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Bueno, después de 7 años terminamos Gamers!, hace poco también terminamos Sevens. Con esto nos quedamos solo con Monogatari Series como seri...

Red Data Girl Volumen 2 - Capítulo 4

 HODAKA

 

Parte 1

En un sueño, Izumiko estaba cantando. Era una antigua canción que acompañaba a una danza que le había enseñado su abuelo, Takeomi. No entendía del todo el significado de la letra, pero cuando se vio envuelta en la niebla profundamente familiar de la cima del monte Tamakura, la canción le pareció apropiada.

Cuando abrió los ojos a la luz de la mañana, por un instante no supo dónde estaba, todavía atrapada en su sueño y en el monte Tamakura. Pero eso quedaba muy lejos y, cuando recordó que estaba en la escuela en Tokio, no pudo evitar sentirse decepcionada.

Es cierto. Últimamente no he bailado nada...

El baile de Izumiko se había convertido en un estilo propio. Al principio, hacía los mismos movimientos que le enseñó su abuelo, pero desde entonces se había movido como quería. De vez en cuando subía a la cima de la montaña para bailar, pero como no se le daban bien los deportes, nunca había sentido la necesidad de practicar en serio. En ese sentido, bailar solo había sido un pasatiempo agradable para ella.

Cuando decidió dejar el santuario, sabía que no podría bailar en ningún otro sitio. Pero también pensó que no era algo que necesitara hacer. El repentino deseo de volver a bailar la sorprendió.

Sin embargo, esto era solo el resultado de la nostalgia e Izumiko estaba harta de sí misma por sentirse así. Aunque sabía por qué añoraba su hogar. Últimamente había pasado por muchas cosas. Lo peor era que todo había sucedido tan rápido que ni siquiera tuvo la oportunidad de pensar en lo que estaba pasando mientras sucedía. Por muy agitada que fuera su vida ahora, no quería volver a una época en la que se sentía satisfecha estando completamente sola.

Aunque Izumiko había imaginado que algo podría surgir y trastocar sus planes, nunca imaginó que sería algo tan grande como la aparición de Yukimasa Sagara como profesor a tiempo parcial.

Aunque Izumiko no le contó a Mayura la llegada de Yukimasa, Mayura ya lo sabía. Cuando Izumiko regresó a su habitación ese día, encontró a Mayura despierta y alerta. Justo cuando pensaba en lo contenta que estaba de ver que Mayura se sentía mejor, Mayura le dijo:

—¿Escuchaste que hay un nuevo profesor muy genial que parece una estrella de cine?.

Ya había recibido varios mensajes de sus amigas al respecto.

Izumiko, todavía nerviosa por la sorpresa del encuentro de esa mañana, respondió que no lo sabía. Sin embargo, aunque al principio pudo hacerse la tonta, los verdaderos problemas no comenzaron hasta el día siguiente. No importaba a quién se cruzara en el pasillo, todos hablaban de la llegada de Yukimasa.

Por suerte, se decidió que Yukimasa impartiría clases optativas de inglés a los alumnos de segundo y tercer año, además de dar clases complementarias a los estudiantes de intercambio. Izumiko no tendría que verlo en sus clases. No lo necesitaba como profesor y estaba profundamente agradecida por cómo habían salido las cosas. Cuanto más crecía el revuelo, más incómoda se sentía al encontrarse con él como uno de sus profesores.

Aunque técnicamente estaba en Tokio, la ubicación de la Academia Houjou todavía se consideraba un refugio de la ciudad para muchos estudiantes. Izumiko aún no había llegado a pensar así, pero estaba ocupada con la vida en el dormitorio desde su llegada. La vegetación del campus le daba la sensación de estar más lejos de la llamativa ciudad de lo que realmente estaba. Pero ahora Yukimasa, que irrumpió en la escuela como un torbellino, era algo con lo que también tenía que lidiar.

Yukimasa fue tema de conversación en todas las mesas del comedor de la preparratoria durante semanas después de su ingreso. Todas las chicas hablaban de él constantemente. Incluso las de primer año que rodeaban a Izumiko, que no tenían clases con él, se habían contagiado de la fiebre.

—Escuché que fue al MIT.

—Escuché que fue modelo para revistas.

—Bueno, escuché que sabe artes marciales.

—Tiene amigos en todo tipo de embajadas.

Izumiko solo podía bajar la cabeza e intentar ignorarlo todo.

Cuando lo pensaba, Izumiko no sabía mucho sobre Yukimasa personalmente. Puede que lo conociera desde hacía mucho tiempo, pero no podía decir qué rumores eran ciertos y cuáles no.

No tengo por qué decir nada. No es que lo conozca lo suficientemente bien como para presumir de ello.

Mientras pensaba en ello, se encontró a sí misma pensando con cierto pesar que, si Yukimasa fuera un poco más sencillo, quizá habría podido decir algo sobre él a sus compañeros de clase.

Los pasillos estaban llenos de rumores que decían que algunas de las alumnas mayores habían intentado invitarlo a salir. Incluso Mayura, que normalmente no se interesaba por los chicos, no podía ignorar al nuevo profesor asistente de inglés. Le gustaba mencionarlo en las conversaciones con sus amigas. Sin embargo, nunca intentó hacer realidad sus fantasías.

Un día, cuando Izumiko y Mayura caminaban por el pasillo, se cruzaron con Yukimasa. Cuando Izumiko lo vio, inmediatamente bajó la cabeza, pero no era necesario. Él no caminaba solo.

 Lejos de eso, estaba rodeado por estudiantes por delante y por detrás. No tuvo tiempo de mirarla.

Mayura se detuvo y observó cómo se alejaba. No era propio de ella mirar así a un hombre. Vacilante, Izumiko preguntó:

—¿De verdad el Sr. Sagara es tan genial?

—Tiene una especie de energía a su alrededor —respondió Mayura.

Izumiko se sorprendió por la afirmación de Mayura.

—¿De verdad?

—¿Te parece diferente de alguna manera, Izumiko?

—Eh, la verdad es que no. Para mí es una persona normal.

—Quizá sea solo cosa mía, pero siento como si tuviera un magnetismo especial o algo así. Me pregunto quién será en realidad. No creo que sea solo un chico guapo.

Mayura se llevó una mano a los labios, sumida en sus pensamientos. Luego continuó.

—Tengo la sensación de que debería tener cuidado y no dejar que se acerque demasiado. Es demasiado encantador. Es peligroso. Es demasiado pronto para decir si es una buena o mala persona, así que no quiero caer en ese hipnotismo que parece ejercer sobre todo el mundo. Así es como lo veo ahora mismo. Probablemente sea inteligente mantenerme alejada de él.

Al escuchar su explicación, Izumiko supo que Mayura había dado en el clavo. Yukimasa sin duda daba esa sensación. Sin embargo, ella ya estaba involucrada en el motivo por el que él estaba allí. Se preguntó si era demasiado tarde para ella. ¿Ya había caído bajo su poder?

Ah, cada vez es más difícil llamarlo simplemente un conocido...

Tenía que preguntarse cómo pensaba Miyuki lidiar con todo esto.

Si se descubría que eran padre e hijo, los rumores se dispararían. Por el momento, sin embargo, ese hecho seguía siendo un secreto. Nadie había relacionado aún que sus apellidos eran los mismos.

Y nadie adivinaría jamás que eran padre e hijo con solo mirarlos. Es más, nadie sabía realmente cuántos años tenía Yukimasa y estaba claro que ni Miyuki ni Yukimasa iban a contarlo. No importaba lo que la gente empezara a decir.

Pero probablemente alguien lo descubriría tarde o temprano. Tendrán que averiguarlo... El día que se revele que son padre e hijo, todos nos preguntarán a mí, a Mayura y al resto de nuestros amigos por los detalles...

Ella y Miyuki no habían hablado desde su conversación fuera del edificio, y eso fue hace días. Pero empezaba a sentir que era hora de volver a hablar con él. Yukimasa no podía volver loco a Miyuki para siempre. Izumiko estaba segura de que si Miyuki podía calmarse y hablar civilizadamente con su padre, podrían llegar a un acuerdo.

Esa tarde, durante la pausa para comer, encontró a Miyuki de pie junto al tablón de anuncios al fondo de la sala del consejo estudiantil. No había ningún estudiante mayor cerca y, como había estado buscando una oportunidad para hablar con él, era la ocasión perfecta.

Dejando a un lado su incertidumbre, entró en la sala.

—Eh, quiero hablar contigo sobre el Sr. Sagara.

Miyuki, que estaba apoyado en la ventana leyendo un folleto, levantó la vista hacia ella. Volvió a lo que estaba leyendo cuando vio quién era.

—Probablemente sería mejor que se lo preguntaras directamente a ese profesor.

No parecía molesto. De hecho, como que no le importaba especialmente.

—No estoy en ninguna de las clases que imparte, así que no tiene tiempo para hablar conmigo —dijo Izumiko.

—Dijo que iba a proteger a su "dama", así que dudo que le importe hablar contigo. Si quisieras que te explicara lo que está haciendo, te lo explicará. O, al menos, te dirá algo que te confunda aún más.

Izumiko dio un paso atrás, cohibida, pero se armó de valor y dijo con voz firme:

—Te lo pregunto a ti, Sagara. Quiero saber qué opinas sobre todo esto.

Miyuki se rindió y cerró el folleto.

—Si quieres saber algo así, te lo diré, pero no te acerques a mí y empieces a hablarme como si fuéramos amigos.

Su tono no fue duro, pero el significado de sus palabras aún así le dolió. Miyuki se enderezó y se enfrentó a Izumiko. Su actitud era tranquila. No la miró con ira. Su expresión era simplemente de completo rechazo.

—Lo único que quiero es evitar que la gente piense que tengo alguna relación con un tipo como ese. No me importa lo que Yukimasa haga aquí. Simplemente no quiero tener nada que ver con él. Si él está contigo, no quiero que me vean contigo y definitivamente no quiero ser tu amigo.

Cuando Izumiko no respondió, se dio la vuelta y salió de la sala del consejo estudiantil. Izumiko se dio cuenta de repente de que eran las únicas dos personas que estaban en el segundo piso.

¿De verdad había odiado tanto a su padre todo este tiempo?

Desde luego, no tenían una relación padre-hijo normal. Aunque Izumiko lo sabía, Mizuki era el único que comprendía realmente lo mal que les habían ido las cosas. Era imposible que Izumiko pudiera entender exactamente cómo se sentía.

Ahora que lo pensaba, Miyuki se había sentido así desde que la había vuelto a ver en el monte Tamakura. Desde que Yukimasa le dijo a su propio hijo que era el sirviente de Izumiko, su relación se había deteriorado hasta llegar a un punto sin retorno. Nunca lo superarían.

No fue algo que yo hiciera. Él se ha sentido así desde el principio...

Izumiko no se permitió sentirse mal por haber localizado a Miyuki y haberle hecho esa pregunta. Tenía ganas de llorar, pero no tenía sentido. Se frotó los ojos, conteniendo las lágrimas.

Voy a cambiar mi forma de pensar sobre todo lo que está pasando. Estoy siendo demasiado blanda con esto. Voy a dejar de intentar leer los sentimientos de todos en sus caras y haré lo que tengo que hacer.

 

 

Finalmente, Izumiko decidió que no había nada que pudiera hacer más que prepararse para enfrentarse directamente a Yukimasa.

Había muchas cosas que quería preguntarle. ¿Qué había estado haciendo antes de esto? ¿Qué haría después de esto? Izumiko estaba relativamente segura de que, si se lo preguntaba a Yukimasa, él se lo diría. Él respondería con calma a sus preguntas.

Pero, ¿cómo voy a hablar con él si es tan popular?

No podía imaginar cómo iba a encontrar una oportunidad para hablar a solas con Yukimasa. Siempre había gente a su alrededor. Atraía tanto a estudiantes como a profesores. Y, como era profesor a tiempo parcial, tampoco tenía mucho tiempo después de las clases.

Al no poder enviarle correos electrónicos, Izumiko no tuvo más remedio que enviarle una carta. Toda la situación tenía el desafortunado aire de enviar una carta de amor a la antigua usanza. Cuando encontró su casillero entre los casilleros de zapatos del profesorado y lo abrió, descubrió varias cartas que le habían enviado anteriormente. Al verlo, perdió toda la confianza que había logrado reunir.

Aun así, deslizó la carta dentro.

Izumiko no tenía ni idea de cómo respondería Yukimasa. Se preocupó por ello durante unos días, pero al final el misterio se le olvidó. Justo cuando parecía que se había olvidado por completo de la carta, encontró una nota escrita con tinta roja en uno de sus exámenes cortos de inglés que no tenía nada que ver con el examen en sí.

[Sube al monte Takao el sábado por la mañana].

Izumiko leyó la nota varias veces antes de darse cuenta de lo que estaba viendo. Tenía que ser la respuesta de Yukimasa.

¿El monte Takao...?

Izumiko recordaba vagamente que Sawa dijo que el monte Takao estaba relacionado con los Yamabushi. Y al recordar eso, se dio cuenta de que no había explorado los alrededores de su propia escuela.

Es cierto. Si salimos, habrá muchos lugares donde hablar...

Lo que Izumiko no pensó fue en cómo llegaría a la montaña cuando llegara el fin de semana. Pero no era solo Izumiko. Ninguno de los nuevos estudiantes había pensado mucho en salir del campus. Simplemente aún no habían tenido tiempo de hacerlo.

Aun así, no había restricciones reales para salir los sábados. Había muchos estudiantes de segundo y tercer año, por no hablar de los de secundaria, que salían a divertirse durante el fin de semana. Algunos iban a Shibuya o Shinjuku a pasar el día. Unos pocos incluso iban a Akihabara.

Bueno, esto será fácil...

Izumiko no quería sonreír ante sus propios pensamientos. No tenía ninguna información sobre el monte Takao. Lo único que sabía era que es la montaña cercana a la escuela. Nerviosa, se dirigió a la biblioteca para investigar su objetivo.

Allí encontró un mapa de la zona del monte Takao junto con una guía turística. Se sorprendió al descubrir que era un destino turístico muy popular. Su propia montaña natal también estaba relacionada con los Yamabushi, pero no gozaba de la popularidad del monte Takao.

Oh, hay teleféricos y ascensores que pueden llevarme cerca de la cima de la montaña...

La verdad es que también le sorprendió descubrir esto. Aunque había crecido en la cima de una montaña, nunca había subido a una. Nunca había tenido motivos para ponerse unas botas de montaña. Le daba vergüenza admitirlo, pero ni siquiera había caminado una sola vez desde la base del monte Tamakura hasta el santuario.

