Rakuin No Monshou Volumen 8 - Capítulo 5

EL LEÓN Y LA CHICA, Y LAS LÁPIDAS


PARTE 1

Dos días después de que Orba fue puesto bajo detención, Bouwen Tedos fue a visitar al sabio Ravan en su habitación.

Originalmente, él había querido examinar el asunto tan pronto como se enteró, pero con los refuerzos de todas partes llegando a Taúlia uno tras otro, se había retrasado. Por lo que no fue sólo por el asunto de Orba que tenía ganas de ventilar sus quejas con Ravan. También fue por el rumor de que Ravan planeaba retrasar el regreso al castillo del Gobernador General de Taúlia, Ax Bazgan. 

—Esto va a sonar como un lloriqueo pero no puedo manejar todo por mí mismo.

—Esto también cuenta como experiencia —Ravan estaba acostado boca abajo en una sábana extendida en el suelo. Estaba fumando.

En teoría, se había recuperado lo suficiente como para poder pararse y caminar, pero necesitaba usar un bastón para hacerlo. Aunque parecía que al viejo no le importaban las miradas de los demás, Bouwen sabía que era, de hecho, una masa de orgullo. Mientras no estuviera acostumbrado a un bastón, odiaría dejar que se viera su desgarbada figura. Probablemente no tenía la intención de dar un solo paso fuera hasta que no mejorara mucho su andar con él. Debido a esa idiosincrasia, Bouwen, en quien confiaba, lo veía en posturas como ésta en la que estaba acostado boca abajo.

—Cuando llegue el momento, tendrás que dar las órdenes para dirigir las tropas de otros países. Debes mirar cada una de sus caras en persona. Si no los conoces personalmente, marcará una gran diferencia en el futuro.

—Lo entiendo, pero, bien, Maestro, lo que es más importante ahora mismo es Orba —Bouwen pasó al tema principal.

El que había extendido la red de vigilancia alrededor de Orba y sus compañeros había sido Natokk, el comandante del Sexto Batallón del Ejército. Al preguntarle, se enteró de que había recibido la orden de Ax y obtuvo el permiso de Ravan.


No escuché nada al respecto - aunque pensando que no debía quejarse, aunque creyendo que no debía quejarse, considerando que era básicamente el actual comandante en jefe de Taúlia, se sentía avergonzado por ello.

—¿Qué está pasando con él en este momento?

—Él está bajo confinamiento. No habla ni siquiera cuando se le pregunta sobre el envío de un mensajero secreto a Mephius. Normalmente sería torturado bajo la sospecha de estar conectado con un país enemigo, pero... 

Es el héroe que derrotó a Garda. Además, acababa de conseguir el éxito en la batalla contra Mephius. Pero cuando llegara el momento de la verdad, es decir, cuando se trataba de defender el país, Bouwen era capaz de ser despiadado y de sangre fría. Si la actitud de Orba era demasiado obstinada, enviarlo a la cámara de tortura subterránea era una opción.

—Hmm —Ravan exhaló humo de tabaco—, pero incluso si envió un mensaje secreto, ¿cuál era el contenido? Puesto que se trata de Mephius, hay muy pocas cosas que valga la pena informarle sobre la formación de nuestras tropas. Al fin y al cabo, esta guerra es igual a la anterior; y un ataque sorpresa ya no funcionará. Es posible que Orba y sus compañeros puedan actuar desde el interior de Taúlia simultáneamente con un ataque de Mephius, pero... eso tampoco es realista. Orba y sus amigos son muy pocos en número.

También surgió la dificultad de cómo tratar con la unidad de Orba. Se podría suponer que el Mephiano Gilliam, que se interpuso en el camino de los hombres de Natokk, fue un cómplice de la traición; pero, ¿qué hay de personas como Talcott o Stan, que eran mercenarios en Taúlia antes de que Orba llegara, o Kurun, que era un aprendiz de soldado en Helio?

Por supuesto, ya que no podían dejarlos así como estaban, como Orba, todos fueron encarcelados en una gran cámara.

Es decir, tanto en Apta como en Taúlia, las dos ciudades separadas por el río Yunos, Orba y bastantes de sus conocidos fueron privados de su libertad.

—Por eso necesitamos que Orba nos diga con su propia boca cuál era el contenido. Maestro Ravan, ¿no podría ir a verlo en persona?

—Lo siento, pero no voy a ir a hacer una tontería —dijo Ravan muy claramente—. Incluso si voy ahora, la máscara no hablará. Vendrá rogando por misericordia en algún momento. Un problema más importante es mantener las provisiones para Taúlia —Ravan pasó a otro tema, cerrando el tema de Orba por el momento.

Sin embargo, al día siguiente, cuando Bouwen dejó el edificio del castillo para ir a recibir el informe regular de los guardias fronterizos, 

—Sir Bouwen —alguien le llamó desde su caballo. Tenía una barba negra oscura y llevaba una armadura azul. Según los rumores, era el Dragón Azul de Kadyne, Nilgif.

Acababa de llegar a Taúlia a última hora del día anterior. Pero sólo él y su hermano mayor pasaron por la puerta. Cuando le preguntaron por los soldados kadynianos que se suponía que estaban liderando, respondieron tranquilamente que – 

—Son lentos. Probablemente llegarán en dos o tres días.

Aunque a primera vista su cuerpo parecía pesado, Nilgif saltó ágilmente de su caballo sin ninguna dificultad.

—Me enteré de lo de Orba —dijo.

—¿Orba?

—No te hagas el tonto. Parece que está detenido.

Bouwen lo descartó. Pero maldijo por dentro. Se suponía que el arresto de Orba era un secreto muy bien guardado. Oficialmente, aún no se había recuperado de la herida de bala de antes y se había decidido que debía concentrarse en su tratamiento médico.

¿Quién reveló eso?

—¿Es porque es Mephiano?

—¿Qué quieres decir?

—El rumor entre la gente de Taúlia es que como es un antiguo habitante de Mephius, tienes la intención de ponerlo como ejemplo y ejecutarlo.

—Es ridículo.

—Es cierto. Es ridículo. Aún no he pagado mi "deuda" con él. Además del hecho de que salvó a mi familia, nuestra lucha durante la guerra también se quedó en suspenso. Me molestaría que se deshicieran de él arbitrariamente.

—Nilgif, ¿dónde están tus modales?

Esta vez, fue el Dragón Rojo, Moldorf, quien apareció. Bouwen lo había visto de lejos durante la batalla de las Colinas Coldrin. Aunque esa vez, era un enemigo.

—Sir Ax es el héroe que salvó a toda la región occidental y Orba es conocido como su 'espada' más fuerte. Nilgif, no se puede confiar en los rumores. Sir Bouwen se habrá dado cuenta hace tiempo de que si lo ejecutan, Taúlia tendrá la culpa en todos los rincones del oeste —Aunque Moldorf se disculpó por la grosería de su hermano menor, sus palabras fueron una insinuación dirigida contra Bouwen.

