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Bueno, después de 7 años terminamos Gamers!, hace poco también terminamos Sevens. Con esto nos quedamos solo con Monogatari Series como seri...

Rakuin no Monshou Volumen 8 - Capítulo 6

REGRESO


PARTE 1


En aquel momento, mucha gente se reunió en el campo de entrenamiento de dragones de Apta.

Gruesas estacas estaban clavadas una por una en el suelo de ese espacio abierto. Cada una de las más de cincuenta estacas pronto se utilizarían para crucificar a las personas. Los miembros de la antigua Guardia Imperial del príncipe.

Para cuando Rogue Saian se dio cuenta de la conmoción, los preparativos ya estaban más de la mitad de completos. Odyne, que estaba relajándose en su habitación, también se enteró de ello y llegó corriendo con él. Los dos preguntaron severamente a Nabarl sobre ello, pero el actual comandante en jefe de Apta contestó con frialdad,

—En breve realizaremos una ejecución aquí.

—¿Lo has decidido arbitrariamente tú solo?

—No serán todos ellos. Como Su Majestad querrá información, algunos de ellos se salvarán. Para el resto, es una cuestión de moral de las tropas. Con el actual revuelo, los soldados se irritaron porque estaba tardando mucho en resolverse. La ejecución pública de la jauría que conspiró con Taúlia para asesinar al príncipe les levantará el ánimo.

El revuelo fue que un dragón manejado por Hou Ran mató a algunos de los hombres de Nabarl. La expresión de Rogue se volvió amarga.

—Cuando le preguntamos sobre ello, nos explicó que la estaba protegiendo. Hasta ahora, no hay pruebas de que estén relacionados con Taúlia. ¿No te estás precipitando?

—¿Hay algún testigo que pueda apoyar la excusa de esa mujer? Así es, no hay ninguno. Creo en el informe de mis subordinados. Si estuvieras en mi posición, también lo harías.

—Sin embargo...

—Aparte de eso, ¿estás pidiendo pruebas? Su Alteza Imperial, el Príncipe Heredero, fue baleado y perdió la vida. Los Guardias Imperiales originalmente culparon de ese crimen al General Oubary, sin embargo el general ya fue liberado en Solon y Su Majestad declaró que fue obra de Taúlia. General Saian, no hable tan imprudentemente. Sus palabras de hace un momento podrían ser tomadas como una crítica directa a Su Majestad.

El color de la sangre se elevó a la cara de Rogue.


Mientras discutía con el veterano general, Nabarl fue brusco de principio a fin. De hecho, el asunto no le interesaba. Ejecutar a los Guardias Imperiales no era, después de todo, nada más que algo que añadir a sus justificaciones por haber perdido la batalla, y no era algo que fuera particularmente productivo.

Antes de que pasaran muchos días más, las tropas de cada uno de los doce generales serían enviadas a Apta y, si eso ocurría, no había garantía de que siguiera siendo el comandante supremo. Nabarl deseaba fervientemente liderar otro asalto contra Taúlia con su actual poder militar. La ejecución era algo así como un ritual. Significaba tanto hacer borrón y cuenta nueva de su derrota como animar a los soldados.

—Perdí a mis queridos soldados —Nabarl cerró los ojos—. Hubiera tenido sentido que sus vidas fueran sacrificadas en el campo de batalla, pero en vez de eso fueron mutilados por un dragón controlado por una esclava. ¿Cómo puedo explicárselo a sus familias que están esperando su regreso? Por favor, no intente detenerme, Sir Rogue. Tal como estamos ahora, esto es algo que es necesario. Sin duda, debe haber una ejecución cuando llegue el amanecer.

Cuando le dijeron que sería al amanecer, Rogue cerró la boca.

De acuerdo con la carta, era más o menos a esa hora que el Príncipe Heredero Gil Mephius llegaría. Esto le permitía a Rogue arriesgarse.

Si viene, bien. Pero si no viene...

—¿Lo crees? —preguntó Odyne, que caminaba a su lado después de que dejaran a Nabarl.

—¿Creer qué?

—Lo que estábamos discutiendo.