Todo esto hacía que Izumiko sintiera que había vivido una vida muy diferente a la de los Yamabushi con los que se suponía que estaba relacionada. Después de todo, ellos se entrenaban en las empinadas cimas de las montañas y ella nunca se había puesto unas botas de montaña. Probablemente, Yukimasa veía el monte Takao como un paseo por un jardín. Izumiko tenía un vago recuerdo de Yukimasa la primera vez que llevó a Miyuki al santuario, hacía años. En aquel entonces, él se entrenaba en las montañas y tenía el cabello y la barba largos, que dejaba crecer a su antojo. Sin embargo, ya no tenía ese aspecto.

Al seguir leyendo la guía, Izumiko descubrió que el monte Takao era una montaña pequeña, de solo 600 metros de altura.

Se suponía que subir desde la base hasta la cima llevaba dos horas, incluso sin equipo de senderismo. Cuando buscó cómo llegar al monte Takao, vio, sin sorpresa, que había una ruta directa desde la escuela. Si tomaba el autobús en la parada frente a la escuela y se bajaba en la estación Takao, la montaña estaba a solo una parada en tren. Incluso un niño de primaria podría hacer el viaje.

El único problema era la tendencia de Izumiko a romper cualquier aparato electrónico con el que entrara en contacto. Ni siquiera la máquina expendedora de boletos de la estación de Shinjuku había salido indemne. Recordó que Miyuki fue quien compró los boletos aquella vez también. Alarmada, sacudió rápidamente la cabeza para borrar ese pensamiento de su mente. Si no podía tomar el tren, siempre podía tomar un taxi. Sawa le dio mucho dinero para gastos. Era más de lo que podía gastar en la escuela.

Vamos. No será difícil...

Esta sería la primera vez que Izumiko salía sola. Aun así, se dijo a sí misma que no debía avergonzarse por ello. Ya era hora de que se liberara de la sobreprotección en la que había estado envuelta toda su vida.

El clima del sábado por la mañana no estaba precisamente despejado, pero aún así salió el sol.

Como los días ya se acercaban a la temporada de lluvias, Izumiko estaba agradecida de que el sol brillara. Mientras se colocaba su gorra blanca de repartidor de periódicos en la cabeza y salía por la puerta, se dio cuenta de que su viaje de secundaria a Tokio fue lugar hacía casi exactamente un año.

Izumiko no se atrevió a llamar a un taxi, así que esperó en la parada de autobús frente a la escuela. Incluso eso era suficiente para ponerla nerviosa. Temblaba mientras introducía el dinero en la máquina expendedora de boletos. Por suerte, ese nivel de tecnología no le supuso ningún problema. Llegó a la estación de Takao sin contratiempos.

Por suerte, no tuvo que llamar a un taxi en la estación, ya que había un par esperando clientes. El trayecto en taxi desde la estación también fue muy bien. De hecho, todo el viaje fue mucho mejor de lo que esperaba y, sin ningún problema, Izumiko se encontró en un santiamén frente a los restaurantes y tiendas de recuerdos al pie de la montaña.

La amplia acera estaba llena de gente. Había todo tipo de cosas que ver. Muchas personas vestían de tal manera que nunca se diría que estaban allí para escalar una montaña. Gracias al bullicio que se dirigía hacia la montaña, ni siquiera Izumiko podía perderse. Sus hombros se relajaron al darse cuenta de que todo iría bien. Incluso empezó a disfrutar a medida que se acercaba a su objetivo.

Finalmente encontró la entrada del teleférico. Izumiko normalmente se habría detenido allí, sin saber cómo continuar, pero estaba disfrutando tanto de la aventura que decidió desafiarse un poco más. Se dirigió hacia los vagones.

Aunque no sabía lo empinada que era esta montaña, estaba acostumbrada a caminar por las montañas. Probablemente podría caminar durante horas si la pendiente fuera la de una colina. Subirse en el teleférico sería más difícil para ella. Había mucha gente esperando para subir. Desde el punto de vista de Izumiko, la entrada del teleférico bien podría haber sido una pequeña estación de Shinjuku.

No debería pasar nada mientras no se balancee mucho. Solo tengo que tener más confianza en mí misma.

En el teleférico había tanto una taquilla como una máquina expendedora de boletos. Ver a toda la gente haciendo fila la puso un poco nerviosa, pero decidió ir a la máquina.

Nadie habría imaginado que la chica de las trenzas estaba rezando con todas sus fuerzas mientras introducía las monedas en la ranura. Cuando salió el boleto, sintió como si acabara de recibir una gran fortuna de un santuario.

Lo logré...

Había superado el primer obstáculo. Era extraño sonreír por un boleto, así que rápidamente dejó de mostrar su expresión de felicidad. Sin embargo, tener el boleto en sus manos la hacía sentir que hoy podía hacer cualquier cosa.

Izumiko se dirigió al andén en un estado de euforia. Ni siquiera le molestaba que el vagón estuviera abarrotado. No le preocupaba si esto era diferente de un tren urbano abarrotado mientras ascendía por la empinada pendiente hacia el paisaje montañoso. Durante los cinco minutos que duró el trayecto, su mente se centró en el boleto y en cómo pudo comprarlo.

En la cima había tantas tiendas y gente paseando como en la base de la montaña. El flujo de personas caminando de aquí para allá era igualmente caótico. Grandes cedros bordeaban el camino. Los árboles no eran tan antiguos como los del santuario Tamakura, pero la tranquilidad bajo sus altas ramas era suficiente para hacer desaparecer el ruido de los turistas. Esa era la diferencia entre estar en las montañas y estar en las tierras bajas.

Los árboles habían dejado numerosos arañazos en los edificios que los rodeaban. A ellos se sumaban las marcas de las ardillas que trepaban por las paredes. Eso daba al lugar la sensación de estar habitado por todo tipo de seres vivos. Había señales de la montaña y del agua. Estar aquí no era muy diferente a pasear por su propia montaña.

Finalmente, vio el templo Yakuouin. Al atravesar las puertas y entrar en el recinto, vio dos estatuas de bronce de tengu. Izumiko se detuvo frente a ellas. Estaban vestidas como Yamabushi. Había visto dibujos de sus rostros en la guía que había leído, pero era la primera vez que las veía en su totalidad. Tenían alas cortas y regordetas que les salían de la espalda. Uno de los tengu tenía una mirada severa en su rostro de nariz larga. Las otras estatuas tenían la nariz y la boca de un pájaro.

Me pregunto si los Yamabushi pueden transformarse en tengu...

Eso no era lo único que pensaba mientras contemplaba la vestimenta de los tengu. Puede que no se parecieran en nada, pero incluso con las alas en la espalda, las estatuas le recordaban de alguna manera a Yukimasa.

—Has llegado muy rápido. ¿Tomaste el teleférico?

Las estatuas de tengu no hablaban. Era Yukimasa. Estaba de pie junto a ella, habiendo llegado en algún momento sin que ella se diera cuenta. Izumiko no se sorprendió al verlo. Sin embargo, no pudo evitar sentirse impresionada por el hecho de que hubiera viajado hasta allí como una persona normal.

Yukimasa era el tipo de persona a la que le gustaba vestir de manera informal, siempre y cuando no fuera necesario un atuendo más formal. Incluso la vez que visitó el santuario Tamakura a petición de Daisei, se vistió como un joven. Hoy volvía a vestir así, con una camisa de aspecto tosco y jeans rotos. Parecía un estudiante universitario que vino aquí a pasear sin rumbo fijo. También se veía demasiado joven para ser profesor.

Con Yukimasa a su lado, las personas que hasta ahora habían pasado junto a ella sin mirarla dos veces comenzaron a mirar en su dirección. Eso era lo que sucedía cuando Yukimasa estaba cerca.

—Pude comprar un boleto para el teleférico —dijo Izumiko con orgullo, enderezándose hasta alcanzar su máxima estatura.

—¿En serio? Qué bien. Pero, ¿qué te parece? ¿Quieres intentar escalar el monte Takao?

—¿Qué? Hay demasiada gente...

—Es el lugar turístico natural más cercano a la ciudad. Pero, al mismo tiempo, sigue siendo una montaña en la que se entrenan los Yamabushi. Incluso hoy en día se siguen practicando las antiguas tradiciones. Aquí incluso hacemos la meditación habitual bajo las cascadas.

Yukimasa miró a su alrededor y continuó con tono alegre:

—Este lugar ha estado bien protegido desde hace mucho tiempo. Los señores feudales del pasado nunca permitieron que nadie talara los árboles. Antes y después del periodo de los reinos en guerra, esta tierra se ha mantenido sin cambios. Protegida. Es una historia inusual en este país. Muchos líderes militares han venido aquí para encontrar la fe en sí mismos antes de las batallas. Debido a esto, se ha mantenido tal cual, a pesar de estar tan cerca de la ciudad. La gente también rezaba aquí en dirección al monte Fuji en la era Edo.

—¿Se puede ver el monte Fuji desde aquí?

—¿Hoy? Lo averiguaremos después de presentar nuestros respetos en el templo.

Técnicamente, el nombre real del templo Yakuouin era Yakuouin Yuukiji. También era un templo que practicaba la rama Shingon del budismo. Era la primera vez que visitaba un templo Shingon. No sabía lo suficiente sobre incienso como para reconocer el aroma que utilizaba el templo XX por su nombre, pero sin duda era uno poco común.

—Rezamos a Izuna Daigongen, el santo patrón del templo. Está consagrado aquí —explicó Yukimasa después de que inclinaran la cabeza y se dirigieran hacia el edificio donde estaba consagrado Izuna Daigongen.

Sin embargo, mientras subían las escaleras hacia el edificio, Izumiko se fijó en un tori sintoísta rojo en la parte superior.

—Eh, hay un tori aquí.

Yukimasa asintió con la cabeza ante sus palabras.

—El sistema de creencias aquí es una mezcla de sintoísmo y budismo. Como ya hemos comentado antes, muchas montañas del país utilizan una encarnación del budismo que incorpora a las deidades de las montañas. Tras la separación entre el budismo y el sintoísmo en la era Meiji, los lugares donde se podía adorar a ambos se volvieron escasos. Al fin y al cabo, la separación fue forzada. Los santuarios debían ser santuarios y los templos, templos. Antes de eso, los templos que incorporaban creencias sintoístas y los santuarios que incorporaban creencias budistas eran relativamente comunes».

—¿Izuna Daigongen proviene del monte Izuna en Nagano? —preguntó Izumiko, dándose cuenta de la conexión.

—Sí. Se cree que lo adoptaron como deidad aquí en la Edad Media. ¿Has investigado algo por tu cuenta? —preguntó Yukimasa alegremente. Izumiko asintió.

—Lo escuché primero de Miyuki. Pero después investigué un poco más. Ser la compañera de cuarto de Mayura me hace sentir que debería saberlo todo.

Yukimasa fingió no entender, evitando el tema y ahorrándose el tiempo que le habría llevado discutirlo.

—Los gemelos Souda, Mayura y Manatsu, provienen de una estirpe de sacerdotes del santuario Togakushi. Sin embargo, el santuario actual está dirigido por una rama diferente de la familia. El monte Izuna está justo al lado del monte Togakushi. Son montañas de gran reputación. En el pasado, ambas eran sagradas para los Yamabushi.

Después de morderse el labio por un momento, Izumiko dijo:

—Los vi. Invocaron a un espíritu.

—¿Uno de verdad?

—Uno de verdad.

Tenía las manos apretadas y sudorosas por los nervios, pero continuó.

—¿Cómo terminé siendo compañera de cuarto de Mayura? Parece que hay mucha gente como ella en la Academia Houjou.

Yukimasa se tomó un momento para considerar su pregunta.

—Bueno, tu alojamiento con la señorita Souda fue una casualidad. Sin embargo, es cierto que la Academia Houjou reúne a estudiantes con habilidades especiales.

Izumiko esperaba oír eso.

—Subamos hasta la cima —dijo Yukimasa con naturalidad—. Allí podremos hablar todo lo que queramos.

Poco después de pasar el edificio interior del templo, las escaleras y el pavimento dieron paso a un sendero montañoso normal. Sin embargo, no era un camino empinado y, tras unos veinte minutos de caminata rápida, llegaron a la cima de la montaña. La cima se había convertido en una zona verde grande pero estrecha, con grandes prismáticos metálicos en los extremos este y oeste.

Ese día no se veía el monte Fuji, aunque su silueta era casi reconocible, oculta tras una neblina azulada de nubes. De todos modos, la vista de las verdes montañas llenó a Izumiko de calma y pudo respirar libremente. La Academia Houjou estaba en un valle, por lo que hacía mucho tiempo que no estaba al aire libre como ahora. La hacía sentir como en casa.

Aun así, el pequeño parque también estaba lleno de gente. Había mucha más gente contemplando las vistas, tomando fotos y, en general, pasándolo bien de lo que Izumiko había pensado.

No puedo bailar aquí.

Se sintió extrañamente sola mientras contemplaba las montañas que la rodeaban. Mientras Izumiko recuperaba el aliento tras la subida, una joven llamó a Yukimasa.

—Disculpe. ¿Le importaría que le tomara una foto?

—Claro —respondió él con naturalidad, extendiendo la mano para tomar la cámara. Sin embargo, la mujer no se la entregó.

—No. Quiero decir, ¿podemos tomarnos una foto juntos?

Por supuesto que algo así le sucedería a Yukimasa.

La mujer y su amiga se acercaron a Yukimasa y movieron la cámara, tratando de encontrar el mejor ángulo. La gente se detuvo a mirar. Y entonces, más mujeres comenzaron a pedir fotos. La situación se fue descontrolando cada vez más, hasta que Izumiko y Yukimasa no tuvieron más remedio que escapar a uno de los observatorios a través de un sendero lateral entre los árboles.

Por fin a solas, Izumiko pudo hacer la pregunta que más le quemaba en la mente.

—¿Por qué me enviaron a la Academia Houjou? ¿Y por qué llegaó a convertirte en profesor allí?

—Es una prueba. Reunir a todo tipo de estudiantes superdotados en una sola escuela es una prueba.

El tono de Yukimasa era informal, como si estuvieran hablando de los últimos chismes.

—Quizá sea mejor decir que todos ustedes son candidatos. Es una prueba para encontrar a las personas que necesitan protección para asegurar el futuro. Hasta ahora, este grupo especial de personas ha estado oculto al mundo para protegerlos. Pero, a diferencia de eso, el objetivo de este nuevo proyecto es proteger públicamente a las personas con habilidades especiales tanto en el país como en el mundo. En este momento estamos tomando medidas para comenzar el proyecto. Supongo que se podría decir que reconoceremos a las personas como patrimonio mundial.