—En efecto —Bouwen sacudió la cabeza, con una expresión estudiada—, Orba es un mercenario de nuestra Taúlia. Aunque sean nuestros aliados, no puedo revelar fácilmente dónde se encuentra actualmente, ni qué misión se le ha confiado. Así que...

Bouwen soltó su caballo y se alejó de los Dragones Rojo y Azul, pero por supuesto, eso no arreglaría la situación. Si se llegara a hablar de ello entre la gente, ya no podrían ocultar la situación con Orba. Pero si la verdad sale a la luz sobre cómo fue confinado por enviar un mensaje secreto a Mephius, la moral en Taúlia caería en el caos.

Eei, es un hombre difícil de tratar. Ahora, en este punto, ¿por qué Mephius?

La ira de Bouwen creció. Para llegar a esto, hubiera sido mejor si la herida de bala hubiera empeorado y él hubiera muerto. ¿Acabarían quitándole la vida en secreto o, por consideración a su logro de derrotar a Garda, le quitarían la máscara y lo echarían?

Pero es una lástima, pensó Bouwen. 

Ahora, en este punto también se aplicaba a él. Ese hombre sería una gran pérdida. ¿No hay otra manera?

A causa de ese pensamiento, en la tarde del mismo día, Bouwen ocupó un intervalo de su apretada agenda de trabajo yendo en persona a la habitación en la que Orba estaba preso.

—Hay rumores sobre ti —dijo Bouwen—. Al parecer, hay muchas voces entre la gente que suplica que seas salvado. ¿Difundiste tú mismo el rumor esperando que las cosas salieran así?

Sólo intentaba sacar por sorpresa una confesión de Orba, que había estado allí desde aquella noche y que no había visto a nadie más que a los soldados taulianos.

Por su parte, Orba se quedó en silencio. En esa habitación lúgubre, con sólo una mesa y una silla en su interior, era como un dragón encadenado que se agachaba paciente y silenciosamente. Pero incluso mientras mantenía esa pretensión, la aguda mirada oculta tras la máscara parecía decir que estaba afilando sus colmillos y garras, y que cualquier humano que se acercara demasiado descuidadamente sería despedazado y devorado de un solo golpe.

¡Quítate esa máscara! - Al no recibir ninguna reacción, Bouwen tuvo el impulso de gritar y arrancar con fuerza la máscara de hierro. Con su cara oculta, no había ningún indicio de los sentimientos o intenciones del otro.

Pero él se aburría con ello.

Justo cuando Bouwen estaba a punto de irse, Orba abrió la boca.

—El tercer día.

—¿Qué?

—Hoy es el tercer día desde que llegué aquí. ¿Es eso correcto?

—Eso suena correcto.

Una cosa trivial. Asumió que esa cosa trivial era una excusa para empezar a hablar, pero, en contra de sus expectativas, Orba cerró la boca de nuevo.

Bouwen Tedos se quedó allí, inmóvil, por un rato, pero aún había muchas cosas que necesitaba terminar antes de que acabara el día. Al final, se fue.




Inclusive después de que Bouwen se fue, Orba permaneció sentado en la silla.

Aunque parecía que nada había cambiado, la forma en que ocasionalmente se ponía de pie y deambulaba inquieto por la habitación demostraba que no era porque hubiera permanecido tranquilo y sereno. Pero si se concentraba en una sola cosa, temía que se paralizara por ello.

Ocasionalmente actuaba como si estuviese practicando con una espada, aunque con las manos vacías. En cuanto a lo que pensaba, no tenía una conexión directa con Mephius ni con Taúlia, sino más bien en el sentido de - si me enfrento a un oponente como Moldorf o Nilgif a caballo, ¿cómo debo manejarlo?

El tiempo de espera fue frustrante. Cuando Bouwen vino a visitarlo, casi espontáneamente aprovechó la oportunidad, ya que sabía que tendría que esperar mucho tiempo más si la perdía.

Así que en vez de eso recordó el campo de batalla. Los grandes generales Moldorf y Nilgif eran maestros en el manejo de las lanzas a caballo. Luchó contra ambos, pero sería difícil decir que obtuvo una clara victoria en ambos casos. De aquí en adelante, cuando se enfrentara a oponentes como ellos, ¿cómo debería hacerlo?

Al principio, Orba asumió un ataque de dos etapas con lanza y espada. No sería capaz de igualarlos en un ataque frontal con una lanza. Así que sostendría las riendas en su boca y mientras empujaba la lanza con su mano derecha, usaría el impulso para desenvainar la espada con su izquierda y encadenar los golpes.

Incluso practicaba el movimiento. Por supuesto, puesto que estaba confinado, le habían confiscado todo tipo de armas y no podía practicar realmente blandiendo una espada. Sin embargo, a pesar de la corta edad de Orba, tenía una gran experiencia en la práctica de la batalla. Los recuerdos de muchas peleas ayudaron en el entrenamiento con imágenes.

No está mal, pero...

Después de haberlo repetido lo suficiente para que su respiración se acelerara, Orba buscó con dificultad otro método. Era difícil manejar libremente un caballo o un dragón con un arma en ambas manos; y más aún si se convertía en una caótica escaramuza. Además, si estaba empuñando ambas armas desde el principio, sería fácil adivinar sus intenciones.

Así que mantén la espada en la cintura y empieza con la lanza.

Orba miró fijamente a la oscuridad y la figura del Dragón Rojo Moldorf se asomó fuera de ella. A una distancia que no estaba ni muy lejos ni muy cerca, arrojó la lanza. No había necesidad de hacerlo con todas sus fuerzas. Al contrario, para poder ejecutar sin problemas su siguiente movimiento, no debería ser ni demasiado fuerte ni demasiado débil. Como se trataba de Moldorf, repelería fácilmente la lanza. Orba se inclinó hacia delante y lanzó su caballo al frente. Después de sacar la lanza, Moldorf sacó su propia lanza y galopó de frente hacia Orba, ahora con las manos vacías. Podía sentir el viento silbando en su cara.

Ahora...

Por una fracción de segundo, Orba pareció caer hacia adelante y luego sacó la espada de su cintura.

Los caballos pasaron uno al lado del otro. Con un golpe de barrido en el torso, Moldorf caía del caballo - su imagen mental podía llegar a ese punto.

Lo importante aquí era que el movimiento de desenvainar la espada sacada de su cintura y el movimiento de golpear el torso de su oponente fueran realmente uno y el mismo.

No debería usar una espada larga.

La longitud del sable corto que había recibido de su hermano Roan sería casi perfecta.

Orba, a solas, practicó repetidamente el doblar las rodillas y el encorvarse a una posición hacia adelante mientras desenvainaba una espada. Empezaba a sudar y mientras estaba absorto en mover su cuerpo sin pensar conscientemente, fue capaz de olvidar brevemente su impaciencia y su arrepentimiento. No era una forma de escapar de la realidad, sino más bien de alejar las emociones negativas que de otra forma podrían tomar el control de su cuerpo y mente.

Y entonces, justo después de que Bouwen Tedos se hubiera marchado, Orba, al quedarse atrás, se sentó pensando en la silla.