Rogue Saian le había mostrado a Odyne la carta que Shique entregó. Su reacción no había sido muy diferente de la de Rogue. Se sorprendió, pero no se puso nervioso. Tampoco declaró lo que pretendía hacer con respecto a ello.

Mientras caminaban hombro con hombro, Odyne bajó cautelosamente la voz.

—¿No es porque lo crees que te has echado atrás por el momento?

—Bueno...

A pesar de ser de noche, las figuras de una multitud de personas podían verse a la luz de los fuegos que se habían encendido en las canastas de hierro alrededor del campo de entrenamiento. Estaban allí para ver las ejecuciones.

—¿Qué significa 'bueno'?

—No lo sé. Yo tampoco lo sé. Pero... sea verdad o no, estoy agradecido por esa carta.

—¿Agradecido? —Los ojos de Odyne se abrieron de par en par, sorprendidos por las inesperadas palabras.

Rogue Saian sonrió. 

—Me dio fuerzas para tomar una decisión.

—…

—Aunque estaba insatisfecho con todo tipo de cosas sobre el estado actual de Mephius, no iba a hacer nada al respecto. Puse excusas sobre el hecho de que ya era demasiado viejo y que era un trabajo para los jóvenes. Ni siquiera yo mismo me di cuenta —Mientras caminaban, Rogue entrecerró los ojos como si estuviera mirando algo deslumbrante—. Y así, sin esa carta, yo también hubiera llevado a mis hombres a la frontera con Taúlia en última instancia. Pero gracias a ella -y si lo creo o no es un asunto aparte- decidí esperar los tres días como un guerrero Mephiano. Y daré mi respuesta después de pensarlo como guerrero. Me di cuenta... Odyne, si al amanecer el príncipe no aparece, entonces...

—¿Entonces?

—Detendré la ejecución. Incluso si tengo que eliminar al propio Nabarl .

—¡General!

Como si esperara que le disparasen de repente, Odyne dirigió cautelosamente una mirada a su alrededor. Había varios soldados de guardia cerca, pero esas palabras no parecían haberles llegado. El propio Rogue seguía sonriendo.

—Mientras quede vida en mi interior, no dejaré que un solo soldado cruce la frontera. Naturalmente, Su Majestad se pondrá furioso. Pero estoy orgulloso de pertenecer a la Casa Saian y hemos apoyado al país como guerreros Mephianos generación tras generación. Si esa misma Casa Saian demuestra su poder militar por última vez, incluso Su Majestad se dará cuenta de algo.

—Sir Rogue...

—Eres joven. No necesitas seguirme. Para mí, mis hombres son como mi familia. Tienen la misma mentalidad que yo. Pero no tengo intención de involucrar a nadie más que a mi familia en esto.

—Incluso yo... —Odyne estaba a punto de afirmar que compartía la misma voluntad, pero se detuvo un momento. 

No importaba cuánta antipatía sintiera hacia el emperador, que carecía de rectitud, si se adhería a las acciones de Rogue, entonces no sólo él mismo estaría en peligro, sino que su familia en Solon también lo estaría. La forma en que Rogue habló claramente de su "familia"... en otras palabras, estaba dispuesto a sacrificarla.

A Odyne se le cortó el aliento al pensar en sus propias vacilaciones en comparación con la profundidad de la resolución del veterano general.

Tal vez porque se dio cuenta de los pensamientos de Odyne, Rogue rió alegremente. 

—Antes de esto, no éramos particularmente cercanos, pero me alegro de haber hecho un amigo después de venir aquí. Pero vivirás. Si todos los que comparten este mismo corazón mueren en acción, Mephius se verá cubierto por una oscuridad aún mayor que la actual. Así que vivirás. Quiero que vivas y que aguantes mientras esperas el momento oportuno. Entonces tal vez, si hay alguien que sienta que mis acciones tienen algo de justicia, podrás ganártelos para que se pongan de tu lado. Incluso uno contaría como una victoria.

La cara de Rogue estaba tranquila mientras explicaba un plan que funcionaba sobre la premisa de su propia muerte. Tal vez se sentía más animado ahora que se había desahogado, ya que el rostro de Rogue se veía renovado mientras golpeaba a Odyne en el hombro.

