escuché que el segundo protagonista masculino muere más tarde y luego transmigra a otro manga sobre el snowboard big air.
Bei Ci:
—...
Shan Chong:
—Me adelanté.
Bei Ci:
—...
Shan Chong, inexpresivo:
—Qué coincidencia.
Shan Chong, aún inexpresivo:
—¿Que me guste alguien significa que debo morir?
Shan Chong:
—Además, el segundo protagonista masculino compra pasteles de osmanthus o castañas confitadas para la protagonista femenina. Compré tanghulu para todos ustedes-
Shan Chong:
—Si me hubiera dicho antes que sabía que lo compré para ella, ¿por qué habría malgastado dinero comprándolo para todos los demás?
Bei Ci, incapaz de hablar, señaló con un dedo tembloroso la puerta del baño, con los ojos llenos de lágrimas, indicando que quería ducharse.
Por desgracia, el hombre agazapado en el sofá le ignoró. Shan Chong salió de “18 Posturas de Cultivo de Otro Mundo” y entró en “Un Día en el País de las Nieves”. Señalando a la persona de la portada, preguntó:
—Déjame confirmar algo por si mis ojos me están jugando una mala pasada. ¿Soy yo?
Bei Ci permaneció en silencio.
Shan Chong sonrió sin humor.
—¿No contestas? No pasa nada. Haré otra pregunta —Se desplazó hacia abajo y señaló un comentario que decía—: Aquí hay un infiltrado, intereses relevantes, anónimo. “Creo que el protagonista masculino y la protagonista femenina no pueden intimar por ahora; el protagonista masculino se rompió la espalda antes, así que no está para eso” —Preguntó—: ¿Eres tú?
Bei Ci:
—...
Pequeña hermana menor, el enemigo ha traspasado nuestros muros sin esfuerzo. Nuestro reino...
Ha caído.
...
En ese momento, Wei Zhi seguía ajena a todo. Incluso había actualizado con optimismo algunas páginas nuevas esa noche.
A la mañana siguiente, la despertó un golpe en la puerta. Frotándose los ojos, la abrió y se encontró con un hombre vestido completamente de negro, salvo los zapatos, que aún arrastraba el frío de la intemperie.
Estaba de pie con los brazos cruzados, apoyado en el marco de la puerta y mirándola.
—Buenos días.
La joven bostezó, tapándose la boca, y se abrazó despreocupadamente al cuello del hombre antes de darse la vuelta para entrar en el cuarto de baño a refrescarse.
Mientras Wei Zhi se lavaba la cara, Shan Chong se quedó fuera, manteniendo la misma postura que antes, mirando su reflejo en el espejo hasta que se sintió incómoda...
Con el cepillo de dientes en la boca, finalmente se giró y preguntó a la persona que tenía detrás:
—¿Qué pasa? ¿Me salió una flor en la cara?
Aún llevaba puesta su pijama.
Verde claro, comprada en Taobao por 29,9 yuanes con envío gratis, pero de buena calidad. Tirantes verde oscuro, y en lugar de una parte delantera lisa, tenía un diseño en capas que recordaba a un hanfu, atado con cuerdas...
Este estilo dejaba al descubierto una mancha de piel blanca y luminosa cerca de la clavícula, sus hombros redondeados y la prueba más contundente de que, efectivamente, tenía más de veinte años. Las finas tiras parecían a punto de romperse en cualquier momento por la presión.
El color verde hacía que su piel, ya de por sí clara, pareciera blanca como la leche, impecable a primera vista.
Él la había tocado antes.
En efecto, fue así.
Lamentablemente, aquella vez, en la oscuridad, no había visto nada.
Ahora, viéndola de repente a la abundante luz del día, le parecía casi demasiado deslumbrante.
El hombre apartó la mirada en silencio.
La presión de su mirada se disipó de repente y Wei Zhi terminó de lavarse. Se dio la vuelta y vio a Shan Chong de pie, en silencio, detrás de ella. Se limpió el agua de la cara y preguntó:
—¿Por qué viniste hoy directamente?
—No hay clases por la mañana —contestó él con cierta irrelevancia, la voz algo ronca—. Vine a llevarte a desayunar.
—Oh, no es necesario. Aunque no es muy sano, no se desayuna mucho, y estoy bien con o sin él. Si no hubieras venido, podría haber dormido hasta la hora de comer.