¿Es el tercer día?

Según sus cálculos, si Shique hubiera galopado durante el día, ya habría llegado a Apta. Si fuera a ir allí dentro de tres días, como prometía la carta, tendría que salir de aquí antes de mañana por la noche a más tardar.

No había ni siquiera la sombra de una persona a su alrededor. El sonido se había extinguido hasta el punto de ser opresivo.

Cometí un estúpido error.

Los sentimientos que casi había olvidado mientras se movía por ahí resurgieron sin querer. Ardía con un feroz arrepentimiento y su cabeza parecía estar en ebullición.

Había demostrado su determinación cuando escribió esa carta. No necesitaba que Shique le recordara eso. Porque hasta ahora -durante toda la lucha contra Garda en el oeste- no había pensado en un futuro en el que se quitara la máscara.

Pero, ¿a dónde estaba mirando en ese momento?

Siempre era alguien que hacía preparativos meticulosos, hasta el punto de que irritaba a sus camaradas, pero esta vez tenía tanta prisa por avanzar que descuidó por completo la vigilancia de lo que le rodeaba. Y como resultado, ahora se encontraba en una situación en la que no podía moverse en absoluto.

No estaba mirando nada. No tenía una respuesta clara de quién era o quién quería ser.

Sin darse cuenta de que lo hacía, Orba tomó la máscara en su mano.

¿Qué es lo que quiero hacer?

En los últimos tres días, no había sido capaz de desentrañar ni una sola vez ese problema. Nunca pudo tomar una decisión sin tener dudas.

Pensar en volver a ser el príncipe heredero de Mephius, en recuperar ese rostro era...

Para detener la guerra con Taúlia. Pero, ¿y luego qué? ¿Continuar como Príncipe Heredero? ¿Planear involucrarse en todas las guerras del mundo? ¿Fingir que puedo crear un mundo donde nadie esté triste y nadie pierda la vida?

Aunque no sea un creyente de Badyne.

Yo –

Había querido convertirse en un héroe.

Liderar un ejército de diez mil personas, guiar a su país a la victoria, era el tipo de héroe que había anhelado ser. La clase de existencia de la que se hablaría en futuras historias junto con espléndidas ilustraciones.

—Ja —Orba se levantó de repente y exhaló con fuerza. 

Casi se lanzó hacia delante por el impulso que le quedaba, y luego sacó la espada invisible que tenía en la cintura y la hizo girar en línea horizontal.

Ja...

—Ja, ja, ja.

Si hubiera alguien en la sombra, observando de cerca a Orba dentro de esa habitación, se habrían preguntado si finalmente se había vuelto mentalmente trastornado.

Al estallar en risa, Orba rodó por el suelo y miró hacia el techo mientras golpeaba repetidamente el suelo con el puño en un ataque de alegría.

¿Quién era él?

Había continuado preguntándose eso desde su infancia.

Su hermano mayor, Roan, había dicho que nadie podía saber algo así.

Su amiga de la infancia, Alice, había dicho que una cosa así era estúpida.

Y entonces, una audaz princesa de catorce años de Garbera le preguntó a Orba: 

“Orba, ¿quién soy?”

Orba bramó incontrolablemente por un rato y luego, después de que su ataque de risa terminó, de repente se quedó quieto mientras miraba al techo.

—Es una estupidez —un breve susurro surgió de sus labios resecos—. Tenías razón, Alice. Es estúpido, algo así.

Cerró los ojos.

Era imposible decir quién aparecía recurrentemente en sus pensamientos, ni qué escenas o de cuándo y dónde.

De repente, Orba levantó las dos piernas en el aire y luego, con el mismo aliento, levantó su cuerpo mientras se balanceaban hacia el suelo.

Lo haré.

Mi oponente en esta lucha es Guhl. Ese bastardo. La gente, el futuro, como si me importara ahora.

Tú que me quitarías todo, tú que una vez más podrías quemar a la gente que conozco. Eso es todo. Es suficiente.



PARTE 2

A medida que los rumores sobre Orba se extendían más y más, una gran cantidad de gente se acercó a Bouwen Tedos para implorar misericordia por él.

—Si ya te estás poniendo nervioso por un rumor infundado, ¿qué harás cuando Mephius empiece una verdadera guerra de información?

La mayoría de ellos se fueron cuando Bouwen los reprendió, pero había algunos entre ellos que no podían ser ignorados. El comandante de los dragones de Helio, Lasvius, y los Dragones Azules y Rojos de Kadyne. Ambas partes enviaron una carta. Aunque, aparentemente, tomaron la postura de que "esta noticia no es confiable", el contenido era en efecto una petición

O en todo caso, por encima de su firma formal, Lasvius escribió esto:..:

“... aunque se conceda que puede haber ciertas circunstancias, ya que Su Alteza Rogier Helio espera reunirse con Orba de nuevo en el futuro, seguimos esperando que sea tratado con indulgencia.”

Mientras que los Dragones Gemelos de Kadyne afirmaron que:

“...nuestra señora, la princesa Lima Khadein, está muy preocupada de que, en este momento de invasión de Mephius, algo desafortunado pueda sucederle a Orba por ser Mephiano. Creemos firmemente que en el futuro nos reiremos con la princesa de sus temores totalmente infundados.”

Cuando Bouwen le mostró las dos notas, Ravan Dol se rió. Y se rió tanto que se atragantó con el humo del tabaco, lo que hizo que su espalda temblara y, por un momento, se desvaneció por el dolor.

—Bueno —para cuando habló, ya hacía bastante tiempo que no había pasado por alto las cartas—, ¿y la tercera? —Preguntó.

—¿Eh?

—¿No había ninguna otra carta? ¿Así que te lo dijeron en persona?

—... Sí —admitió Bouwen a regañadientes.

Hubo una persona más que fue a ver a Bouwen para verificar los rumores que habían escuchado sobre Orba.

La mismísima Esmena Bazgan.

Cuando se le informó de ello, el estratega habló de nuevo -

—Tanto si puede hacer un movimiento en este momento como si no, no hay duda de que el hombre es problemático. Hasta que nuestro señor regrese, lo único que hay que hacer es mantenerlo discretamente encerrado.

—¿Qué opina de este asunto del mensaje secreto?

—Las acciones de ese hombre son demasiado desconcertantes para que sólo sea cuestión de confabularse con Mephius. ¿Qué debo hacer en una situación como ésta? Pensaré en qué hacer. Bien, ahora dejaré de preocuparme por eso.

Bouwen sólo suspiró como respuesta. Los ojos de Ravan brillaban intensamente. Ardían con intención porque la vida valía la pena volver a vivirla ahora que había encontrado a alguien nuevo, además de Ax, para que hiciera el papel de estudiante; pero el propio Bouwen no se daba cuenta de ello en absoluto.

—En cualquier caso, hemos extendido nuestras fuerzas a lo largo de la frontera y ya estamos vigilando a Mephius. Natokk está reforzando la vigilancia en el interior. Así que hay daño. Entonces lo dejé. El otro lado definitivamente hará un movimiento. Pero entonces —agitó las dos cartas—, hay movimiento desde otra dirección. Lo esperaba, pero va más allá de lo que había pensado.