Izumiko asintió, pero no podía entender lo que Yukimasa acababa de decir.

—Yo... no entiendo muy bien lo que dice...

—En otras palabras, lo que quiero decir es que los humanos que pueden comunicarse con los espíritus se están convirtiendo en una especie en peligro de extinción. Aunque no tenemos una comprensión formal de por qué los espíritus están aquí, me temo que nunca lo sabremos. Las personas que pueden comunicarse con los espíritus provienen de todas partes del mundo, ya sea que crean en todas las deidades o solo en una. Pero, se mire como se mire, su número está disminuyendo.

Yukimasa continuó, mirando hacia el escarpado acantilado que se extendía debajo. Estaba cubierto de árboles raquíticos.

—Los Yamabushi saben que los espíritus existen en todas partes. Son los que dan a nuestras montañas tanta vitalidad y poder. Se podría decir que los humanos nos aislamos del medio ambiente cuando perdimos por completo nuestra capacidad de comunicarnos directamente con la tierra. La tierra sobrevivirá de una forma u otra, pero es muy posible que los humanos se extingan. Tenemos que ser más conscientes del mundo que nos rodea.

Izumiko no creía que la información que él le estaba dando fuera tan difícil de entender. Simplemente, era una idea muy nueva para ella. Hizo todo lo posible por comprenderla, pero por más que lo intentaba, la mitad de lo que él decía seguía siendo un misterio para ella. Y lo que era peor, solo podía entender vagamente la otra mitad.

—Pero no puedo comunicarme con la diosa... Tampoco tengo ningún control sobre ella.

—Es cierto.

—¿Las sacerdotisas que pueden invocar a los dioses y los Yamabushi trabajan en pareja? Por ejemplo, ¿alguien podría ayudarme a controlar mis poderes?

Yukimasa parpadeó y luego le sonrió.

—Veo que has estado investigando mucho. Creo que enviarte a la Academia Houjou fue sin duda una buena idea.

—¿Por eso vino a la Academia Houjou? ¿Para ver cómo estaba?

—Una vez más, parece que tienes menos fe en mí de lo que pensaba.

Izumiko no esperaba que Yukimasa sonara tan decepcionado, pero era una broma. No hablaba en serio.

—Me hieres. Y fui yo quien te dio el cuchillo.

—Pero es verdad, ¿no? —preguntó Izumiko, volviendo a centrar la atención en el tema que les ocupaba—. Vino aquí por mí.

Esta vez, Yukimasa respondió con sinceridad.

—Las sacerdotisas que invocaban a los dioses podían hacerlo porque los dioses acuden a ellas. Es demasiado pronto para lo que estás diciendo. Aún no sabes lo que estás haciendo en la academia. Nadie sabe si los niños como tú, que han sido alejados de sus hogares en las montañas sagradas, serán capaces de usar alguno de los poderes de inmediato. En este momento, Japón simplemente quiere saber la cantidad promedio de poder que alguien como tú puede tener.

—Realmente no me importa si encuentran algún poder en mí —dijo Izumiko, comenzando a sentirse frustrada con toda la situación—. No creo que tenga ninguna habilidad para controlar nada como la que tienen Takayanagi o Mayura.

—Desde luego, no podrás hacer nada si piensas así —respondió Yukimasa con serenidad—. Eres la chica a la que nosotros, los Yamabushi, hemos estado protegiendo. Eso sigue siendo cierto incluso ahora. Aunque no despiertes aquí, eso no cambiará. Daisei y yo todavía estamos tratando de decidir si fue una buena idea enviarte al mundo de esta manera. A decir verdad, la Academia Houjou está controlada por el gobierno hasta cierto punto. Está financiada en parte por el gobierno y el resto del dinero proviene de otros grupos. Los Yamabushi más auténticos no han trabajado con nadie en más de mil años. Cualquier posibilidad de que algo así ocurra les ha llevado a esconderse en las sombras. Sin embargo, también ha habido otros grupos de personas durante todos esos largos años que han pensado de otra manera. Los médiums, las aldeas de ninjas, etc.

Izumiko exhaló y preguntó:

—¿Mayura y Manatsu forman parte de un grupo diferente al nuestro?

—Investiga las enseñanzas que siguen los ninjas. Han colaborado con poderes políticos en el pasado. En cuanto a mí, vine aquí para asegurarme de que no ocurriera nada realmente problemático. Ser profesor tenía sentido.

 Por supuesto, Yukimasa apareció después de que ocurrieran las cosas problemáticas.

Sonrió.

—Si puedo mantenerte alejada de cualquier estrés externo mientras actúo como una parte imparcial, me encargaré de ello. Solo soy un profesor extra, así que no tengo tantas responsabilidades que me mantengan ocupado.

Izumiko se quedó callada un momento y luego preguntó en voz baja:

—Sr. Sagara, ¿por qué se lleva tan mal con Miyuki?

Si quería hacer algo con respecto a su estrés, lo primero que tenía que cambiar era su relación con Miyuki. No parecía que Yukimasa estuviera preparado para la pregunta, pero no dejó que eso lo desconcertara.

—¿Por qué? Supongo que es porque hasta ahora no lo he considerado mucho como hijo. Por eso, nuestra relación es lo que es. Es difícil criar a un hijo siendo padre soltero. Aunque nunca quise que me odiara.

Si no quiere que lo odie, debería dejar de decir cosas que sabes que lo harán odiarlo... pensó Izumiko, pero se abstuvo de decir nada.

—No creo que Miyuki pueda soportar toda la presión que le está imponiendo.  

—No lo he obligado a hacer nada que tenga que ver contigo. Cuando dije que tenía que obedecerte, era solo una forma de hablar. En realidad, nunca le he dicho nada parecido. Le dije que era libre de hacer lo que quisiera y elegir su propia preparatoria. Venir a la Academia Houjou fue su propia decisión, así que si está molesto, no tiene motivos para estarlo.

Izumiko también se lo preguntaba. Creía lo que decía Yukimasa.

—Pero, señor Sagara... usted lo llamó paje...

Yukimasa resopló.

—No es tan ignorante como para tomarse una broma tan en serio. Tiene que actuar según su edad.

Izumiko suspiró. A Miyuki no lo estaban obligando a hacer nada. Era justo... pero, al mismo tiempo, no lo era. Pensó en la vez que Miyuki apareció en el santuario, cubierto de heridas. Habían desaparecido, pero sus efectos mentales no.

Izumiko dejó que Yukimasa le comprara una botella de té en la estación de servicio, pero rechazó la comida que le ofreció. No tenía ganas de comer. De camino a la montaña, Yukimasa le preguntó si quería que la llevara de vuelta a la escuela. Ella también lo rechazó. Como había sido capaz de usar la máquina expendedora de boletos del teleférico, pensaba volver en tren.

—Tengo que volver sola. Es un entrenamiento.

Al ver lo decidida que estaba Izumiko, Yukimasa cedió.

—Está bien. Si estás tan decidida, no te llevaré de vuelta. Solo ten cuidado. No hables con extraños.

Si alguien iba a hablar con extraños, Izumiko sabía que sería Yukimasa.

 

 

Parte 2

—¡Oye! ¡Estás aquí! ¡Yuki! —gritó Manatsu. Él y el otro estudiante en cuestión estaban haciendo fila en la cafetería—. ¡Oye! ¡Yuki! ¡Te estoy llamando!

Manatsu le gritaba a Miyuki. Miyuki lo miró sorprendido.

—¿Yo?

—Sí, tú.

—¿Por qué me llamas Yuki?

—Te enojaste mucho conmigo cuando te llamé Miyuki la última vez. Así que ahora te llamo Yuki.

Manatsu parecía bastante orgulloso de sí mismo. Señaló la mesa donde Izumiko y Mayura ya estaban sentadas con su comida.

—Come con nosotros allí.

Miyuki miró en dirección a la mesa, pero su respuesta fue evasiva.

—Lo siento. Tengo una reunión con un profesor.

Con eso, Miyuki se marchó rápidamente, obligando a Manatsu a volver solo a la mesa.

—¡Se escapó otra vez! —exclamó. Manatsu no parecía desanimado, teniendo en cuenta lo fría que había sido la actitud de Miyuki.

Mayura miró fijamente a su hermano.

—¿Te encontraste con Sagara? ¿Cómo está?

—Está bien —respondió Manatsu alegremente—. Matsumi se alegró de conocer a alguien como él. Dijo que le parecía un buen tipo.

—¿En serio?

Mayura miró a Izumiko, quien ladeó la cabeza en respuesta. En realidad, Izumiko no había podido apartar la vista de Matsumi el tiempo suficiente como para darse cuenta de la respuesta de Miyuki al tercer trillizo.

Manatsu se sentó y le sonrió a Izumiko.

—Aunque te mostraste un poco cautelosa con él, a Matsumi también le gustaste, Izumiko. Eso quedó claro.

Manatsu comenzó a comer. Cuando comía, era incapaz de darse cuenta de nada más a su alrededor, así que Mayura no se molestó en bajar la voz.

—Es inusual que Manatsu se encariñe con alguien nuevo. Entiendo por qué le gustas, pero es raro que le guste alguien como Sagara. Sagara no parece el tipo de persona a la que le gustan los animales.

—Cuando lo dices así, Mayura, parece que Manatsu también fuera un animal —señaló Izumiko en voz baja.

Mayura se encogió de hombros.

—Creo que Manatsu simpatiza más con los perros, los caballos y otros animales que con nosotros. O al menos eso parece.

Izumiko bajó la mirada. Independientemente de la razón por la que Manatsu se hubiera encaprichado con Miyuki, lo más probable era que Miyuki nunca se sentara a la misma mesa que los hermanos Souda. Izumiko sabía muy bien que ella era la razón de ello.

Una vez que terminó de devorar su comida, Manatsu preguntó:

—Izumiko, ¿te peleaste con Sagara?

Izumiko lo miró sorprendida. Pelea no era la palabra adecuada, pero no creía que quisiera explicar exactamente lo que había pasado. Sería doloroso para ella hacerlo.

—No —respondió con voz indiferente—. Nada de eso. Para empezar, nunca nos hemos llevado lo suficientemente bien como para pelearnos.

—Ah, bien —dijo Mayura, sin indagar más—. Pero últimamente parece estar actuando de forma un poco extraña.

Izumiko se preguntó cuánto sabía Mayura. Como compañera de cuarto, sabía que Izumiko salió el sábado, pero no le había hecho ninguna pregunta al respecto.

Por muy cercanas que lleguemos a ser, siempre habrá diferencias entre nosotras. Cuanto más pienso en lo que dijo el Sr. Sagara, más me doy cuenta de ello. Nunca estaremos de acuerdo, aunque nos acerquemos más...

A Izumiko le preocupaba si aún podría considerar a Mayura su amiga si la otra chica llegara a saber demasiado. Pero probablemente no había nadie en el mundo que hubiera revelado todos sus pequeños secretos. Tampoco existían las relaciones sin secretos, ni había razones definitivas por las que las dos chicas no pudieran ser amigas.

Aun así, un paso en falso podría ser suficiente para que las cosas entre ellas se volvieran inciertas. Izumiko aún no tenía experiencia en encontrar un buen equilibrio entre guardar y compartir secretos.

Aunque Mayura y Manatsu dejen de considerarme su amiga, yo seguiré queriéndolos. Por eso quiero seguir con ellos. Quiero pasar buenos momentos con ellos, aunque no pueda contárselos todo... Quiero estar con ellos hasta que me digan que ya no me quieren.

 

 

Cuando finalmente llegaron las elecciones del gobierno estudiantil, corrió el rumor de que Ichijo Takayanagi se retiró de la carrera.

El rumor pudo haber comenzado debido al hecho de que Takayanagi nunca había presentado su registro de candidatura.

Sin ninguna razón para postularse, Takayanagi le decía a la gente que desde el principio no había tenido ningún interés en el gobierno estudiantil. Por supuesto, todo el desastre de la adivinación había quedado en el olvido.

Takayanagi se tomó unos días libres después de que Matsumi lo golpeara hasta dejarlo en el suelo, pero aparentaba estar alegre y continuó con sus actividades escolares como si nada hubiera pasado. Sin embargo, Nobuyuki Kosama se había cambiado de escuela de repente. Por lo que Izumiko sabía, ningún otro shikigami había ocupado su lugar. La verdad es que últimamente había visto cada vez menos shikigami.

Sin embargo, con la marcha de Kosaka, Takayanagi ya no tenía compañero de cuarto. Poco después se mudó un estudiante transferido de Alemania. Era un chico grande, musculoso, deportista, con cabello rubio y ojos azules. Como era de esperar, se convirtió en tema de conversación poco después de su ingreso en la escuela. Pero incluso cuando Izumiko miraba fijamente al chico nuevo, su apariencia no cambiaba. Realmente era solo un auténtico estudiante transferido.

Según Mayura, el comportamiento de Takayanagi se había calmado después de que Klaus, el estudiante transferido, se uniera a la clase A. Se interesó mucho por el intercambio cultural con su nuevo compañero de cuarto y pasaba la mayor parte del tiempo con él. Por el momento, no tenía tiempo para urdir más planes malvados.

Quizás por eso el Sr. Sagara vino a la escuela...

Parecía posible. Quizás vino para asegurarse de que ningún otro shikigami se uniera a la academia. Como mínimo, probablemente tuvo algo que ver con su disminución. Con la gradual desaparición de los shikigami, los edificios de la escuela se veían más luminosos.

No aparecieron otros candidatos al gobierno estudiantil y, con la aprobación de Honoka Jean Kisaragi, las elecciones llegaron a su fin sin mucho clímax. Se llevó a cabo una votación aburrida pero necesaria y Jean Honoka Kisaragi fue elegida como la nueva presidenta del gobierno estudiantil.

En lo que respecta a las elecciones de los estudiantes de preparatoria, todos los cargos por debajo del de vicepresidente eran elegidos por el presidente. Los miembros del gobierno eran invitados a unirse o se ofrecían como voluntarios. Los miembros del comité del festival escolar, una rama del gobierno estudiantil, estaban formados por representantes de las diferentes clases. Pero el cuerpo real del gobierno estudiantil estaba compuesto generalmente por personas que compartían las opiniones del presidente.

Con Mayura Souda ahora como parte del grupo, el nuevo gobierno estudiantil fue un gran éxito. La mayoría de los miembros seguían siendo los mismos que el año anterior. El resto de los puestos fueron ocupados por voluntarios no solo de las clases de primer año, sino también de las de segundo. Sin embargo, el repentino aumento de participantes masculinos delató las segundas intenciones de los chicos al unirse al gobierno estudiantil. Por suerte, el club no era el tipo de grupo que permitía muchas tonterías y la sala no se llenó demasiado con los nuevos reclutas.