Wei Zhi se agachó, rebuscando entre sus productos de cuidado de la piel sobre la mesa en busca de crema hidratante. Lo miró con curiosidad:
—¿Qué te pasa en la voz? ¿No dormiste bien anoche? ¿No te dije que te fueras a dormir cuando volvieras?
Shan Chong no le contestó.
Desde su ángulo, podía ver una pequeña sección de su cintura expuesta cuando sus ropas se movían, una pizca de piel blanca asomando a través del verde...
Al agacharse, no sólo su cintura, sino también la tela de debajo de los brazos se aflojó, revelando la plenitud que había debajo y que antes había permanecido oculta.
Shan Chong tosió bruscamente.
Desde que entró en la habitación, había estado contemplando la posibilidad de hablar de su trabajo para ganar dinero.
Pero cuando la joven se volteó y sus ojos almendrados lo miraron con total perplejidad, abandonó la idea...
Por el momento.
Dio un paso adelante y la levantó en sus brazos.
Wei Zhi fue sorprendida y soltó un grito de sorpresa. Justo cuando su delicado rostro, recién humedecido, tocó el suyo, el hombre giró la cabeza. Primero aspiró el aroma de su crema hidratante y luego, satisfecho con el olor, le plantó un beso en la mejilla.
Sus labios se pegaron a la cara de ella, suaves como un durazno maduro, mientras le decía con indiferencia:
—Ponte otro camisón.
—¿Por qué? —Wei Zhi parpadeó y le rodeó el cuello con los brazos mientras intentaba mirarlo a los ojos—. ¿Es feo?
Antes de que ella pudiera encontrar su mirada, él respondió:
—No es feo.
Al instante, la levantó y la apretó contra la pared. Con una mano la sujetaba y con la otra le tapaba los ojos. Cuando su aroma familiar la envolvió, sus labios y su lengua hicieron lo mismo.
—Comprar una talla más grande también serviría. Éste es un poco pequeño —murmuró, con la voz cada vez más apagada, mientras le mordisqueaba suavemente la punta de la nariz.
La sensación era ligeramente cosquilleante, una mezcla entre un mordisco y un beso. Sus labios bajaron para encontrarse con los de ella.
Ella dejó escapar un suave “Mmm” cuando sus labios se unieron. El contraste entre el suave camisón de ella y la sudadera de él, comparativamente áspera, creó un sutil crujido cuando se apretaban.
Mientras ella recibía su beso, se le puso la piel de gallina en los brazos, y la tierna piel de la cara interna de los brazos se enrojeció por el roce con la ropa de él. Wei Zhi no se dio cuenta, pero Shan Chong lo vio.
Abandonó sus suaves labios y se acercó al lóbulo de su oreja, donde le dio un ligero beso. Luego le acarició la mejilla sonrojada con su prominente nariz, como haría un felino.
Se rió suavemente, con el pecho vibrando mientras le preguntaba con voz ronca:
—¿Tan delicada?
Retiró la mano de los ojos de ella. Ella los abrió, aturdida por el beso. Sus ojos, normalmente brillantes, estaban empañados. Se sentó firmemente sobre su brazo, con la espalda apoyada en la pared y la respiración agitada.
—Tan temprano por la mañana —dijo, con los labios aún hormigueando por sus besos—, ¿qué clase de travesura es ésta?
—Sólo despertándote —preguntó el hombre con una sonrisa—. ¿Ya estás despierta?
Wei Zhi sintió vagamente que esta conversación le resultaba familiar, como si la hubiera oído antes en alguna parte. Se puso a pensar, pero no logró ubicarla-.
Dicen que los humanos buscan parejas que los complementen. Este era un ejemplo perfecto.
Shan Chong tenía una memoria excepcional, nunca olvidaba nada de lo que había visto.
En cambio, la esposa, amante de ACGN*, ya había olvidado el nombre del protagonista masculino de su manga corto de hacía varios volúmenes.
(NT: * Anime, Comics, Games (Videojuegos), Novels (novelas))
Así que no le dio más vueltas, sino que hizo un mohín:
—No debería haberte ejado entrar.
—Tú eras la que estaba mal vestida primero.
—¿Duermes con una armadura?
La dejó en el suelo.
Al verla limpiarse los labios con el brazo y escabullirse rápidamente de entre su brazo y la pared, Shan Chong giró la cabeza para mirar. Su nuez de Adán se balanceó mientras apartaba rápidamente la mirada.
Un momento después, sus ojos volvieron a ella.