—¿Lo esperaba?

—Sí, yo soy el que difundió el rumor sobre Orba.

—Maestro —Bouwen se sorprendió.

Según lo que explicó el viejo estratega, no había participado en la batalla en la que Garda fue sometido, ni pudo evaluar después la situación en los distintos países occidentales con sus propios ojos. Y así, como no pudo calibrar la influencia de Orba de primera mano, actuó para poder medirla.

—Si hubiera sido pequeña, cualquier problema causado desaparecería pronto dejándolo encerrado como está ahora. Si fuera grande, tendríamos que considerar cuidadosamente cómo y cuándo usarlo.

Bouwen se sintió deprimido pero, como todavía tenía algo más que las cartas para contarle al viejo, recuperó su energía. Por encima de todo, esta otra comunicación demostró que todo iba de acuerdo con las predicciones del anciano.

—Orba dice que desea verlo, Maestro. Tal vez entonces revele todo.

—Oh, ¿podrías forzar a un anciano cuyas piernas no pueden estar de pie?

—No se puede evitar. Le imploro su ayuda.

Al bajar la cabeza, fue la primera vez que Bouwen tuvo ganas de odiar al viejo estratega al que siempre había amado y respetado. Era el mismo tipo de sentimiento que Ax Bazgan tenía a menudo.

Ravan se dirigió a la habitación donde Orba estaba encerrado tan rápido como sus piernas lo llevaban. Tenía la espalda encorvada y su andar era torpe, ya que aún no estaba acostumbrado a caminar con un bastón. Guardias armados lo escoltaron por todos lados, pero cuando, sin darse cuenta, extendieron una mano cuando Ravan pareció a punto de tropezar, el viejo les disparó feroces miradas.

Soportó la humillación hasta que finalmente llegaron, entonces Ravan ordenó a todos que salieran de la habitación. La puerta estaba cerrada con llave y los soldados hacían guardia fuera de ella.

El viejo estratega y el joven héroe se enfrentaron desde ambos lados de la mesa.

—Creo que es la primera vez que nos encontramos cara a cara, Sir Orba.

—...

—¿Oh? ¿No me llamaste aquí porque tenías algo de lo que querías hablar? Si no tienes nada que discutir conmigo, me iré. Me queda poco tiempo en este mundo y no puedo permitirme desperdiciarlo.

—Yo —habló Orba, mirando directamente a Ravan, que estaba apoyando su peso en un bastón para soportar su espalda—. Me gustaría que me permitieras ir a Mephius.

—¿A Mephius?

—Sí.

—¿Y qué harías allí?

—Hay un general que conozco en Apta. También conozco bien su personalidad. Si puedo ganármelo, esta guerra podría detenerse antes de que comience.

—¿Oh? Bueno, tú eras un gladiador Mephiano. No es tan extraño que conozcas a un general, pero aún así, eres ingenuo.

—¿Ingenuo?

—Esta situación no cambiará a partir de los sentimientos de un solo general. El que dio la orden fue el propio emperador Guhl Mephius. Según todos los indicios, esta guerra se está posicionando como una venganza por el príncipe heredero. Todo un eslogan. Por eso, las espadas levantadas no pueden ser devueltas a sus vainas a menos que el propio emperador lo decida. En esas circunstancias, ganar a un solo general sólo nos permitiría, en el mejor de los casos, ganar algo de tiempo.

—Guhl Mephius no tiene fe en sus lacayos, y sus lacayos a su vez ya no tienen fe en él. Si un solo general se opone a él y levanta el estandarte de la justicia, habrá muchos que lo apoyarán.

—Aún así.

—¿Estoy siendo ingenuo?

—Exactamente. Hablas como si estuvieras bien familiarizado con la situación interna de Mephius, pero no demuestras ninguna base para ello. En realidad, cuando hubo ese disturbio en Mephius y ese hombre Zaat se levantó en rebelión, nadie lo siguió. Por lo que puedo ver, Guhl fue capaz de unir hábilmente al país. Aunque la forma en que lo hace es prácticamente a través de un reino de terror, su capacidad para unir al país sin provocar ningún disturbio es innegable.

—Zaat no tenía ninguna fuerza de unificación. Ni tampoco blandió ninguna gran causa.

—Así que según lo que dices, ¿este general que conoces tiene la fuerza de unificación para poder derrocar el gobierno del emperador? ¿Cómo se llama?

—Rogue Saian. También es muy probable que Odyne Lorgo, que está con él en Apta, lo apoye.

—He escuchado esos nombres. De hecho, ambos son generales destacados. Aún así, la posibilidad de provocar una avalancha es lamentablemente baja. Como era de esperar, no llevaría más que a ganar tiempo. Bueno, esa sería una manera. Nuestro bando podría pensar en cómo interferir aprovechando la oportunidad de las disputas internas del enemigo. Sería mejor hacerlo que no.

—No. Me gustaría que Occidente se abstuviera de interferir innecesariamente.

—¿Qué has dicho?



—No toleraré que un solo soldado de cualquier lado cruce la frontera más allá de este punto. Es lo que he dicho.

—¿No lo tolerarás?

—En efecto.

—Hablas de manera muy grandiosa. Entonces preguntaré: ¿quién eres? Conoces a los generales de Mephius, tienes un conocimiento detallado de la situación interna de Mephius y también le das a él y a Taúlia órdenes de contención.

Ravan miró a la máscara de Orba como si pudiera ver a través del hierro, pero Orba por su parte estaba tranquilo.

—El punto por el que preguntas es algo que un viejo maestro como tú ya debería haber entendido, ¿no es así?

—¿Qué has dicho?

—¿O realmente no lo sabes? Un hombre como tú, Ravan Dol, el temido estratega de Taúlia... —su voz era una clara burla.

En ese momento, Orba sin duda cometió un error en su manejo del viejo. La mirada de Ravan Dol se relajó al instante, volvió a su habitual expresión despreocupada y se levantó de su silla de forma pausada.

—Actúas como un gran hombre. Pero eso es suficiente y yo, Ravan Dol, no tengo tiempo de ser tu segundo plato.

Chasqueó los dedos para convocar a los guardias.

La puerta se abrió y varios soldados con rasgos de halcón aparecieron a la vista. Ravan pasó en silencio por la entrada.

—Maestro Ravan —Cuando una voz le llamó por detrás, el viejo estratega no detuvo sus pasos. Ordenó a los soldados que cerraran la puerta.

La puerta hizo un sonido pesado pero justo cuando empezaba a cerrarse, le oyó decir,

—Parece que el abanico de guerra fue devuelto sin problemas.

Ravan se detuvo de repente. Orba continuó -

—Me enteré del levantamiento de Raswan Bazgan. Pensando en ello, me siento aliviado de que haya sido devuelto en el momento adecuado. Si alguien tan anti-Mephius como Raswan hubiera tomado el trono, habría sido un problema para mí también.