Mayura siempre hacía exactamente lo que prometía. De esta manera, conseguía que incluso los miembros menos dispuestos del gobierno trabajaran. Acudía a la sala del gobierno estudiantil todos los días y trabajaba tanto en el presupuesto como en la planificación de eventos. Arrastrada por Mayura, Izumiko a veces también trabajaba en la sala del gobierno estudiantil. Todavía no sabía usar la computadora, pero Mayura se encargaba de esa parte de las responsabilidades.

Por supuesto, Miyuki pasaba aún más tiempo en la sala del gobierno estudiantil que Mayura. Lo que lo diferenciaba de los demás nuevos reclutas era que ignoraba a Izumiko, salvo por algunas miradas superficiales. Pero más que eso, parecía casi mezclarse con los miembros del gobierno que se habían quedado desde el año anterior.

Miyuki era muy popular entre los estudiantes mayores. Era una idea nueva que Izumiko tenía que procesar. No se esforzaba demasiado, pero sí se esforzaba por hacer amigos. Era difícil saber si seguía en contacto con el Sr. Nonomura, que lo acogió y le enseñó artes marciales durante la estancia de Miyuki en el santuario Tamakura.

Tenía dos caras...

A Izumiko le dolía admitirlo, pero Miyuki era definitivamente más sociable que ella. Nadie hablaba mucho con ella. Y, por muy duro que fuera, era lógico que ella evitara a Miyuki si él la evitaba a ella.

Un día, cuando Izumiko llevaba un conjunto de impresiones a la sala del gobierno estudiantil a petición de Mayura, oyó una voz tranquila y risueña que provenía de la sala del gobierno estudiantil. Normalmente siempre había cuatro o cinco personas por allí, pero ese día había muy poca gente. Cuando Izumiko miró dentro, se sorprendió al ver que las únicas dos personas que había en la sala eran Mayura y Miyuki.

Se detuvo en la puerta.

Miyuki se había alejado de su computadora y observaba cómo Mayura se reía. De fondo se oía música electrónica a bajo volumen. Por mucho que Izumiko observara la situación, no parecía que estuvieran haciendo ningún trabajo relacionado con el consejo estudiantil.

Era cierto que los dos eran los alumnos de primer año más trabajadores del consejo estudiantil, pero aún así se tomaban descansos cuando nadie los veía. Miyuki se rió mientras decía algo. Fuera lo que fuera, hizo reír a Mayura de nuevo. Izumiko sabía que estaban trabajando juntos en un proyecto. Por eso, estaban hablando más de lo que lo habían hecho hasta ahora. Aun así, era la primera vez que los veía tan cómodos juntos y disfrutando de la compañía del otro.

En ese momento, la conversación no tenía nada que ver con el ascetismo ni con los espíritus. Parecían estudiantes de preparatoria normales. Izumiko contempló la expresión despreocupada de Mayura. Si los interrumpía, ¿arruinaría su momento?

Aunque no puedo imaginar que Mayura me pregunte qué estoy haciendo aquí...

Izumiko consideró darse la vuelta y marcharse antes de que Miyuki y Mayura la vieran. Estaba entrometiéndose y no quería que Miyuki la viera allí de repente. No era que estuviera tratando de evitar a Miyuki de forma descarada, pero él no lo sabía.

Sin embargo, antes de que Izumiko pudiera moverse, Mayura levantó la vista y la vio en la puerta.

—¡Izumiko! ¡Ven aquí! ¡Ven aquí! ¡Esto es muy divertido! —Le hizo un gesto a Izumiko para que se uniera a ellos, claramente imperturbable por la aparición de la otra chica. Miyuki tampoco parecía molesto. Izumiko los miró fijamente por un momento, pero la expresión de Miyuki no cambió. Él la miraba con la misma sonrisa que tenía antes de que Mayura viera a Izumiko.

Cuando Izumiko no se acercó, él le preguntó:

—¿Qué pasa?

Izumiko se dio cuenta de que hubiera preferido que Miyuki se hubiera levantado y salido de la habitación tan pronto como ella apareció. La forma en que él le sonreía como si nada hubiera pasado era mucho más difícil de soportar que su rechazo. Ella sabía que él no sonreía porque la hubiera perdonado. Esa expresión era puramente para guardar las apariencias. Él la estaba excluyendo de nuevo.

—...Solo venía a dejar esto aquí —le dijo rápidamente a Mayura y colocó los papeles sobre una mesa cercana. Luego salió apresuradamente de la sala del gobierno estudiantil.

Antes de darse cuenta, estaba en la pista de equitación.

Ya sabía que, cada vez que estaba molesta, sus piernas parecían llevarla allí por sí solas. Dentro de la valla, el club de equitación ya estaba en sesión. Tres caballos galopaban alrededor de la pista. Sin embargo, Manatsu no estaba entre ellos. Probablemente estaba en los establos, como de costumbre.

Mientras el resto del club ejercitaba a los caballos, Manatsu solía ser el encargado de las tareas que nadie quería hacer, como cambiar la paja de los establos. No era que lo obligaran a hacerlo por ser un miembro nuevo. Por lo que Izumiko sabía, él se ofrecía voluntario para hacerlo.

A menudo también cepillaba a los caballos. Después del entrenamiento, los cepillaba de la cabeza a las patas traseras, utilizando todo tipo de cepillos diferentes. Cuando terminaba, raspaba la suciedad de la parte inferior de sus cascos.

Manatsu estaba cepillando a un caballo en ese momento. Izumiko iba a visitarlo al establo de vez en cuando, por lo que conocía el proceso. Nunca había sostenido un cepillo, pero solo verlo cuidar de los caballos le resultaba relajante. Aunque Manatsu siempre era consciente de que Izumiko estaba allí cuando ella venía, nunca lo reconocía. Sabía que ella no venía a hablar.

Sin embargo, por alguna razón, ese día dejó de trabajar y se volvió hacia ella.

—¿Qué pasa?

Era la misma pregunta que le hizo Miyuki. Izumiko se movió incómoda y luego respiró hondo. Podía hacerle su pregunta.

—Manatsu... ¿Alguna vez has pensado que te sentirías solo si Mayura hiciera una amiga muy cercana?

—Eh... Nunca lo he pensado.

Era lo que Izumiko esperaba que dijera.

Un momento después, continuó.

—Si a Mayura le gusta alguien, a mí también me gusta. Lo decidí hace mucho tiempo.

—¿Nunca ha habido excepciones?

Supongo que, mientras estén cerca, pueden sentirse el uno al otro... pensó Izumiko para sí misma.

Manatsu reformuló sus palabras.

—La verdad es que... no entiendo muy bien a Mayura. Al fin y al cabo, es una chica. Matsumi y yo éramos prácticamente la misma persona, pero ella es diferente. Yo estoy bien mientras los dos estén conmigo. Aunque puede que Mayura piense de otra manera.

El caballo relinchó como si reprochara a Manatsu que descuidara su trabajo. Manatsu levantó la mano y siguió cepillando al animal.

—Mayura probablemente haría daño a cualquier idiota que intentara salir con ella. Aunque sea una chica, creo que es bastante agresiva. Sin duda, evita que mi vida sea aburrida. Matsumi piensa lo mismo. Pero, en cualquier caso, mientras ella sea feliz, nosotros también lo somos.

Izumiko se quedó callada. Todo lo que Manatsu acababa de decir la ponía celosa y temía que se notara si hablaba.

Normalmente, una visita al establo la calmaba y podía volver a sus estudios. Sin embargo, hoy no estaba lista para regresar todavía. En cambio, giró sin rumbo fijo en dirección opuesta al campus principal y comenzó a caminar.

La colina se empinó rápidamente a medida que se adentraba en la parte más frondosa del bosque. Seguía siendo parte de la escuela, pero no había ningún estudiante a la vista. La soledad hacía que la inmensidad de la zona fuera especialmente notable.

Finalmente, Izumiko vio la casa de seminarios frente a ella. Se construyó en el bosque para que los estudiantes tuvieran un salón de clases donde pudieran ver la naturaleza. Sin embargo, nunca había tenido una clase allí y era la primera vez que la veía. Por el aspecto cubierto de maleza del camino por el que caminaba, parecía que no mucha gente pasaba por allí a menudo. Decidió caminar hasta la cima de la colina. Ya que había llegado hasta allí, más valía disfrutar de las vistas. Por desgracia, los árboles que tenía sobre su cabeza tenían las ramas tan frondosas que era difícil ver el cielo a través del arco que formaban. Como resultado, no se dio cuenta de que el clima había cambiado hasta que el suave golpeteo de las gotas de lluvia sobre las hojas se hizo audible en todo el bosque.

¿Qué? No me había dado cuenta... Izumiko no tuvo más remedio que regresar. Sin embargo, apenas había llegado a la casa de seminarios cuando empezó a llover con fuerza.

Izumiko se refugió bajo el alero del edificio y decidió esperar a que la lluvia amainara un poco. Fue entonces cuando oyó un vago sonido de música procedente del interior. Sorprendida, probó la puerta, pero estaba cerrada con llave. No esperaba poder entrar, pero la música que provenía del interior seguía siendo extraña.

¿Qué es esto? La música suena muy antigua. Como los cánticos de una obra de teatro Noh...

No podía decir que encajara muy bien con la casa de seminarios, de estilo cabaña de madera. Sin embargo, eso era lo que parecía. Pegó la oreja al cristal de la puerta para intentar oír mejor. El tempo de la música era más alegre de lo que había pensado.

Mientras escuchaba, Izumiko se sorprendió al ver que el sol poniente se filtraba de repente entre los árboles.

Ah, una lluvia de sol... Una boda de zorros...

El abuelo de Izumiko, Takeomi, siempre decía que cada vez que había una lluvia de sol, un zorro se casaba. Izumiko salió a la lluvia. Las hojas mojadas brillaban, con los bordes dorados por el sol. Aquí y allá, el rocío de la hierba brillaba como diamantes al reflejarse la luz del sol.

Sus zapatos y su uniforme se mojaron, pero Izumiko se apresuró a volver a la cima de la colina. Tenía que encontrar un lugar desde donde pudiera ver el cielo antes de que terminara la lluvia con sol.

Por fin, el bosque llegó a su fin. Frente al sol que se asomaba entre las nubes, el cielo oriental era de un rojo intenso. Pero lo mejor era el arcoíris que atravesaba la vista de Izumiko.

No importaba qué materiales artísticos o película se utilizaran, era imposible recrear esa escena. Era algo que solo se podía ver en persona. Con el tiempo, la tormenta pasaría y los colores desaparecerían, pero por ahora era hermoso.

Parecía algo sacado de un sueño que había tenido una vez. Conmovida por la vista que tenía ante ella, comenzó a cantar. La canción, que parecía un salmo, que salió de su boca era el resultado de la música que había escuchado antes.

Cuando Izumiko terminó la canción, sintió como si todas sus preocupaciones se hubieran desvanecido.

Estaba feliz de haber podido recordar la letra. Era la primera vez que la cantaba desde que llegó a la academia. Era un alivio saber que la canción aún le salía con facilidad. Quizás ver el arcoíris inspiró el recuerdo.  

No espero que nadie más me ayude a resolver todo esto, pero al menos puedo ordenar mis sentimientos cuando estoy sola. No puedo evitar preguntarme qué está pasando aquí. En este momento, no puedo pensar en nada más. Pero, por ahora, vine aquí para disfrutar, así que al menos debería poder disfrutar de este arcoíris en el cielo sin que nada me moleste.

De alguna manera, no había podido dejar de pensar en cómo todo estaba cambiando a su alrededor. Sin embargo, hasta hoy no se había dado cuenta de lo mucho que podía doler estar envuelta en los asuntos de otras personas.

Necesito escuchar mis propias necesidades sin preocuparme por lo que pensarán los demás si no estoy de acuerdo con ellos.

Los pensamientos de Yukimasa eran suyos, al igual que los de Miyuki. Lo mismo podía decirse de Mayura. Izumiko no podía vivir su vida según las expectativas de los demás. Ella era ella misma y tenía que hacer lo que consideraba correcto. Finalmente consciente de este hecho, Izumiko miró al cielo y contempló su nueva perspectiva de la vida.

Al día siguiente, Izumiko y Mayura caminaban por el pasillo después de su clase optativa cuando una voz tranquila llamó de repente a Izumiko.

—Izumiko.

Al darse la vuelta, Izumiko se sorprendió al ver a un chico bajito llamándola. Sin embargo, un instante después, se dio cuenta de que en realidad era la presidenta del consejo estudiantil, Jean Honoka Kisaragi. Su voz nunca era alta. Siempre era suave y femenina. Sin embargo, siempre llevaba el uniforme de los chicos. Era una incongruencia propia de Honoka.

—Presidenta...

Mayura había seguido adelante. Izumiko abrió la boca para llamarla, pero Honoka la detuvo.

—No pasa nada. Quiero hablar contigo, no con Mayura.

—¿Conmigo?

Mientras Izumiko se quedaba allí parada, Mayura y el resto de los estudiantes se alejaban cada vez más. Honoka los vio marcharse. Dejar a Mayura así hizo que Izumiko sintiera como si estuviera evitando a su amiga. Aún no había podido hacerle sus preguntas a Mayura. Era lo único en lo que podía pensar.

Me pregunto si podré decirle que quiero dejar el gobierno estudiantil. No es que sea útil allí.

No podía hacer ningún trabajo importante y tampoco se sentía plenamente integrada en el grupo. A Izumiko le sorprendería saber que, aparte de Mayura, algún otro miembro del gobierno pensara que ella debía estar allí.

Honoka miró a Izumiko y sonrió.

De cerca, Izumiko pudo ver que la piel de Honoka era casi transparente y que sus cejas y pestañas eran de color marrón oscuro. Su cabello corto y claro estaba teñido.

—No tienes por qué verte tan preocupada. No se trata del consejo estudiantil. Estabas cerca de la casa de seminarios el día que llovió, ¿verdad?

Izumiko abrió mucho los ojos.

—¿Cómo lo supiste?

—Porque yo estaba en la casa de seminarios —dijo Honoka con voz tranquila—. Lo siento, tenía la puerta cerrada con llave. Te vi bajar de la colina, pero cuando intenté llamar tu atención, ya te habías escapado. Debes de haberte empapado.

—No. La lluvia cesó bastante rápido.