Se acercó.
Agarró una de las botellas con las que ella jugueteaba, la miró, luego la miró a ella, y de repente preguntó:
—¿Quieres que te ayude?
Wei Zhi lo miró, dudando un instante.
El hombre enarcó una ceja.
Wei Zhi le entregó un frasco de loción.
Él se lavó las manos, luego volvió y se echó un poco de loción en la palma. Con la otra mano, utilizó el dedo índice para inclinarle la barbilla hacia arriba, examinándole la cara antes de empezar a aplicarle la loción.
Al principio, estaba bien, pero a medida que avanzaba, Wei Zhi sintió como si le restregara la cara con lana de acero. Siseó y le agarró las muñecas:
—No importa, no importa. No podemos llevar a cabo este gesto romántico... Tus manos son demasiado ásperas. ¿Te pluriempleas en una obra cuando todos duermen?
El hombre no se ofendió por su queja.
En lugar de eso, se inclinó para besarle los labios y le dijo:
—Me descubriste. ¿Pero no es todo para ganar suficiente dinero para volver antes a casa contigo? ¿Verdad?
Wei Zhi:
—...
Wei Zhi se quedó mirando al “Buda sonriente” que tenía delante, sintiendo una indescriptible sensación de malestar.
¿Había comido algo raro anoche? De repente estaba de tan buen humor y exudaba...
Un aroma abrumador a feromonas.
Era como si estuviera dispuesto a devorarla entera a primera hora de la mañana.
Wei Zhi se estremeció.
—¡Muy bien, ya puedes irte! —La joven dijo seriamente—: Necesito cambiarme de ropa.
...
Por supuesto, Shan Chong no se fue.
Se sentó frente a la laptop de Wei Zhi, con una actitud que decía 'Haz lo que quieras, yo me quedo aquí'... La joven no pudo discutir con él, así que tomó su ropa con desgano y fue a cambiarse al baño.
En cuanto cerró la puerta del baño, el hombre se incorporó y alcanzó sus “herramientas de trabajo”: una laptop, una tableta de dibujo y un lápiz óptico. Atesoraba estos tres objetos y los llevaba a todas partes, y ahora estaban desordenadamente esparcidos por el escritorio.
Fíjate.
¿Quién lo hubiera dicho?
Unas herramientas de aspecto tan normal y una niña que se sonrojaba y saltaba al menor beso en la oreja, pero si las juntábamos, era como si dos negativos se convirtieran en un positivo...
Si combinamos estas cosas inocuas con esta chica aparentemente inocente, obtenemos una creadora de contenidos subidos de tono de primer nivel, abanderada del sitio web y portada de la página principal.
A Shan Chong le seguía pareciendo algo surrealista.
Sentado, examinaba y jugueteaba con su equipo, manipulándolo todo con cuidado de no dañar nada.
Cuando la puerta del baño se abrió lentamente, Wei Zhi se abrazó el camisón contra el pecho y se asomó como una marmota cautelosa. Vio al hombre sentado en la silla, con las largas piernas estiradas, haciendo girar el lápiz entre los dedos.
El bolígrafo no era especialmente fino.
Sin embargo, giraba y giraba sin esfuerzo entre sus largos dedos.
Wei Zhi recordó que en la escuela siempre había algunos chicos que eran excepcionalmente buenos girando bolígrafos. Si además eran guapos o estudiosos, estaban destinados a ser populares...
Ah, claro.
Se preguntó cómo sería Shan Chong en la escuela. Ya debía de ser bastante hábil esquiando, ¿no?
Probablemente era la comidilla de la escuela, y posiblemente todo un pelotón de chicas lo admiraban en secreto.
Perdida en estos pensamientos, la joven se le acercó y le arrebató el lápiz de la mano, diciéndole en tono malcriado:
—No juegues con mis herramientas de trabajo. Podrías romperlas.
—...
Él permaneció sentado y se limitó a levantar los párpados para mirarla: sus ojos, oscuros e intensos, le pusieron los pelos de punta. Se detuvo en cuando estaba a punto de agarrar el lápiz, a punto de preguntarle por qué la miraba fijamente y si pensaba pegarle...
Entonces lo vio entrecerrar los ojos y esbozar una sonrisa.
Shan Chong:
—Oh.
Wei Zhi:
—...
A estas horas de la mañana, aquel tipo estaba siendo demasiado espeluznante.
Tan pasivo-agresivo.