Ravan extendió su mano. Justo antes de que la puerta se cerrara, se deslizó de nuevo a través del hueco. Con la cara inexpresiva, dio una vez más a los soldados la orden de retirarse.

Cuando oyó que la puerta se cerró, Ravan se dirigió hacia Orba. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de él como para sentir su aliento en la cara, dijo,

—Quítate la máscara.

Orba no respondió. Pero debajo de la máscara, sonrió. Mirándolo fijamente, Ravan abrió bien los ojos y cambió sus palabras,

—Por favor, ¿no es posible que se quite la máscara?

La sonrisa de Orba se ensanchó y la ira inmediatamente bañó el rostro de Ravan. Y entonces esa furia se derritió como el hielo.





Ya había pasado algún tiempo.

—No es de extrañar —dijo Ravan. La máscara de hierro estaba colocada sobre la mesa. Ravan susurró de nuevo—, no es de extrañar —como siempre, el viejo tenía una expresión desbordante de desapego por las preocupaciones mundanas, pero había un ligero temblor en sus manos de color marrón oscuro.

—... ¿Por qué no reveló su rostro desde el principio? Habría sido mucho más efectivo que cruzar cien palabras.

—Me imaginé que revelar mi cara de repente aumentaría las sospechas —Orba se encogió un poco de hombros—. Además, Taúlia acaba de estar en guerra con un hechicero como Garda. También me preocupaba que me acusaran de usar la hechicería.

—Así que incluso sabe de Garda.

—Estratega... Estratega... ¿Quién fue el que mató a Garda?

—Ah, oh. Sí, así es... —Ravan asintió repetidamente, completamente diferente a un astuto estratega. Luego suspiró profundamente—. No es que el pensamiento no haya pasado por mi mente. Pero era demasiado... Era demasiado ridículo. Me estoy haciendo viejo. Aunque me digo a mí mismo que no me ciegue el sentido común, me atrapó en el punto crucial. Fue lo mismo en Apta esa vez. Tú... No, Su Alteza, usted bombardeó su propia fortaleza como si ridiculizara mis predicciones.

—...

—Ciertamente, si usted diera una orden a los generales, podría alterar el estado actual de las cosas. Pero es una apuesta peligrosa. Mephius podría verse envuelto en los fuegos de la guerra civil.

—Tendremos que hacer lo que podamos para evitar que esos incendios se propaguen. Y para ello, la cooperación de Talia, no, la de occidente será necesaria —dijo Orba. 

Su forma de hablar y su tono de voz eran los mismos que cuando llevaba la máscara, pero de alguna manera proyectaba la atmósfera de una persona diferente.

—Por supuesto —Ravan Dol asintió con la cabeza como antes pero, a partir de ese único gesto, quedó claro que su manera de hablar había cambiado con respecto a la anterior—. Para evitar una guerra con Mephius, demostraremos nuestro poder al máximo.

—¿Confiarás en mí?

—¿Eh? —Ravan abrió mucho los ojos por el desconcierto. Con una brusquedad impropia de un anciano, su expresión se volvió extrañamente graciosa—. Sí. Después de esto, no creo que pueda volver a ver algo tan misterioso o sospechoso nunca más. En un momento como éste, “Príncipe”, ¿qué crees que haré?

—Bueno, ahora...

—Dejaré de preocuparme —Ravan se rió, mostrando inesperadamente dientes blancos y sanos—. Por encima de todo, esta situación es interesante. Vale la pena apostar la humilde cabeza de un solo anciano.

—Te estoy agradecido.

—Entonces, ¿se irá a Apta?

—Inmediatamente, si es posible.

—Entiendo —Ravan asintió.

Después de que Orba se puso la máscara, Ravan aplaudió y llamó a los soldados. Después de un intercambio de no más de unos minutos, Orba fue liberado fácilmente.

Una vez que los soldados se apresuraron a hacer su informe, los dos se quedaron solos una vez más.

—No podemos esperar mucho tiempo —dijo Ravan—. Están los preparativos de guerra que se han hecho hasta ahora. Después de que Su Alteza se haya marchado, y si parece que Mephius va a invadir de nuevo, por supuesto que nos defenderemos al máximo y pensaremos en cómo atacar si vemos alguna oportunidad de hacerlo.

—Está bien.

—En ese caso, ¿podemos decir que Orba, el héroe de la máscara de hierro, murió?

—Asesinado por Mephius o ejecutado porque estaba tramando una traición, como prefieras —No habrías pensado que Orba hablaba de sí mismo por la forma en que lo hacía, pero entonces—, sin embargo...

—¿Sin embargo?

—La princesa Esmena me apoyó mucho secretamente, así que por favor dile la verdad, y agradécele su ayuda.

—Sin duda lo haré.





Al ser liberado de su confinamiento, Orba apareció en la puerta oriental de Taúlia justo antes de que el día comenzara a oscurecer. Estaba a caballo y la capucha del manto que llevaba escondía su llamativa máscara. En la cintura tenía una espada nueva y su habitual espada corta.

No se marchaba solo. A cambio de cancelar la orden de vigilar la unidad de Orba, Ravan le dio a Natokk nuevas instrucciones para elegir unos cuantos hombres y hacer que escoltaran a Orba.

—Acompáñenlo a la frontera Mephiana. No dejen que sufra ni un solo rasguño.

Cuando recibió esa orden, Natokk naturalmente sospechó algo, pero tenía una fe absoluta en Ravan Dol. Asumió que tenía algún plan en mente.

Además, y también por orden de Ravan, para cuando Orba partió hacia Apta, otro grupo ya se había adelantado y dejó Taúlia con una nube de polvo. Tenía a varias personas encerradas en una jaula que estaba siendo remolcada por dragones.

En todo caso, a Orba le dieron seis guardias, todos ellos a caballo. Uno de ellos miró al cielo que se estaba oscureciendo y encendió una antorcha de pino. Cuando se acercó a Orba, las llamas se reflejaron en la máscara bajo la capucha.

—¿Nos vamos?

Como no sabía qué tipo de actitud debía adoptar, su discurso era áspero. Era un espadachín que era un héroe y que también era sospechoso de traición.

—Sí —ese mismo Orba simplemente asintió con la cabeza una vez.

Cada uno de ellos azotó a sus caballos y se puso a andar. En el cielo, una estrella y luego dos comenzaron a brillar.

Desde debajo de la capucha y detrás de la máscara, los ojos de Orba se fijaron en la dirección que seguía al frente.

Su mirada estaba puesta en Apta.

La fortaleza que él mismo recibió una vez.

Y también la tierra que él mismo había abandonado una vez.

El momento de recuperarla se acercaba.



PARTE 3

Un grupo de vendedores ambulantes zerdianos caminaban por un camino que se bifurcaba de la carretera.

Aunque ciertamente era así como aparecían, y los carros tirados por caballos llevaban paquetes, un observador habría notado sin duda una inusual agudeza en sus ojos y su comportamiento.