—Me sorprendió un poco que hubiera alguien afuera con ese clima. También me sorprendió ver que eras tú.

Izumiko miró a Honoka. Parecía un poco divertida. Sin embargo, Honoka no era el tipo de persona que mostraba muchas emociones, por lo que era difícil saber qué estaba pensando.

—Pensaba que ibas a todas partes con Mayura.

—Ah, no siempre.

Si las palabras de Honoka servían de referencia, probablemente los demás estudiantes también veían a Izumiko como la chica que seguía a Mayura a todas partes. Sin embargo, mientras siguiera pasando tanto tiempo con Mayura, supuso que tendría que acostumbrarse a esa realidad.

A Izumiko le extrañaba que la presidenta hubiera estado en la casa de seminarios. ¿Tenía eso algo que ver con que la sala del gobierno estudiantil estuviera tan desierta ese día?

—¿Qué hacías en la casa de seminarios?

—Estaba ensayando.

Izumiko recordó que Mayura le dijo hace unas semanas que Honoka bailaba en los festivales escolares.

—¿Estabas ensayando tu baile tradicional?

Honoka asintió con la cabeza, mirando a Izumiko con sus profundos ojos marrones.

—¿Te interesa el baile tradicional, Izumiko?

—Sí, me interesa mucho.

Se dio cuenta tarde de que Honoka le había estado tomando el pelo. Izumiko agitó la mano rápidamente. Había vivido en un santuario y se crió rodeada de cultura tradicional, pero, aparte de eso, no tenía mucha experiencia con las artes tradicionales. Solo había visto danza tradicional en la televisión.

—Aunque solo sé bailar kagura. No estoy muy familiarizada con nada más.

—Kagura es suficiente.

Honoka tenía una expresión seria.

—Sin duda es una danza tradicional. Yo también tengo algunos conocimientos al respecto. Apuesto a que no bailas delante de nadie, ¿verdad?

—¿Por qué me preguntas algo así? —preguntó Izumiko, sorprendida por su atrevimiento.

—Porque eso es lo que dijo mi maestro.

—¿Tu maestra?

—La persona que me enseña danza tradicional.

Izumiko esperó una explicación, con una mirada inexpresiva en su rostro, pero parecía que Honoka había terminado de hablar. Sin embargo, un segundo después añadió:

—Nadie sabe realmente que practico baile en la casa de seminarios. Es porque mi maestro no enseña a cualquiera... Tampoco viene a la academia muy a menudo. Pero a veces viene a ayudarme. En secreto, ya sabes.

—¿Por qué es un secreto?

Izumiko parecía tan intrigada que Honoka se echó a reír.

—En realidad no es un secreto. La gente lo sabe. Es solo que él es bastante famoso y no todo el mundo puede verlo. Pero dijo que no habría problema si tú vinieras. Por eso te lo cuento. Me pidió que te invitara. Para mí es más fácil hacerlo, ya que yo soy estudiante aquí y él no.

—¿Por qué yo?

Izumiko no lo entendía. No se le ocurría ninguna razón por la que el maestro de Honoka quisiera conocerla.

—Ese día fui a la casa de seminarios por casualidad. No fue el destino. Solo quería ver qué había dentro porque nadie sabe lo que hay dentro...

—Estoy de acuerdo. Pero lo que quiero decir es que me gustaría invitarte a que te unieras a nosotros. Ven a verme bailar.

Honoka expresó sus deseos con una determinación tan inusual que Izumiko la miró sorprendida. Aunque habían pasado tiempo juntas en el consejo estudiantil, nunca antes habían hablado tanto.

—Creo que nos parecemos en algunas cosas.

—¿Tú y yo?

—Hay personas que se arriesgan y prueban nuevos caminos y personas que no lo hacen. Dado que los caminos que eligen las personas reflejan quiénes son, tú debes de ser una persona que le da mucho sentido y significado a las cosas que hace. Aunque eso puede ser cierto, escondes tus acciones detrás de una gruesa coraza que es difícil de romper.

Por muy embarazosas que pudieran ser las palabras de Honoka, Izumiko no podía negar que la había descrito bastante bien. Preguntó en voz baja:

—Honoka, ¿así es como te ves a ti misma?

Honoka asintió con la cabeza, sonriendo con encanto mientras lo hacía.

—Así era hasta que conocí a mi maestro. Si las personas que me conocían antes se enteraran de que estoy en el gobierno estudiantil, se sorprenderían. No quiero ser una chica genio como la señorita Kanzaki. Solo quiero seguir haciendo las cosas de la manera que mejor me funciona.

Honoka ciertamente no parecía el tipo de persona que sería una buena presidenta del consejo estudiantil. Sin embargo, sí parecía el tipo de persona que podría reunir con calma y destreza a un grupo de personas capaces que pudieran trabajar bien juntas.

Mientras Izumiko lo pensaba, Honoka dijo:

—Puedes venir y observar desde un lado. ¿Irás por mi clase de baile? Verás que es completamente diferente al consejo estudiantil. Tengo la sensación de que allí podrás ser mucho más tú misma que en el consejo estudiantil.

—Supongo que puedo ir a ver si estás segura de que está bien...

La respuesta de Izumiko fue bastante reacia. Sin embargo, en realidad sentía que era algo que no podía rechazar. Era una oportunidad para acercarse a Honoka que Izumiko nunca hubiera imaginado que tendría. Independientemente de cuál fuera la invitación, estaba feliz de tener la oportunidad.

—Entonces, por el momento, ¿podrías no contarle nada a Mayura? Tengo pensado decírselo cuando surja la oportunidad. Pero, por ahora, esta es una faceta de la actual presidenta del consejo estudiantil que no quiero mostrar a la gente. Aunque tú eres diferente.

Izumiko asintió con la cabeza. No creía que se sintiera culpable por no decírselo a Mayura. De repente, se dio cuenta de que ir a ver el baile de Honoka significaba que no tendría que ir a la sala del gobierno estudiantil después de clases durante un día.

Honoka le dijo a Izumiko que se reuniera con ella en la casa de seminarios ese viernes a las cuatro. Luego se dio la vuelta rápidamente y se dirigió por el pasillo.

Izumiko se sorprendió bastante por la invitación inesperada, pero estaba deseando que llegara el momento.

Lo consideraré una oportunidad. No importa si elijo tomar este camino o no, siempre y cuando siga adelante. Si Honoka cree que somos tan parecidas, tal vez este sea un lugar donde yo también pueda crecer como persona.

 

 

Las actividades del club solían estar en pleno apogeo a las cuatro de la tarde. En ese momento, no había muchos estudiantes vagando sin nada que hacer. Izumiko pudo cruzar el campus y subir la colina hasta la casa de seminarios sin que nadie la detuviera para preguntarle adónde iba.

Llevaba días preguntándose qué tipo de persona sería el profesor de Honoka. Sin embargo, todavía no tenía ni idea de qué esperar. Toda la situación hacía que Izumiko se sintiera un poco incómoda, pero después de oír a Honoka hablar de su profesor con tanto respeto, supuso que no podía ser tan cuestionable.

No había nadie alrededor de la casa de seminarios y, en la calma y la quietud de los árboles, Izumiko tampoco percibía nada extraño. Siempre se ponía nerviosa cuando hacía algo por primera vez. Esta vez, sin embargo, estaba inusualmente tranquila.

Cuando probó la puerta, estaba abierta. Izumiko se deslizó por la entrada y se cambió a uno de los pares de pantuflas que estaban alineados junto a la puerta.

Lo primero que vio al levantar la vista de sus zapatos fue a una joven de cabello negro con un peinado tradicional japonés de pie en el oscuro vestíbulo.

A pesar de la tenue luz de la habitación, Izumiko pudo ver lo bonito que era el kimono de manga larga de la joven. Al principio, dudó de sus propios ojos, pero finalmente se dio cuenta de que era Honoka la que estaba frente a ella.

—Honoka, ¿eres tú?

Honoka se rió entre dientes. Llevaba lápiz labial rojo.

—¿Me veo diferente?

—¡Sí! Me sorprendiste.

—¿Pensaste que era un fantasma?

Riendo, Honoka encendió la luz.

La luz no la hacía parecer menos diferente de lo que era antes. Aunque Izumiko sabía que llevaba una peluca negra, seguía siendo una transformación impactante. La transformación en sí misma se debía al maquillaje que llevaba. Incluso sus ojos parecían más oscuros de lo habitual. Ya no parecía medio japonesa.

El gran estampado floral azul cielo de su kimono era muy llamativo. El azul púrpura de su obi y el rojo apagado de su cuello y mangas también eran preciosos. La magnificencia del atuendo de Honoka le resultaba tan ajena e incongruente a Izumiko que casi se sintió abrumada al poder verlo tan de cerca.

—Tu kimono es precioso. Te queda muy bien.

—Me he esforzado mucho para prepararme hoy —dijo Honoka alegremente.

La chica alegre que tenía delante se veía diferente de la Honoka habitual que Izumiko conocía. Esta nueva Honoka, que parecía una muñeca japonesa, era mucho más animada.

—Mi maestro está esperando. Vamos. Te lo presentaré.

La forma en que Honoka entró en la habitación contigua hacía que pareciera que flotaba. Izumiko se sentía bastante rígida mientras la seguía. Supuso que el cambio radical de Honoka tenía algo que ver con su supuesta maestro.

El salón principal de la casa de seminarios era tan grande que podía llamarse auditorio. Cuando Izumiko entró, vio que las largas mesas que se usaban durante las clases habían sido cuidadosamente empujadas contra las paredes, creando un gran espacio abierto en la habitación. Una de las paredes estaba completamente cubierta por un gran espejo. Parecía que no había estado allí originalmente. Quizás antes era una pared corrediza.

Se había colocado una fila de sillas plegables contra la pared junto a la puerta. Había una persona vestida con un kimono sentada allí. Su largo cabello le caía suelto sobre la espalda.

—¿Disculpe, Hodaka? Esta es Izumiko, la chica de la que hablamos antes.

Le habla con mucha educación. Debe de ser su maestro.

La persona tenía el cabello largo, pero era un hombre. Su kimono era de color verde azulado con rayas verdes tejidas aquí y allá sin ningún patrón en particular. Lo llevaba atado con un obi negro. No había nada en su apariencia o en su forma de sentarse que pareciera antinatural. Estaba claro que estaba acostumbrado a vestirse así y que además le quedaba bien.

Izumiko estaba acostumbrada a ver a hombres con kimono. Después de todo, su padre, Daisei, y su abuelo, Takeomi, los llevaban todo el tiempo. Por eso, no le parecía extraño que los hombres vistieran kimono. Sin embargo, había llegado a la conclusión de que eran prendas adecuadas para hombres de mediana edad. Ver a este joven, al que Honoka llamaba su maestro, con un kimono le resultaba incluso un poco inusual.

Aun así, no le quedaba nada llamativo. Era atractivo, con rasgos finos y ojos cálidos y amables. Su cabello largo le quedaba bien. Izumiko se preguntó cuántos años tendría.

Yukimasa Sagara parecía tener veintitantos años, tanto por su aspecto como por su forma de actuar. Nunca parecía satisfecho con lo que hacía, a diferencia de todos los demás adultos que ella conocía. Si Yukimasa era un ejemplo, Izumiko sabía que era mejor no intentar adivinar la edad de Hodaka. Sin embargo, había algo casi sobrenatural en él que lo hacía parecer mucho mayor de lo que posiblemente era. Sin embargo, cuando lo miraba a la cara, esa edad desaparecía y él volvía a parecer joven. Su piel tenía un brillo saludable que dejaba claro que no se acercaba ni de lejos a la edad de Daisei.

—Ah, Izumiko. Hola.

La voz de Hodaka tenía un tono inusualmente resonante que lo hacía parecer poderoso. Izumiko se dio cuenta de que le recordaba a la voz de un orador público o tal vez a la de un actor. Cuando él asintió con la cabeza a modo de saludo, se dio cuenta de que no se sentía nerviosa al estar frente a él. Por lo general, se quedaba paralizada frente a los jóvenes que no conocía. Pero había algo en este hombre que le hacía sentir que esa reacción era innecesaria.

Cuando Izumiko le devolvió el saludo con un gesto, Honoka dijo lentamente:

—Izumiko, Hodaka proviene de una familia del mundo del teatro tradicional.

Al ver la expresión de desconcierto de Izumiko, Honoka continuó rápidamente:

—No sabes a qué me refiero, ¿verdad? Su familia son actores de kabuki.

—Kabuki —repitió Izumiko a Honoka, sorprendida.

—Conozco el kabuki. Vimos una obra en una excursión de la escuela.

Hodaka soltó una risita.

—Es algo habitual. Es difícil introducirse en las artes tradicionales si no se tiene alguna conexión con ellas. A menos que alguien de tu familia tenga interés o vivas cerca de un teatro dedicado a las artes tradicionales, la mayoría de la gente no tiene muchas oportunidades de aprender sobre ellas.

—Lo siento. Crecí en una montaña...

—Hodaka lleva actuando en escenarios kabuki desde los tres años.

La voz de Honoka denotaba envidia.

—Está actuando todo el año, por lo que no ha podido venir a la Academia Houjou durante los últimos seis meses. Es un honor para nosotras, como miembros de esta escuela, poder llamarlo compañero.

—Honoka solo dice eso porque es mi alumna —dijo Hodaka con suavidad.

—Tengo tan pocos días contigo que realmente solo puedo decir que me dedico a la danza tradicional. Es un verdadero honor poder estudiar contigo. Debería esforzarme más cuando tenemos tiempo para estar juntos.

Me parece que ya he oído esto antes...

Izumiko ladeó la cabeza y se dio cuenta de repente de que había oído esas palabras de Miyuki.

Fue cuando él hablaba de los rumores que circulaban sobre que el presidente del consejo estudiantil no cambiaría con respecto al año pasado. El consejo tenía una especie de presidente secreto...

—Eh... ¿Acaso tú eras... el antiguo presidente del consejo estudiantil? —preguntó ella titubeante.

—Oh. Sí, de hecho lo era —continuó Hodaka—. Pero no me interesaba mucho renunciar al cargo.

Su respuesta confirmó lo que sospechaba y, por fin, todo encajó. Si los alumnos de tercer año de preparatoria tenían dieciocho años, eso significaba que Hodaka tenía diecinueve. Era más joven de lo que ella pensaba. Tenía la impresión de que era joven, pero esperaba que tuviera veintitantos años.

—Honoka, no tenemos mucho tiempo, así que sigamos bailando. Querías que Izumiko lo viera. ¿Por qué no empiezas de nuevo desde el principio?