Aunque siempre era pasivo-agresivo.
Refunfuñó internamente, preguntándose si debería encontrar tiempo para preguntarle a Bei Ci si había ocurrido algo extraordinario anoche. El hombre tiró de ella hacia su regazo y dijo:
—Hablando de tus herramientas de trabajo, antes me contó Bei Ci que dibujas manga, y el manga que dibujas...
Sintió que la persona sentada en su regazo se ponía rígida como una roca.
El hombre terminó lentamente su frase:
—no es muy popular.
Wei Zhi:
—...
Maldita sea.
Al menos Bei Ci sabía guardar algunos secretos.
Wei Zhi respiró aliviada y se acurrucó más cerca de él, diciendo dulcemente:
—Mmmm, no es muy popular.
Un manga que aparece en la página principal, con anuncios en negrita de “Hot Series” y más de cien mil comentarios, se describe como “no muy popular”.
...“El Diario del Gimnasio” sólo tuvo cincuenta y seis mil comentarios.
¿Qué demonios significa “no muy popular”?
El hombre la vio mentir entre dientes, pero no se enfadó. Le besó la barbilla y le dijo:
—De repente me ha picado la curiosidad. Antes dijiste que tenías unos ahorros de 300.000 yuanes. ¿De dónde salieron?
Wei Zhi:
—...
Wei Zhi sintió un hormigueo en el cuero cabelludo.
Wei Zhi:
—... Dinero de Año Nuevo de mi familia, supongo. Lo guardé durante más de veinte años.
El hombre dejó escapar un “Oh” y sonrió:
—¿Ahorraste dinero durante más de veinte años y estabas dispuesta a dármelo todo sin dudarlo?
Wei Zhi:
—...
Tómalo, tómalo todo, toma también el dinero de Año Nuevo de los próximos veinte años, ¡sólo deja de hacer tantas preguntas, por favor! ¿Qué es esto, los 3000 porqués del Gato Azul?
Wei Zhi asintió frenéticamente y, una vez más, hundió la cabeza en su nuca como una marmota, diciendo con voz ahogada:
—No pasa nada. Mi editor dijo que mientras dibuje bien, algún día seré popular... Um, hablar de esto me pone de mal humor. Cambiemos de tema.
Su actuación fue magnífica.
Sonaba como un talento no reconocido, una pobrecita que se habría muerto de hambre en su viaje para perseguir sus sueños si no fuera por los 300.000 yuanes del dinero de Año Nuevo.
Fuera de su vista, el hombre se burló en silencio, la curva de sus labios se ensanchó para mostrar sus blancos dientes.
La levantó en brazos y ella se aferró alarmada a su cuello. Tras dar unos pasos, la dejó en el suelo y le acarició suavemente el suave cabello, diciendo amablemente:
—Si nuestra Zhi Zhi no quiere hablar de ello, no lo haremos.
Wei Zhi:
—...
Santo cielo.
¿Se había vuelto loco este hombre?
¿Por qué estaba tan agradable hoy?
Shan Chong:
—Vamos a desayunar.
Wei Zhi estaba tan sorprendida que casi pierde el alma. Se limitó a asentir distraídamente y preguntó:
—¿Adónde vamos después?
—Al gimnasio —respondió Shan Chong con indiferencia—. ¿Quieres ir?
—¿Para qué? —Parecía desconcertada.
—Para que puedas tocarme.
—¿...?
Wei Zhi pensó que sus oídos debían de estar jugándole una mala pasada, o tal vez estaba sonámbula a plena luz del día. Lo miró confundida.
—Te lo prometí la última vez, ¿recuerdas? Cuando vinimos a Guangzhou, podías tocarme todo lo que quisieras —dijo con voz despreocupada—. Soy un hombre de palabra.
Mientras hablaba, se volteó para mirarla, sus ojos oscuros brillando con una luz particularmente seria.
Wei Zhi:
—¿...?
Shan Chong:
—¿Quieres que nos toquemos?
Wei Zhi:
—...
Entonces, ¿los alienígenas habían invadido la Tierra en secreto anoche? En lugar de hacer algo que sacudiera la Tierra, sólo hicieron que su novio se volviera loco.
... No es que ella se quejara de este cambio o insistiera en que volviera a ser el de antes.
Es sólo que la próxima vez que ocurra algo así, agradecería que le avisaran para estar mentalmente preparada (y quizá comprar petardos para celebrarlo), ¿entienden?
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