Tenían más de cincuenta años y la mayoría de ellos eran zerdianos, aunque ninguno de ellos vivía actualmente en el oeste. En vez de eso, moraban en el altar de los Dioses Dragón en Solón, la capital del actual enemigo del oeste, Mephius. Cuando los ancianos aún residían en las montañas de la frontera, habían sido los guerreros encargados de vigilarlas y por ello estaban familiarizados con el terreno que les rodeaba.

Los veinte que les seguían eran soldados Mephianos.

Eran el grupo que fue enviado desde Apta para buscar a Vileena. Los Mephianos tenían expresiones tensas. Cuando les dijeron que cruzarían la frontera al norte del río Yunos, se preguntaron: “¿Hablan en serio?” Antes se habían dividido en pequeños grupos y se separaron, probablemente para ir a buscar información de los miembros de las mismas tribus montañosas que ellos, pero ahora habían dejado de dividir sus números y, después de que todos se reagruparan, avanzaron con paso firme.

Además, a los Mephianos se les dio una tarea humillante cuando cruzaron la frontera. Los hicieron desnudarse hasta la cintura y les ataron las manos con una cuerda. Esto sucedió así para que cuando fueran confrontados por los guardias de la guarnición, pudieran dar la excusa de que "atrapamos a los soldados que huyeron del campo de batalla". Completaron la historia explicando que los iban a vender como esclavos de batalla. Los guardias los detuvieron dos o tres veces mientras avanzaban a lo largo de la frontera pero, como los mercaderes zerdianos eran indudablemente corpulentos y audaces, todos les creyeron.

Como trataban con zerdianos, los soldados Mephianos sospecharon en más de una o dos ocasiones que los estaban llevando a una trampa, pero habían recibido órdenes del general Narbal; además, no veían ninguna ventaja en que los zerdianos los capturaran.

Viajaron hacia el sur por el río Yunos durante una semana.

Los zerdianos se detuvieron.

Había un pueblo a la vista. Las casas eran como bultos de piedra que se elevaban del suelo suavemente ondulado.

—¿Está ahí? —El zerdiano que dirigía, el hombre llamado Kiril con el que Nabarl se reunió, señaló cuando vio la aldea. 

Un zerdiano que era un poco mayor que el resto de los elegidos para formar parte del grupo de búsqueda asintió.

Lo que significaba que la princesa Vileena estaba allí.

Kiril se rascó su afilada barbilla.

—¿Sería mejor erradicarla para no dejar un rencor eterno?

—¿Erradicar qué? —Uno de los soldados Mephianos lo recriminó—. ¿Esa aldea?

—No seas estúpido —otro de ellos se opuso—. Sólo tenemos que decirles que venimos a buscar a la princesa de Mephius. No opondrán ninguna resistencia.

—Este es territorio enemigo.

—En ese caso, estará bien si ustedes, los zerdianos, fingen estar en una misión de Taúlia. Les prestaremos nuestras armaduras y armas. Si se disfrazan como soldados de Taúlianos... —Al darse cuenta de que los otros eran serios, el soldado Mephiano hizo una sugerencia apresurada.

Deberían evitar las peleas innecesarias. Como Kiril había dicho, estaban en territorio enemigo. Un alboroto podría atraer la atención de los enemigos cercanos.

Entonces...

—Por allí —un zerdiano que tenía más o menos la misma edad que Kiril señaló el único camino que conectaba con la aldea.

Kiril miró fijamente y luego con una voz áspera dijo...

—Su sugerencia es rechazada.

Una fila de personas se acercaba al pueblo. A juzgar por su apariencia, el grupo armado era indudablemente de soldados Taúlianos.





Vileena ya había pasado ocho días en la aldea. En el tiempo transcurrido desde que se despertó, se había recuperado hasta el punto de ayudar a la familia Jayce con su trabajo.

No obstante, el trabajo en el que Vileena podía ayudar era muy limitado. Por la mañana, alimentaba a las gallinas y luego recibía forraje de Rone, cuando éste regresaba de las montañas, y cuidaba los caballos. También sacaba agua del pozo del pueblo y la llevaba a la esposa de Rone que trabajaba en el campo.

Una vez había llevado una comida al hombre que dormía en la habitación independiente. Ya había escuchado antes que Rone había salvado la vida de ese hombre, pero estaba tumbado de espaldas a la puerta y no le prestó atención a Vileena. A veces dejaba escapar una voz como si estuviera teniendo una pesadilla.

Aunque era limitada en lo que podía hacer, el tiempo pasaba en un abrir y cerrar de ojos mientras trabajaba. A menudo había escuchado a los nobles Garberanos decir que "cuando salí de la ciudad, me fui a trabajar a una aldea y fue realmente tranquilo, como un mundo completamente diferente de esta bulliciosa corte", pero siempre había pensado que eso era una mentira descarada.

Por la noche, comía y luego pasaba el tiempo con Laila antes de que el sol se hubiera puesto completamente.

Laila amaba a Vileena como a una verdadera hermana menor. Cada una de ellas tenía sus propias circunstancias, y nunca hablaron sobre su pasado, pero a partir de eso Laila pudo entender aún más que Vileena tenía una herida en su corazón.

En la tarde del octavo día.

—Tu cabello es realmente tan hermoso, Luna —Layla se maravilló mientras peinaba el cabello de Vileena por detrás.

"Luna" era el nombre falso que Vileena estaba usando.

Excepto en las familias de clase alta, los zerdianos no tenían la costumbre de bañarse con agua caliente. En esta aldea tampoco, ya que había un río cercano, la gente iba a lavarse en él o sacaba agua en un cubo para lavarse el pelo y el cuerpo. Al principio, a Vileena le daba vergüenza estar desnuda delante de otra persona, sin embargo no tenía más remedio que aceptarlo ya que su vida dependía de otros. En momentos como estos, Layla cuidaba a Vileena como a una hermana menor.

—No hay ninguna Mephiana ni, aunque sea grosera, Zerdiana con pelo así de hermoso. Tú eres...

Layla de repente se quedó en silencio. Se sintió mal por entrometerse sin pensar. Aunque Vileena estaba agradecida por toda la consideración que estaba recibiendo, también era doloroso.

Laila suavizó la situación hablando de varias historias divertidas que habían sucedido en el pueblo. Mientras lo hacía, se tomó el tiempo de limpiar cuidadosamente el cabello de Vileena.

De repente, recordando a su madre y a Theresia, Vileena miró a través de la ventana al cielo que estaba inundado de innumerables pequeñas luces.

Todo está muy lejos.

Su pecho se sentía oprimido por la abrumadora nostalgia.

Garbera, el país de las praderas. Un país defendido por galantes caballeros y veloces aeronaves. Mientras recordaba vivamente la corte real, donde vivió hasta los catorce años, con sus familiares caminos y los jardines de flores a los que cada uno de ellos conducía, los párpados de Vileena se calentaron.

Cómo huía de sus estudios y jugaba por doquier. Theresia la perseguía siempre, pero Vileena tenía escondites por todo el palacio. También había ocasiones en que ella iba a donde los adultos estaban trabajando, pero los cocineros, los jardineros, los herreros y todos los que trabajaban en las naves aéreas eran todos aliados de Vileena; así que cuando Theresia venía a llamar, ellos fingían ignorancia. Cuando su hermano Zenón estaba en la corte, a menudo jugaban a la pelota o se batían en duelo con espadas de juguete.