La actitud de Hodaka cambió de repente, pasando de ser un conversador educado a un maestro. Levantó la mano y pulsó un botón del control remoto que sostenía. Honoka asintió y dio un paso adelante cuando la música comenzó a fluir desde el altavoz situado en la esquina de la habitación.

 

 

Parte 3

Los sonidos de un grupo de shamisen tocando al unísono junto con una voz masculina cantando llenaron la habitación. Sin duda, era la música que Izumiko había escuchado la última vez que vino a la casa de seminarios. Era una naga-uta, un tipo de canción tradicional acompañada por shamisen. Sin embargo, Izumiko no podía decir que estuviera particularmente familiarizada con la música.

De pie en medio de la habitación, Honoka se ajustó las largas mangas de su kimono y se arrodilló. Juntó las manos e hizo una profunda reverencia. Cuando Izumiko inclinó la cabeza en respuesta, Hodaka se rió.

—No, no es necesario que hagas eso. Solo es un saludo hacia las personas que ven la actuación. Es un protocolo que se remonta a la época del shogun Tokugawa. Los artistas deben saludar hacia donde él se habría sentado. Eso es todo.

Honoka comenzó a bailar. Izumiko, nerviosa porque Hodaka le señaló su error, decidió quedarse sentada en su asiento y mirar.

—Esta danza forma parte de una obra interpretada originalmente por jóvenes llamadas pajes en el interior del castillo Edo. Celebra el comienzo de la primavera. En aquella época, era especialmente importante reconocer el trono del shogun. Mejoraba la danza en sí misma. ¿Has visto alguna vez la obra de kabuki Kagami Jishi?

Izumiko se relajó en su silla y asintió con la cabeza.

—Sí, una vez.

—El argumento se basa en la obra de Noh Shiyatsu Kyou. Kagami Jishi es simplemente una adaptación al kabuki. ¿Sabes algo sobre las obras de Noh?

—No, no sé nada sobre ellas.  

A Izumiko le preocupaba que su respuesta pudiera poner fin a la conversación, pero Hodoka no se mostró molesto. Comenzó a explicarle:

—Kagura y Shishimai, la danza del león, se representan en Año Nuevo. El Noh tiene las mismas raíces que la danza del león. Esas raíces son la base de todas las artes tradicionales japonesas. Originalmente, los artistas profesionales llegaron a Japón desde el continente. Pero la gente común celebraba el cambio de estación en sus pueblos bailando de puerta en puerta y compartiendo las celebraciones con todos los miembros de la comunidad. Estas actividades estaban relacionadas con los rituales sintoístas. Sin embargo, había algunas personas a las que no les gustaban esas conexiones y ahí es donde comenzó el Noh. La separación entre la representación y la religión fue el nacimiento del Noh y el Kabuki.

Creo que he oído hablar de cómo la gente solía bailar en sus pueblos... pensó Izumiko. Antes de que los Yamabushi fueran erradicados y enviados a la clandestinidad, formaban parte de esos eventos. Yukimasa se lo contó. Y Mayura mencionó que los adivinos también participaban en ese tipo de celebraciones. Recordaba que la mayoría de los artistas de entonces eran viajeros. No siempre se disponía de profesionales, por lo que el trabajo recaía en otras personas.

Mientras reflexionaba sobre ello, Izumiko asintió con la cabeza. Seguía escuchando. Hodaka continuó.

—Lo que Honoka está interpretando ahora es la primera mitad del Shun Kyou Kagami Jishi. Es una danza que interpretaban para el shogun unas humildes y bonitas pajes. En la segunda mitad, la paje finge estar poseída por el espíritu del león. Es el momento culminante de la obra de kabuki. La paje baila con todas sus fuerzas hasta que se queda sin energía.

Izumiko podía ver cómo Honoka interpretaba bien el papel de una hermosa paje. Nunca había visto a ninguna otra chica moverse como lo hacía Honoka ahora. La danza parecía fluir de ella. Sus largas mangas se balanceaban hacia adelante y hacia atrás mientras se movía, con la espalda recta, tal y como exigía la danza. Honoka se mordió el labio, concentrada. Era hermosa, absorta en la danza, cada movimiento completamente desinhibido.  Al cabo de un rato, terminó su baile con las manos libres y recogió un abanico del suelo antes de volver al centro de la sala.

Izumiko, que tenía cierta experiencia en el uso del abanico para bailar, admiraba los movimientos de muñeca de Honoka. La forma en que movía el abanico parecía pétalos de flores revoloteando desde el cielo. Izumiko quedó hipnotizada por la danza. Al cabo de un rato, incluso olvidó que era a Honoka a quien estaba viendo y no a una de las pajes del castillo de antaño. El hechizo no se rompió hasta que Hodaka apagó la música.

Cuando Izumiko volvió en sí, se sorprendió al ver que Honoka estaba sin aliento. La danza podía parecer suave, pero esos movimientos requerían un control estricto para ejecutarlos. Izumiko lo sabía por su propia experiencia con la danza kagura. La fuerza necesaria para bailes como esos provenía de los músculos abdominales. Honoka había ido más allá al hacerlo con ropa mucho más pesada de la que solía llevar.

—Aún te queda mucho por aprender. Espero que incluso las partes más delicadas del baile sean perfectas. Debes poner la misma energía en todos tus movimientos.

El tono de Hodaka era indiferente, pero su valoración era seca.

—Sí... Lo entiendo. Me queda mucho por aprender.

Honoka asintió levemente. Después de secarse el sudor de la frente, sonrió ampliamente y se volteó hacia Izumiko.

—¿Qué te pareció?

—Eh... Fue misterioso —dijo Izumiko, sin comprender del todo lo que había visto.

—¿Misterioso? ¿Cómo?

—No podía verte.

Honoka sonrió.

—Te preguntas por qué me lo tomo tan en serio a pesar de que solo soy medio japonesa.

Al darse cuenta de que no se había explicado bien, Izumiko se disculpó.

—No es eso lo que quería decir. Eh... lo que quería decir es que me fascinó tanto tu baile que dejé de pensar en quién lo estaba interpretando.

—Para Izumiko, tú eras la dama de Edo, Honoka —dijo Hodaka con una sonrisa afable—. Al fin y al cabo, cualquier tipo de arte puede conmover a una persona. Existe una conexión entre los intérpretes y el público. Se podría decir que es necesario el esfuerzo de ambas partes para que una actuación sea un éxito. Por supuesto, el verdadero valor de cualquier actuación se mide por lo mucho que puede conmover al público.

Honoka reflexionó sobre las palabras de su maestro y finalmente dijo:

—Creo que lo entiendo. Y el escenario en sí mismo es otro factor completamente distinto. Recuerdo la primera vez que bailé en uno. Ni siquiera yo sabía por qué decidí dedicarme al baile en aquel entonces.

—¿En serio?

Izumiko no podía ni imaginar bailar en un escenario. Desde luego, no estaba en condiciones de hacer algo así. Solo bailaba después de asegurarse de que no hubiera nadie alrededor para verla.

Honoka miró a Izumiko y asintió con la cabeza.

—Piénsalo un poco. Estos movimientos existen porque hay gente que los ve. Las canciones se crean porque la gente las escucha. La gente se expresa a través del movimiento porque tiene algo que quiere decirle al público, ¿no?

Izumiko pensó en los bailes que había hecho en la cima de la montaña durante todo este tiempo, pero la voz de Hodaka interrumpió sus pensamientos.

—Ni siquiera Honoka sabía lo que estaba haciendo al principio. No hasta que escuchó las palabras que está diciendo ahora.

—Pero sigo teniendo una desventaja —admitió Honoka—. Por mucho que me guste bailar, al final empiezo a pensar en que soy yo quien está bailando. Es algo difícil de superar».

Hodaka continuó, hablando claramente como un maestro.

 

—Por lo que puedo ver, eres muy afortunada, Izumiko. Tu cabello. Tus ojos. Haber sido criada por un grupo. Tienes el cuerpo adecuado para la danza tradicional. Ya tienes una buena comprensión de los fundamentos. Ahora solo necesitas encontrar la manera de salir naturalmente de tu caparazón.

Izumiko se llevó una mano a las trenzas cuando Hodaka mencionó su cabello. Era una pena que tuviera tan poca confianza en sí misma.

—Eso será difícil para mí.

—Puedes bailar Kagura, ¿no? —dijo Hodaka con suavidad.

Izumiko lo miró sorprendida. Ni siquiera recordaba haberle contado a Honoka lo de su baile y, sin embargo, Hodaka lo mencionó con tanta seguridad.

—¿Lo intentarías con un abanico? Solo quiero ver una muestra de lo que puedes hacer.

—No puedo hacer algo así —dijo Izumiko, nerviosa. Negó con la cabeza—. No bailo muy a menudo. No hay forma de que pueda bailar delante de nadie.

—¿Ah, no? Tenía la impresión de que bailabas.

Hodaka le entregó un abanico. Izumiko lo tomó, pero no tenía idea de lo que él quería que hiciera.

—No puedo hacerlo. No le muestro mis bailes a nadie.

—Esa parte de ti que piensa así es muy superficial. En el fondo, estoy seguro de que sientes algo diferente. Solo que ahora mismo está oculto. ¿Por qué no bailas delante de alguien? ¿Crees que se reirán o se burlarán de ti? ¿O es porque no quieres que nadie más sepa lo que puedes hacer?

El tono de Hodaka era suave. Aun así, Izumiko no sabía cómo responder.

Él se levantó.

—Creo que subirte a un escenario te resultaría fácil. Lo creo porque estás poniendo mucha energía en negarlo. Honoka era igual que tú. Las personas que ponen su corazón y su alma en la danza deberían saber lo que significan sus movimientos.

Dicho esto, Hodaka se colocó en medio de la habitación, donde Honoka seguía de pie, y muy lentamente, paso a paso, comenzó a bailar para que Honoka pudiera ver lo que hacía. Después de volver a poner la música, Honoka comenzó a bailar con él, copiando cada movimiento con precisión. Al igual que su maestro, la expresión de Honoka era seria. Aun así, incluso para el ojo inexperto de Izumiko, las diferencias en su habilidad eran evidentes. Hodaka parecía más una joven elegante que Honoka, aunque fuera esta última la que llevaba el kimono de manga larga.

Al ver cómo bailaba, Izumiko comenzó a comprender por qué se sentía diferente con él que con otros jóvenes. Lo que estaba viendo, lo que él le permitía ver, era algo que había logrado gracias a un duro entrenamiento. Él había pasado por las mismas dificultades por las que ella estaba pasando ahora y la reconocía como alguien similar a él. Y por eso se sentía cómoda con él.

Los observó bailar, con el abanico aún cerrado en la mano.

¿Cómo supo que yo bailo? Lo había estado pensando desde que él lo mencionó, pero aún no lograba entenderlo. Honoka también parece saberlo, pero yo pienso más en Hodaka que en ella. ¿Por qué?…

Ninguno dijo nada, pero Izumiko comenzó a preguntarse si habían escuchado su canción en la cima de la colina durante la lluvia. Si ese era el caso, no entendía por qué no lo habían mencionado ya. Sin embargo, no tenía sentido preocuparse por eso ahora. Lo hecho, hecho está. Ahora tenía que pensar en lo que pasaría a causa de ello.

Nunca había conocido a nadie que me hablara así. Quieren sacarme de mi timidez. Si los dejo que me ayuden, ¿podré tener más confianza delante de la gente? ¿Dejaré de pensar en lo aterrador que es que la gente me mire y empezaré a pensar en la conexión entre el intérprete y el público?

Nunca había pensado que la interpretación pudiera ser una forma de derribar los muros que la separaban de las personas que la rodeaban. Sin embargo, si llegaba el día en que fuera capaz de romper esos muros, no le parecía extraño que la danza fuera la forma de conseguirlo. Quería bailar. Ver ya no le bastaba.

Se dio cuenta de que su deseo de bailar nunca había desaparecido cuando se marchó de la montaña. Siempre había estado ahí. No importaba adónde fuera, se había obligado a pensar que era impotente. Siguió rehuyendo de todo. Sin embargo, siempre había un camino para seguir adelante.

Cuando Honoka terminó su baile, Izumiko se sintió inspirada.

—Creo que... me gustaría intentar bailar.

 

 

—¿Eh? ¿Por qué no vino Izumiko hoy? —preguntó Mayura, levantando la vista de su trabajo y mirando a su alrededor. Estaba revisando el boletín informativo del gobierno estudiantil.

—Es extraño, ¿no? No dijo que tuviera algo que hacer. Me pregunto adónde habrá ido. ¿Lo sabes?

—Ni idea.

Miyuki no levantó la vista mientras respondía. Él también estaba revisando el boletín informativo.

—Quería que Izumiko me ayudara con esto. Voy a ver en su salón de clases.

Miyuki finalmente levantó la vista cuando Mayura se levantó de su silla.

—No puedes huir así, Mayura.

—¿De qué estás hablando? Termina tu trabajo y deja de preocuparte por el mío.

Salió de la sala dando un portazo. Miyuki soltó un suspiro. Cuando estaba a punto de volver al trabajo, Mikoto Kanzaki le llamó la atención. No pasaba tanto tiempo en la sala del gobierno como antes de que cambiara la administración, pero aparecía de vez en cuando cuando Honoka no podía venir.

—¿Qué? —preguntó Mizuki.

—Izumiko Suzuhara es la chica que viene contigo al gobierno estudiantil, ¿no? —preguntó Mikoto—. ¿Cómo es?

—No viene conmigo. Viene con Mayura.

Mikoto no prestó atención al tono molesto de Miyuki.

—¿No estabas con Mayura cuando vino a presentarse? —Se ajustó las gafas—. Son todos buenos amigos, ¿no? El hermano de Mayura, que pasa el rato en los establos, también forma parte de su grupo.

—En realidad, no somos buenos amigos. Los otros tres pasan mucho tiempo juntos, pero yo no.

Después de asegurarse de que Mikoto era consciente de su error, Miyuki continuó.

—No pasa nada si no incluyes a Izumiko en el trabajo del consejo estudiantil de hoy. Solo ha venido porque Mayura quiere que lo haga. De todos modos, ni siquiera puede hacer su parte del trabajo.

—Lo he podido comprobar las pocas veces que he estado aquí con ella.

—Entonces es exactamente lo que has visto.

Miyuki tenía la intención de terminar la conversación ahí, pero Mikoto tenía más que decir.

—¿Sabes?, de todas las personas que se unieron al gobierno estudiantil este año, tú eres la que más me alegra. También estoy muy agradecida por todo lo que ha hecho Mayura, pero a veces me pregunto cuáles son realmente sus intenciones.