Y también estaba su abuelo, Jeorg. Cómo esperaba divertirse una vez o dos veces por temporada en la villa real donde vivía su abuelo.

Abuelo...

El calor detrás de sus párpados se hizo insoportable, así que Vileena cerró los ojos y dejó que el agua que fluía lavara las lágrimas que derramaba.

Se preguntó si la gente de su país natal se había enterado de que se había vuelto traidora a Mephius y había entregado información secreta. ¿Cómo había reaccionado su abuelo cuando se enteró? ¿Le había aplaudido, exclamando que no esperaba nada menos de una hija de Garbera y de su nieta, o se había lamentado de que su nieta se hubiera dejado llevar por los sentimientos del momento y hubiera herido sus intereses nacionales?

Pensar en ello no servía de nada. Ya hacía tiempo que había pasado por ese conflicto interno y llegó a su decisión. Pero decir que llegó a una decisión no contradice el hecho de que todavía tenía dudas.

Tal vez porque notó los sentimientos de Vileena, Layla la invitó a su habitación esa noche y habló con ella durante mucho tiempo después de que se apagaran las luces, con las almohadas alineadas una al lado de la otra. Habló de algunos de los jóvenes de la aldea. Aunque 'Lennus el vecino' era más joven que Laila, el hecho de que el chico poco sofisticado la mirara con cariño la dejó no sólo medio avergonzada sino también medio orgullosa.

—Pero, ¿no parece que te lo vas a robar? En todo caso, desde que llegaste él te ha mirado constantemente.

—Algo como eso... —Vileena lo negó, sintiéndose incómoda. No estaba acostumbrada a este tipo de conversación entre chicas.

Layla se rió sin querer.

—No te preocupes por molestar a nadie. Busca a alguien bueno, Luna. Pero tienes que decirme si lo encuentras —Layla le dio a Vileena un ligero empujón en el costado con el codo—. Casarse con alguien, tener un hijo tuyo... Esa felicidad se puede encontrar definitivamente en cualquier lugar. Incluso si la cultura y los valores son diferentes, incluso en una tierra y un país diferentes, ese es el curso normal, sin duda —La voz de Layla era casi un susurro.

Ese tipo de vida... probablemente era posible, pensó Vileena. Si no hubiera crecido en el palacio real... si hubiera nacido como una chica corriente de pueblo, aunque su personalidad rebelde podría haber causado problemas a sus padres cuando fuera pequeña, pero a medida que creciera se habría hecho adulta y también habría tomado conciencia del sexo opuesto, pasando noches enteras chismorreando sobre ello con otras chicas de su edad. Y entonces, en poco tiempo, se habría casado con alguien, convirtiéndose en madre con un hijo propio en sus brazos...

Las palabras de Layla, que decían -puedes quedarte aquí para siempre si quieres-, resonaban en su corazón.

Vileena tenía miedo de la chica que casi quería ese tipo de vida; y si su estancia aquí se prolongara más tiempo, ese deseo seguramente se haría más fuerte.

Yo nací en la familia real.

Eso era un hecho que no cambiaría, sin importar el tipo de vida que ella esperara.

Como nació en la familia real, tenía un deber. Incluso si apenas tenía poder.

El rostro de su abuelo, a quien había recordado antes, volvió a su mente. La de su padre también.

Había también otra más en el corazón de Vileena: el rostro de un joven que, a pesar de provenir de un linaje sublime, era despreciado por la gente de su país y descuidado incluso por su padre, pero que había superado todas las dificultades.

Por eso decidió, al saludar la mañana del noveno día, que después de trabajar hasta el atardecer, abordaría el asunto con la familia Jayce durante la cena.

Mañana me iré.

Taúlia o Apta. Se acercaba el momento de tomar una decisión.

Vileena le dio la espalda a la bondad de Laila y, como si esa espalda fuera impulsada, tomó su decisión.





El final de ese día llegó en un abrir y cerrar de ojos y un cierto grupo se acercaba a la aldea.

Como si hubieran estado esperando la decisión de Vileena, esas figuras parecían la encarnación del futuro que ella había elegido. Con armadura ligera y armados con espadas ligeramente curvadas, así como con pistolas anticuadas, los que avanzaban a caballo eran el grupo de treinta que fueron despachados de Taúlia. Al poco tiempo, cerca de la mitad de ellos esperaban listos a las afueras de la aldea, mientras que la otra mitad conversaba con el jefe de la misma.

—Nos enteramos de que había una chica que parece ser de un país extranjero en esta aldea.

Cuando se enteró de sus asuntos, el jefe de la aldea pensó que, después de todo, la chica había resultado ser una causa de problemas; pero los soldados simplemente dijeron que habían "venido a buscarla" y el aire que los rodeaba no le hizo sentir que habría una pelea.

—Por favor, espere un poco —por el momento, el jefe de la aldea parecía estar a punto de salir de su casa.

Como no podía entender la situación, pensó que debía pedir la opinión de la chica, pero...

—¡Ah! —Escuchó a los soldados cerca de la casa levantando un estruendo.

En el momento en que él mismo salió de su casa, la causa de eso estaba ante sus ojos.

Vileena había dado personalmente un paso al frente. Ante la confusa familia Jayce que la acompañaba, llamó al líder del grupo de búsqueda.

—Te he causado problemas.

—Lo único que importa es que esté a salvo —dijo el capitán con gran alivio—. Nos salvamos gracias a usted, Princesa. Si hubiéramos perdido a nuestra benefactora, no habríamos podido enfrentarnos ni a nuestros antepasados ni a nuestros descendientes. Por suerte, recibimos el honor de poder venir a escoltarla, Princesa; usted que está a la altura del héroe que mató a Garda.

Los aldeanos se quedaron sin palabras.

Vileena expresó cortésmente su gratitud al jefe de la aldea y luego se acercó a la familia Jayce. Aunque ellos parecían a punto de hablar, ella no supo qué decir. Así que Vileena simplemente puso una mano sobre su pecho como un aristócrata de la corte Garberana y se inclinó profundamente.

Incluido en ello estaba el significado de abandonar a la chica que no era la princesa de Garbera.

Rone y su esposa intercambiaron miradas. Layla solo dejó su boca abierta con asombro.





—Ahora es un buen momento —dijo Kiril en ese mismo instante.

Estaban escondidos no muy lejos de la aldea. Había elegido a varios de sus hombres, así como a los soldados Mephianos, para que lo siguieran. Además, dio órdenes por separado a los demás zerdianos y les pidió que fueran a hacer otra cosa.

El lugar donde Kiril y los demás estaban escondidos parecía ser el cementerio público y, desde una colina de tierra densamente apilada, tenían una excelente vista del grupo de Taúlia y de la Princesa Vileena.

—¿Un buen momento?

—Para atacarlos.

Los Mephianos miraron a Kiril con horror.

—No seas estúpido. Si salimos ahora, la princesa podría resultar herida. retroceder y colocar soldados adelante en una emboscada en el camino por el que van a ir. Una vez que estén lo suficientemente lejos de la aldea, podemos atacarlos por sorpresa y...

—En este momento sólo hay unos pocos soldados enemigos. Deberíamos ser capaces de capturar a la princesa con un rápido ataque sorpresa.

—Tienes que estar bromeando.

—Si no lo haces, te obligaré a hacerlo —Con los dos ojos brillando extrañamente, Kiril levantó la mano.

En el siguiente instante, resonaron los disparos. Los Mephianos no tuvieron tiempo de reaccionar ante su sorpresa.

Los hombres que Kiril dejó atrás se acercaron sigilosamente a los soldados taúlianos que esperaban cerca de la entrada de la aldea y, a su señal, comenzaron a disparar. Después de disparar primero, una y luego dos ráfagas, se retiraron inmediatamente. Varios soldados que escaparon de convertirse en víctimas se lanzaron apresuradamente a caballo y los persiguieron.

—E-Enemigos.

—¡Un ataque!

Era una trampa para dividir a los soldados en dos.

El ambiente en el pueblo dio un giro completo.

La gente, que se había reunido en la zona frente a la casa del jefe de la aldea, gritó y, mientras tiraba de las mujeres y los niños de la mano, empezó a huir hacia las casas.

Mientras los soldados Mephianos estaban en estado de shock, Kiril volvió a agitar su mano.

Más disparos. Esta vez, vinieron de cerca.

El humo se elevó de las paredes y el suelo circundante de las casas. Un hombre, que tardó en escapar, recibió un golpe en el estómago y se dobló sin hacer ruido. Los hombres de Kiril se dispersaron por toda la aldea.

Y no sólo estaban armados con pistolas, ya que el sonido de flechas también pasaba por encima de las cabezas de la gente.

Con el fuego en sus puntas, las flechas atravesaron los techos de las casas y las pilas de heno almacenadas. El humo y las llamas comenzaron a subir por toda la aldea. El caos se agravó todavía más.

En el instante en que esas llamas iluminaron brillantemente un lado de su cara, Kiril se levantó de repente y comenzó a correr colina abajo. Mientras lo hacía, gritó...

—¡Soldados Mephianos! Me persiguen los soldados Mephianos. ¡Por favor, ayúdenme!

Y sin duda había soldados armados de Mephius encubiertos donde señaló.

¡Esto es ridículo!

Más que estar sorprendidos o enfadados, los Mephianos estaban completamente aturdidos.

De entre las madres y los niños que intentaban escapar de los disparos y las llamas, varios de los soldados Taúlianos, así como varios jóvenes fervientes armados con hachas y azadas, se precipitaron uno tras otro hacia donde se escondían los soldados Mephianos.

Cerraron la distancia antes de que pudieran escapar.

—¡Ngh!

Incapaz de soportarlo, uno de ellos se levantó sacando su espada y cortó al aldeano que iba delante. Tenía la cara notablemente picada de viruela y estaba en una edad en la que aún se le podía llamar chico. El brazo en el que sostenía su azada fue cortado a la mitad y enviado volando al cielo.

—¡Lennus! —gritó Layla, pero por supuesto, el nombre no significaba nada para el soldado Mephiano.

Más gritos y rugidos explotaron con una fuerza que rompía los oídos.

Vileena instintivamente retuvo a Layla cuando estaba a punto de correr hacia el chico agazapado al que le habían cortado el brazo.

Desestabilizados y obligados a luchar, los Mephianos no pudieron comprender las intenciones de Kiril.

Tras haber utilizado a los soldados Mephianos como cebo, Kiril y sus hombres pudieron acercarse fácilmente a la princesa. Pero, por supuesto, sería difícil sacarla de la aldea. Por eso los Mephianos no podían entender lo que él estaba pensando. La respuesta, sin embargo, era simple.

Kiril no tenía la intención de sacarla. Se acercaría a ella en medio del caos y la mataría. Además, no era necesario que ellos mismos sobrevivieran. Debían cumplir con su deber como se les había ordenado y morir como se les había ordenado. Eso era todo para lo que existían.

Qué divertido.

Cada vez que pateaba el suelo, la distancia a Vileena se reducía. El rostro usualmente apático de Kiril estaba ahora radiante y animado.

Tal como había dicho ese Mephiano, por supuesto que habría sido más fácil derribar a los soldados Taúlianos si les hubieran disparado una vez que salieran de la aldea, y sin duda también habrían podido capturar a la princesa.

Pero eso no habría sido nada divertido.

Al sentir en su rostro el éter que se elevaba de los muchos arroyos muertos, anhelaba la muerte. Porque entonces sería convocado por los Dioses Dragón. Era un creyente piadoso que les había ofrecido muchas muertes y mucho éter.

Mientras prestaba cuidadosa atención a lo que ocurría detrás, y fingía que huía, Kiril medía con la vista la distancia que había entre él y Vileena. Se puso una mano en el pecho. Lo que retiró fue un pequeño bumerán de batalla en forma de V. Estaba compuesto principalmente por el metal ingrávido hecho de huesos de dragón refinados y era un arma para el asesinato.

Con él en la mano, hizo un gran balanceo con un movimiento hacia arriba y lo lanzó.

El aire se había vuelto tan brumoso que ya no se veía nada y el bumerán fue tragado por el cielo. Desde allí, dibujó un arco y volvió, atravesando el viento. Había calculado que golpearía perfectamente la cabeza de Vileena.

En ese momento, Layla empujó a Vileena a un lado para correr hacia adelante pero tropezó con el suelo. Sorprendida, Vileena extendió su mano y se inclinó hacia abajo. El bumerán rebanó por encima de su cabeza. Unos cuantos mechones de pelo esparcidos en el aire.

Kiril chasqueó la lengua, pero cuando la sorprendida Vileena se giró para mirar hacia atrás, ella era la imagen misma de la indefensión. Él borró toda expresión de su cara y empezó a correr directamente hacia ella.

—¡Princesa, por aquí!

El capitán del grupo de búsqueda se interpuso entre ellos. Naturalmente, él no conocía el plan de Kiril y planeaba llevar a la princesa a un lugar seguro debido al ataque de Mephius. Esto era para conseguir daños.

Kiril pasó corriendo junto a él. La sangre brotó del cuello del capitán y se cayó de lado. Una daga fue clavada en la mano de Kiril. Su punta chorreaba sangre, como para dibujar una línea roja detrás de él, y se acercó a Vileena.

—¡Quién! —Vileena gritó. 

Pero no tenía ningún arma a mano. Iba a esquivar la embestida de Kiril cuando, en ese momento, tropezó con Layla que estaba agazapada a sus pies.

Vileena cayó, su cuerpo cubriendo el de Layla. Instintivamente, trató de proteger al menos esa vida. El calor que Vileena sintió contra su cuerpo fue el mismo calor que la había estado protegiendo estos últimos días.

Viendo una oportunidad perfecta, Kiril levantó su espada.










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