Miyuki miró a la ex presidenta del gobierno estudiantil y respondió con calma:

—Sé cuáles son. Me las dijo desde el principio.

—Pero yo no las sé.

Mikoto entrelazó los dedos y suspiró.

—Mayura es tan buena ganándose el afecto de la gente que ni siquiera puedo sentir aversión por ella. No importa que sea una niña rica y mimada que no sigue la dinámica del grupo. Y luego está Izumiko, que se pega a ella como una sombra. ¿Por qué crees que Mayura le permite hacerlo?

Miyuki dejó que un toque de irritación se deslizara por su rostro.

—¿Qué quieres decir?

—Es que no lo entiendo. ¿Por qué la eligieron?

—¿Eligieron?

—La verdad es que sé dónde está Izumiko hoy. Me lo dijo el presidente en la sombra del consejo estudiantil.

Las palabras de Mikoto fueron casuales. La expresión de Miyuki se endureció.

—¿Entonces no es solo un rumor? —preguntó en voz baja—. ¿De verdad hay alguien así en el gobierno estudiantil? ¿Por qué?

—¿Quién sabe? Hay estudiantes que, por una u otra razón, no pueden dedicarse a sus estudios, pero siguen matriculados. Esta persona en concreto tuvo que dimitir de su cargo, pero sigue teniendo una gran influencia. Nosotros somos los que lo ayudamos a hacerlo.

Hizo una pausa para arreglarse el cabello.

—Sé por qué me eligieron presidenta del consejo estudiantil. En el caso de Jean Honoka, también sé más o menos por qué la eligieron a ella. Pero no sé por qué han elegido a esta chica, Izumiko Suzuhara.

—¿La persona que elige el presidente en la sombra se convierte en el próximo presidente estudiantil?

Mikoto se encogió de hombros ante la pregunta de Miyuki.

—Puedo decir esto: tanto si es una chica como un chico con quien se reúne el presidente en la sombra, se obsesionan con él.

 

 

Como era de esperar, cuando Izumiko entró en el centro de la sala, se quedó paralizada. No era tan fácil darse la vuelta y bailar delante del público después de tantos años de tener pánico a hacerlo.

—Lo siento.

Cuando Izumiko bajó la mano que sostenía el abanico, Hodaka dijo algo inesperado.

—Izumiko, ¿alguna vez te has maquillado?

—No.

—Pensé que no lo habías hecho. ¿Cómo te sentirías si te maquillaras un poco, como lo está haciendo Honoka ahora?

Izumiko parpadeó y miró fijamente a Hodaka.

—¿Por qué?

Hodaka sonrió.

—Hay razones por las que la gente usa maquillaje teatral —respondió. Lo dijo como si fuera algo sabido por todos.

—Eres una chica. Pensé que querrías estar bonita. Pero hay otras razones para usar maquillaje además de esa. Transformar el rostro de uno no es muy diferente a la magia. Se puede lograr el mismo resultado poniéndose una máscara, pero cuando una persona cambia su rostro real, puede entrar en un estado mental completamente diferente. Ese nuevo estado le permite hacer cosas que antes no habría podido hacer. Ser capaz de mostrar al público un rostro diferente es realmente importante.

Honoka asintió.

—Probablemente sea cierto. Izumiko, no intentes bailar sin maquillaje. Cambia tu apariencia solo un poquito. Si te maquillas por primera vez, seguro que encontrarás el valor que necesitas para bailar delante de nosotros. En mi caso, siempre me siento una persona diferente cuando me pongo mi ropa de baile.

Izumiko no podía creer que algo tan simple como maquillarse un poco pudiera aliviar sus miedos tan fácilmente.

—Yo... no creo que sea capaz de bailaro. Y no creo que me quede bien el maquillaje.

—Solo pruébalo. Tengo mi bolsa de maquillaje aquí mismo.

Honoka arrastró a Izumiko a la habitación contigua. Parecía que era allí donde se había cambiado. Su bolsa estaba abierta sobre un escritorio y una percha con su uniforme colgada sobre la pizarra móvil.

—No te preocupes. No haré nada raro con el maquillaje. De todos modos, no vas vestida para un maquillaje de escenario completo, así que no lo usaré. Solo te daré la sensación de llevar algo en la cara. Lápiz labial y un poco de sombra de ojos. De verdad, solo usaré lo suficiente para cambiar un poco tu aspecto.

Al final, Honoka consiguió convencer a Izumiko y ésta accedió a probar un poco. Mientras Honoka le maquillaba los ojos, le preguntó:

—Izumiko, tengo la sensación de que te han educado con mucho cuidado. ¿Nunca has pensado en lo diferente que podrías verte si te maquillaras, verdad? Y también por la longitud de tu cabello. Eres tan tranquila y gentil. ¿Es porque la gente siempre te ha cuidado?

—En realidad no. En comparación con otras personas, me dejaron cuidar de mí misma en gran medida. Crecí en una montaña.

Sin embargo, cuando lo pensó, se dio cuenta de que casi todo en su vida hasta ahora había sido cuidado por otros. La verdad era que, en realidad, no había tenido mucha independencia mientras crecía en la montaña.

—Lo que hay que recordar sobre el maquillaje es que no es malo. No está mal darse cuenta de que quieres usarlo. Si te preocupa eso, solo piensa en lo bonita que estarás cuando lo uses. Creo que es bueno sentirse segura de tu aspecto.

La sensación del pintalabios sobre sus labios inquietó a Izumiko. Honoka se detuvo justo a tiempo.

—¿Por qué Hodaka sabe tanto sobre maquillaje si es un hombre?            —preguntó Izumiko.

Honoka soltó una carcajada.

—Realmente no sabes nada sobre el kabuki, ¿verdad, Izumiko? ¿Sabes cómo es el maquillaje kabuki? Los actores kabuki se maquillan ellos mismos. Nadie lo hace por ellos.

—Ah...

—Deberías ir a ver a Hodaka en el escenario alguna vez. Entonces lo entenderías mejor.

Honoka se inclinó un poco hacia atrás para ver el rostro de Izumiko.

—A veces es fácil ponerse demasiado, así que creo que por ahora está bien. Solo te puse un poco de maquillaje y estás completamente diferente. Pareces otra persona. Volvamos con Hodaka.

Sintiéndose algo insegura, Izumiko regresó a la sala principal. Sin embargo, cuando se miró en el espejo de pared, se sorprendió de verdad. El rostro que la miraba con labios rojos y ojos perfectamente maquillados no era el de la persona a la que estaba acostumbrada a ver.

¿Esta soy... yo?

—No costó mucho cambiar su aspecto, ¿verdad? Impresionante —dijo Hodaka, mirándola también. Honoka parecía complacida por el elogio.

—Podría haberla cambiado aún más si hubiera tenido otra ropa para ponerle. Izumiko, con tu cabello tan largo, solo podría peinarlo hacia adelante.

—No, así está bien. Puedo bailar delante de ustedes así.

Hodaka le devolvió el abanico a Izumiko y le dijo: «Intenta expresar tus sentimientos libremente. Ya tienes la cara que necesitas para mostrarnos. Solo nos tienes a mí y a Honoka como público, pero imagina que hay más gente».

Izumiko volvió a mirar sus labios rojos en el espejo.

La persona a la que estoy mirando soy... yo.

Poco a poco, realmente sintió que podría bailar delante de ellos. Esta no era la Izumiko de siempre. La chica que la miraba sería capaz de bailar delante de la gente. Parecía otra persona, pero era Izumiko quien sostenía el abanico y daba un paso adelante. Respiró hondo y se preparó para bailar para Hodaka y Honoka.

Pronto podré perderme en el baile. Como antes...

Mientras ese pensamiento pasaba por su cabeza, rápidamente contuvo la respiración.

Hubo una vez en la que bailó delante de otra persona sin necesidad de maquillarse. Era extraño que no hubiera podido recordar ese momento hasta ese instante.

De repente, Izumiko se dio cuenta de lo que estaba haciendo. ¿Por qué había deseado tanto bailar así una vez más?

La música comenzó.

Pero ella no podía cantar ni seguir el ritmo.

—Lo siento. Pensé que podría, pero realmente no puedo. No puedo bailar aquí...

Incluso mientras hablaba, se sentía incómoda. Parecía que los dos iban a dejarla rendirse ahora.

—Es que no puedo bailar cuando no estoy en el monte Tamakura...         —susurró.

Hodaka lo pensó un momento. Luego se levantó y se acercó a Izumiko. Cuando habló, ella se dio cuenta de que su voz era más grave de lo que había pensado.

—No tienes que disculparte. No es como si hubieras fallado en algún tipo de prueba por no bailar. Solo me decepciona no poder ver el baile que realizas en tu montaña. Es una pena que hoy no hayamos podido hacerlo juntos un poco más.

Izumiko quería llorar.

—Ojalá fuera el tipo de persona que pudiera bailar para ti aquí —dijo con voz temblorosa—. De verdad que me gustaría poder hacerlo. Pero yo...

La habitación quedó en silencio durante un momento y luego Hodaka preguntó en voz baja:

—Izumiko, ¿te vas a soltar el pelo?

Incluso ahora, Izumiko podía oír las advertencias de Sawa en su cabeza. Aun así, de alguna manera sentía que no pasaría nada. Izumiko recordó cómo Yukimasa le había dicho que tal vez no pudiera acceder a sus poderes mientras estuviera lejos de su hogar en la montaña sagrada. Si no podía hacer nada, ¿tenía realmente algún motivo para preocuparse por soltarse el cabello?

Justo cuando Izumiko estaba a punto de responder, se oyó una voz desde la puerta.

—Izumiko —dijo Miyuki, de pie en la entrada.

Izumiko se dio la vuelta y lo vio.

—¿Qué haces aquí?

Izumiko lo miró con los ojos muy abiertos.

Miyuki estaba un poco sin aliento. Parecía que había corrido en cuanto supo dónde estaba ella. Todavía tenía el cabello revuelto por la carrera.

Por un momento, los tres que estaban en el pasillo se quedaron sin palabras, mirando a Miyuki. Estaba claro que elegió el peor momento posible para aparecer. En cuanto Izumiko lo vio, su nueva presencia escénica desapareció y volvió a ser ella misma. El maquillaje ya no servía. Al volver a su estado habitual, Izumiko se dio cuenta por primera vez de que realmente se había sentido como una persona diferente durante los últimos minutos.

—Sagara, ¿qué haces aquí? —preguntó Honoka finalmente—. ¿Viniste a decirnos algo a alguno de nosotros?

—¿Eres Hodaka, el antiguo presidente del consejo estudiantil? —preguntó Miyuki de repente. Si se había fijado en Honoka con su kimono, no lo demostró. Honoka repitió la pregunta con aire hosco, pero su voz no sonó más alta que antes. Miyuki la ignoró de nuevo y centró su atención en Hodaka, que seguía de pie junto a Izumiko.

—Eres Hodaka Murakami, ¿verdad?

—¿Y tú eres?

—Soy Miyuki Sagara, estudiante de primer año en el consejo estudiantil.

Miyuki no apartó la mirada de Hodaka mientras se acercaba al joven vestido con el kimono. Se detuvo cuando solo les separaban unos pocos metros. Miyuki solo era un estudiante de primer año, pero era casi tan alto como Hodaka.

—¿Vas a decirme qué quieres?

El tono de Hodaka era tranquilo, pero era fácil ver que no estaba contento. Miyuki debió de percibirlo también, pero no se echó atrás.

—Hodaka, sabes lo de Izumiko, ¿verdad?

No había sido difícil llegar a esa conclusión. Hodaka se encogió de hombros.

—¿Es eso un problema? Soy uno de los jueces. Habría rechazado el puesto, pero como vidente, eso es lo que soy.

¿Qué demonios es un vidente?

Miyuki había dicho que Hodaka sabía algo sobre Izumiko. Ella pensaba que Hodaka no tenía nada que ver con el mundo de los monjes y los adivinos, pero aparentemente se había equivocado.

¿De verdad Hodaka sabía algo sobre la diosa?

Eso era lo que Miyuki estaba insinuando. Tanto si lo creía como si no, la idea la dejó sin habla. Sin embargo, lo que menos entendía Izumiko era cómo acabó Miyuki allí.

Era difícil saber quién hacía las preguntas, ya que ni Hodaka ni Miyuki respondían a las preguntas del otro.

—No me importa lo que seas —dijo finalmente Miyuki. Luego, para sorpresa de Izumiko, continuó—. Pero, ¿podrías dejar de obligar a Izumiko a hacer cosas tan extrañas?

Hodaka se metió las manos en las mangas de su kimono y miró a Miyuki. Parecía inseguro sobre cómo manejar a este estudiante de menor rango que se atrevía a llamarle la atención por lo que estaba haciendo.

—Dijiste que estabas en el consejo estudiantil.

—Si estás pensando en echarme del grupo, realmente no me importa.

—Pareces consciente de tus malos modales, así que estoy tentado de aceptar tu oferta. Sin embargo, no solo estás siendo grosero conmigo. También lo estás siendo con Izumiko.

—Solo porque no hay tiempo para buenos modales.

La sonrisa de Hodaka se volvió fría.

—Bueno, en ese caso, ¿tienes derecho a detenerme?

Miyuki se detuvo un momento antes de responder.

—Creo que sí.

—¡No, no lo tienes!

Las palabras salieron de la boca de Izumiko antes de que pudiera pensar. Miyuki frunció el ceño y la miró.

—Se supone que eres mi compañera.

—¡Tú eres el que dijo que no quería tener nada que ver conmigo! ¡Tú eres el que ha sido tan malo! ¡Tú eres el que me dijo que no te hablara!

—Sí, dije todo eso —respondió Miyuki a las palabras que Izumiko le lanzó—. Pero eso es porque te metiste en asuntos que no te incumbían. ¿No es suficiente con lidiar con Yukimasa? No sabemos con quién trabaja, dónde ha estado ni cuáles son sus intenciones. Pero al menos sabemos que tiene motivos ocultos.

La voz de Izumiko se elevó a medida que la ira dentro de ella cobraba fuerza.

—¡No habría tenido que acudir a Yukimasa ni a nadie más si no fueras tan insoportable, Miyuki!

Honoka, que hasta entonces había permanecido en silencio al lado de la habitación, dijo distraídamente:

—¿Qué está pasando aquí? ¿Están discutiendo como novios?

¿Por qué piensa eso?

Sin saber qué decir tras escuchar la suposición totalmente errónea de Honoka, Izumiko y Miyuki se miraron fijamente. En ese instante, Izumiko se dio cuenta de algo.

No, no está del todo equivocada. No somos novios, pero... Todo eso era lo que quería decirle a Miyuki más que nada en el mundo. Y lo último que quería admitir ante mí misma es que, en realidad, quería acudir a él en busca de apoyo...

Algo dentro de Izumiko se agitó de repente. Se aflojó y luego se deshizo por completo.

En ese mismo instante, las trenzas de Izumiko también se deshicieron. No recordaba haber quitado las gomas de los extremos de su cabello, pero las trenzas que había mantenido tan apretadas hasta ahora se deslizaron sin previo aviso. Era como si su cabello tuviera vida propia.

Cuando el cabello de Izumiko se enderezó hasta alcanzar su longitud máxima, las luces de la habitación se apagaron de repente. El espacio quedó a oscuras durante unos segundos y luego las luces comenzaron a parpadear débilmente. El ambiente de la habitación cambió sin previo aviso y entonces sopló una brisa fresca con aroma a bosque. El cabello de Izumiko bailaba a su alrededor con la brisa.

El rostro de Izumiko desapareció de la vista detrás de su cabello al viento. Al soltarse de las trenzas, quedó claro cuánto cabello tenía realmente. Izumiko se echó el cabello hacia atrás con ambas manos y miró las luces parpadeantes del techo.

—No hay ninguna barrera alrededor de esta zona. No me importa que me hayan llamado a un lugar como este. Me iré pronto.

—Esto es malo... —murmuró Miyuki, con los ojos muy abiertos, incrédulo.

—¿Izumiko? —dijo Honoka, con una voz que no era más que un susurro. Podía sentir que algo malo estaba pasando y tenía miedo. Izumiko se volteó hacia Honoka y esbozó una leve sonrisa con sus labios pintados de rojo. Su expresión era algo distraída. Miró alrededor de la habitación con la misma expresión ausente y luego fijó su mirada en Hodaka.

Lo miró durante un minuto y luego dijo:

—Te conocí en un pasado lejano. En una época cientos de años antes de esta, cuando los Yamabushi aún vagaban por las tierras de Japón. ¿Has anhelado verme incluso después de todo este tiempo? Si es así, has entendido mal. El dios de la actuación es siempre un anciano, no yo. Por lo tanto, tú no eres el juez. La que elegirá es Izumiko.

Hodaka parecía estar en estado de shock. Abrió la boca para hablar, pero no le salieron las palabras. Izumiko rápidamente perdió interés en él y se volteó para mirar a Miyuki. Volvió a sonreír, pero esta vez era una sonrisa brillante y sincera. No había ni rastro de la Izumiko habitual en ella.

—Miyuki Sagara. Ahora recuerdo tu nombre. Toma mis manos.

Sin dejar de sonreír, le tendió ambas manos. Toda su inseguridad juvenil había desaparecido. Miyuki tomó sus manos. Bajo las luces parpadeantes, el gesto parecía natural, aunque nada de la situación parecía real. No era su primer encuentro con la diosa. Sin embargo, ver al espíritu que poseía a Izumiko no era algo a lo que pudiera acostumbrarse. Todo en ella estaba rodeado de misterio.

Las yemas de los dedos de Izumiko estaban frías.

Con las manos entre las de ella, Miyuki se acercó. La diosa lo miró con expresión tranquila. Su voz se apagó hasta convertirse en un susurro.

—Hay algo que quiero que hagas. No dejes que despierte. No permitas que Izumiko se convierta en la diosa. Por eso estoy investigando el pasado.

—No lo entiendo.

Miyuki intentó fruncir el ceño, pero incluso eso le resultaba difícil. Estaba demasiado absorto admirando la belleza de la diosa. Había algo triste en sus ojos negros. Le recordaban a una flor cubierta de rocío.

—Creo que aún hay tiempo. Sin embargo, si las cosas siguen como hasta ahora, la humanidad llegará a su fin y yo seré la responsable.

 

 

Izumiko volvió en sí y levantó la cabeza. El viento había desaparecido de la habitación y las luces ya no parpadeaban.  

¿Había pasado el tiempo?

¿Cuánto tiempo había estado sosteniendo las manos de Miyuki? No recordaba cómo habían terminado así, pero le parecía sorprendentemente normal.

Miyuki se volvió hacia Hodaka y le dijo:

—Prométeme algo. No puedes decirle a nadie lo que ha pasado aquí.

—Lo entiendo. Sin duda es algo que debe mantenerse en secreto            —respondió Hodaka. Su incomodidad con Miyuki parecía haber disminuido, lo que les permitió llegar a algún tipo de entendimiento.

—De acuerdo, la llevaré de vuelta.

Izumiko se sorprendió al descubrir que Miyuki todavía le sostenía una mano. Ahora la estaba utilizando para sacarla de la habitación. Los dos hombres habían llegado a un acuerdo sin que ella se diera cuenta de lo que estaba pasando.

Izumiko ya había dado unos pasos hacia la puerta cuando se dio cuenta de que aún no podía irse. Se detuvo y se volvió para mirar a Hodaka.

—Eh, gracias.

Hodaka miró a Miyuki por un momento, como buscando una explicación, y luego sonrió a Izumiko.

—Si alguna vez quieres volver a hablar conmigo, no dudes en volver aquí. Visitaré la escuela cuando quieras. Pero no traigas a tu compañero. Ven sola.

Izumiko se sintió aliviada al ver que Hodaka no estaba molesto por lo que había pasado. Aun así, tanto él como Honoka, que seguía a su lado, parecían un poco más cautelosos que antes.

El recuerdo de Izumiko sobre lo que había pasado era completamente confuso y, quizás para bien, Hodaka y Honoka parecían reacios a preguntarle sobre lo que habían presenciado. Miyuki la instó a salir de la habitación. Los dos estudiantes mayores no los acompañaron.

Miyuki le soltó la mano cuando recuperaron sus zapatos y salieron de la casa de seminarios. Para entonces, Izumiko ya tenía la cabeza bastante despejada, pero no había recuperado la memoria. Lo único que sabía era que lo que acababa de pasar era increíblemente extraño.

Miyuki no dijo nada mientras caminaban de regreso a los dormitorios. Si Izumiko quería respuestas, no tendría más remedio que preguntar.

—¿Qué hice?

Miyuki miró a Izumiko y respiró hondo.

—Así es. Recordarás lo que pasó, pero te llevará un poco de tiempo, ¿verdad?

Izumiko esperó una explicación, pero Miyuki no parecía muy interesado en dar detalles. Las dos bajaron la colina en silencio. No dijeron nada mientras salían del bosque y veían el campo de equitación.

Izumiko seguía sin trenzarse el cabello. Había dejado de preguntarle a Miyuki sobre lo que sucedió en la casa de seminarios, pero cuando se fijó en su cabello, se vio obligada a hablar.

—Tengo que trenzarme el cabello. Puedes ir delante de mí. Si vuelvo así, todos se sorprenderán.

Miyuki le dio la espalda mientras Izumiko comenzaba a trenzarse el cabello a la sombra de un árbol. Siempre llevaba consigo un pequeño peine y algunas gomas para el cabello de repuesto cuando salía.

Izumiko estaba acostumbrada a trenzarse el cabello y la tarea no le llevaba mucho tiempo. Sin embargo, como tenía el cabello tan largo, le resultaba difícil desenredarlo. Hoy, su cabello estaba tan enredado que comenzó a sentirse un poco frustrada. Lo que hacía que todo fuera aún más molesto era que ni siquiera recordaba haberse soltado el cabello.

En medio de sus esfuerzos, Izumiko se dio cuenta de que Miyuki seguía allí de espaldas a ella. Había supuesto que desaparecería en cuanto ella se detuviera. En cambio, la tomó por sorpresa cuando empezó a hablar.

—No puedes contar conmigo, Izumiko. Ya deberías saberlo... Estoy muy ocupado. No puedo ser una persona en la que puedas confiar.

Izumiko siguió trenzándose el cabello. Pero miró hacia su espalda y respondió:

—Sí, lo sé. No espero nada de ti.

—No tenía ninguna confianza en lo que estaba haciendo allí mismo. No sabía qué debía hacer ni qué debía decir a continuación. Me hace preguntarme si realmente debería ser un Yamabushi.

Izumiko ya sabía de la incertidumbre de Miyuki sobre convertirse en Yamabushi. Nada de lo que acababa de decir la hacía feliz. Aun así, se preocupaba por él, aunque en ese momento no estuviera siendo amable con ella. Simplemente se alegraba de que ahora compartiera con ella sus verdaderos sentimientos, sin censura.

Izumiko y Miyuki vivían ambos en la misma realidad incierta e inestable. Quizás por eso podía simpatizar con él en esto.

—No sé en qué estaba pensando antes. No le dije a nadie adónde iba. Pensé que estaría bien ir sola. Pero entonces...

Era mejor que no se obligara a decir palabras innecesarias. Ya lo había demostrado con sus acciones últimamente. Miyuki también era muy consciente de ello.

Pero aun así vino a ayudarme...

Cuando Izumiko abrió la boca para responder, Miyuki la miró a los ojos.

—... Izumiko. Te pusiste lápiz labial.

Izumiko se dio cuenta de que, aunque había salido del escenario de la casa de seminarios, seguía llevando el maquillaje de antes. Fue sorprendente ver que Izumiko no era la única que se sentía nerviosa por ello.

 

 

Miyuki siguió meditando durante todo el camino de regreso al dormitorio de los chicos.

Hodaka dijo que era un vidente. Cuando Miyuki buscó la palabra en la biblioteca después de despedirse de Izumiko, vio que significaba una persona que podía determinar la fuerza y la esencia de un espíritu, decir si un mensaje divino era verdadero o no, etcétera.

 Como el propio Hodaka dijo, él era un juez espiritual. Según la definición, los videntes también podían invocar espíritus durante los festivales. Incluso se mencionaba que los videntes utilizaban el koto que se tocaba durante las danzas kagura para invocar a esos espíritus.

Dijo que era uno de los jueces... Pero, ¿qué planeaba juzgar?

En lo que respecta a la magia, Miyuki solo conocía un poco. No sabía nada sobre el kagura. Sin embargo, tenía que haber algún tipo de conexión con los Yamabushi en alguna parte. Los adivinos no podían ser los únicos que pudieran hacer tratos con los espíritus.

¿Qué quería decir la diosa cuando me dio esa última advertencia?

Cuando Izumiko recuperara la memoria, tendría que preguntarle qué pensaba al respecto. Aunque eso también sería complicado. Era extrañamente confuso pensar en Izumiko contemplando las acciones de la diosa.

Había varios cuervos posados en la escalera de incendios del dormitorio cuando Miyuki se acercó. Sus ojos se desviaron hacia las aves. Estaban posados tanto en los escalones como en los pasamanos. Tokio era famosa por su gran cantidad de cuervos y ver tantos en el mismo lugar no era algo inusual.

Alguien debía de haberles tirado restos de comida o algo por el estilo. Miyuki no le prestó mucha atención.

Su compañero de cuarto, Hiraoka, era el tipo de estudiante que solo regresaba al dormitorio para dormir. Eso no quería decir que él y Miyuki no se llevaran bien, pero tampoco tenían nada que ver el uno con el otro. Miyuki simplemente se alegraba de que Hiraoka fuera ordenado. Compartir habitación con Hiraoka no le molestaba. En ese momento, la habitación estaba vacía, como de costumbre. Entró y abrió la ventana.

Se oyó el graznido de un cuervo y una sombra negra entró volando.

—¿Qué...?

Miyuki gritó y se apartó de la ventana. El cuervo era más grande que un gato y daba la sensación de que estaba allí para atacar. Sin embargo, no se alejó del alféizar de la ventana. Plegó las alas y se posó allí. Sus plumas negras tenían un brillo casi azulado y sus ojos oscuros brillaban como cuentas.

Cuando Miyuki lo miró fijamente, el cuervo le devolvió la mirada. Primero lo miró con el ojo derecho y luego giró la cabeza y lo miró con el izquierdo. La mirada descarada de su rostro dejó a Miyuki perplejo.

—¿Eres un pájaro mascota?

—No —respondió el pájaro.

Y luego, sorprendentemente, continuó hablando.

—Ha pasado un año. Nunca pensé que llegaría el momento en que volvería a hablar contigo. Pero ahora, quiero tener una conversación de verdad.

El tono y el sonido de la voz del cuervo le resultaban familiares a Miyuki. Estaba tan sorprendido que le llevó un momento responder.

—No puede ser... ¿Wamiya?

—A tu servicio.

—¿Por qué eres un cuervo?

—No he reunido suficiente poder espiritual para convertirme en humano aquí en Tokio. Sin embargo, como puedes ver, finalmente me he manifestado en una forma sólida. Izumiko aún no ha utilizado toda su energía.

Miyuki tragó saliva.

—¿Estás aquí para estar con Izumiko?

—Supongo que sí. Para mí fue fácil venir aquí. Lo difícil es reunir la fuerza suficiente para que los humanos puedan verme.

Actuaba como un cuervo. Frotó el pico contra el alféizar de la ventana.

—¿No había al menos otras formas que podrías haber elegido además de la de cuervo? —preguntó Miyuki.

—¿Pero por qué? Puedo divertirme de muchas maneras como cuervo. Los cuervos tienen muchas características que los hacen ideales como familiares de los dioses. Además, tengo muchos amigos y es fácil pasar el tiempo en lugares donde hay humanos.

—¿Izumiko ya lo sabe?

—No.

El cuervo se rascó la parte inferior de una de sus alas con una pata.

—Por el momento, he decidido vigilarla en silencio de esta manera. Izumiko se altera con facilidad. Por su bien, creo que es mejor ser discreto hasta que haya ganado más confianza en sí misma.

Miyuki frunció el ceño.

—Entonces, ¿por qué viniste a mí?

—¿No pudiste ver mi forma antes?

—Solo cuando estabas a punto de matarnos.

—Recuerdas detalles tan insignificantes, Miyuki —dijo el cuervo con una sonrisa desdeñosa.

Molesto, Miyuki apartó la mirada. Tras un momento, volvió a hablar.

—Eres un familiar, ¿verdad? Deberías usar tus poderes para el fin para el que fueron creados.

—¿Qué crees que estaba haciendo?

El pájaro negro levantó la cabeza y soltó un graznido, como para declarar que lo que acababa de decir era cierto.

—Dejemos atrás los rencores del año pasado y llevémonos bien. Trabaja conmigo. Si así lo deseas, te sorprenderá lo que podemos lograr juntos. Incluso Izumiko podría sorprenderse. Pero, de nuevo, no entiendo las emociones humanas.

 

Continuará en el libro 3...



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