—El futuro de Mephius es brillante. ¿No te parece? Bien, esta noche, bebamos juntos. No dejaré que digas que no. Los hombres están armando un alboroto mientras esperan. Bien, vamos.

Los dos generales dejaron atrás el campo de entrenamiento.

Cuando Odyne miró fugazmente hacia atrás, sintió como si las estacas iluminadas por los fuegos fueran como las lápidas del propio Mephius, y se estremeció.





Siete figuras a caballo salieron a galope, con antorchas en alto. Habían salido de Taúlia.

Como eran tiempos de guerra, se veían unidades como éstas patrullando por todas partes, incluso lejos de las ciudades. Los soldados no sólo eran de Taúlia, sino también de Helio, Kadyne o Cherik. El rostro de Orba estaba oculto bajo su capucha. Pasaba desapercibido.

A pesar de que en el camino se detuvieron en una base de abastecimiento para aeronaves que también funcionaba como campamento para los guardias, todavía faltaban dos días para llegar a la frontera. Y cerca de Apta también estaba el río Yunos. El grupo se mantuvo en silencio mientras avanzaban a toda velocidad con sus caballos.

Había mucho en que pensar. Los soldados taulianos no fueron informados en absoluto sobre lo que Orba planeaba hacer; mientras que Orba tenía la fuerte impresión de que estaba cabalgando duro por un camino por el que nunca podría regresar, exactamente como si estuviera corriendo por un puente que se estaba quemando detrás de él.

Sin embargo, no se arrepintió.

Es una batalla. Una batalla.

Como prueba de ello, su sangre se agitó.

El enemigo es colosal.

Aunque había pasado por una batalla tras otra, el enemigo era mucho más grande esta vez. Así que para luchar contra él, también tendría que ser grande.

Uno por uno, repasó mentalmente los procesos para lograrlo. Sin embargo, no había una sola cosa entre ellos que él diera por sentado. Sólo podía pensar en los muchos escollos que se presentaban en el camino que tenía por delante.

Incluso ese sentimiento de tensión se sentía bien para Orba.

La suerte está echada. Ya no vacilaba ni un instante entre esto y aquello. Orba nunca estaba tan animado como cuando llegaba a la etapa en la que no había nada que hacer a continuación, salvo tomar acción.

Pasó un día mientras pasaban por el sitio que se había convertido en un campo de batalla no hacía mucho tiempo.

Tomaron una siesta en el campamento del abastecimiento y luego se fueron inmediatamente de nuevo. Por supuesto, sólo había hombres en ese campo, pero hubo una excepción sólo una semana antes. Alguien que también era extranjera. Pero Orba no lo sabía.

Mientras el día moría y cabalgaban rápido a través del atardecer...

—Oye, por allá —dijo uno de los soldados Taúlianos.

Cuando miraron, parecía como si las llamas se elevaran desde el costado. Debido a que estaba en la misma dirección que el sol poniente, no lo habían notado antes, pero ahora que los ardientes rayos de sol se habían atenuado, los jinetes podían ver la luz de las llamas.

Al preguntar, parecía que había una pequeña aldea en esa dirección. Los soldados empezaron a dar vueltas.

—¿No será un ataque de las fuerzas Mephianas?

—No hubo noticias de que cruzaran la frontera.

—¿Podrían los bastardos haberse acercado sigilosamente a los guardias fronterizos?

Cada uno de ellos tiró de las riendas y paró su caballo. Orba no fue una excepción.

Una aldea está siendo atacada.

Su expresión cambió bajo su capucha. En su mente vio llamas que se elevaban de cada casa y gente corriendo entre ellas, tratando de escapar. Una tropa del ejército vestida de negro de pies a cabeza los persiguía. Las mujeres y los niños gritando que eran aplastados bajo los cascos de los caballos, los jóvenes cuyas cabezas fueron enviadas volando cuando trataron de ofrecer resistencia - una por una las imágenes que se mostraban entonces se desvanecieron. Esa época de su propia infancia se había superpuesto al presente.

—¿Qué hacemos?

Los soldados Taúlianos iniciaron una discusión frente a Orba.

—Si realmente son tropas Mephianas, será imposible acercarse más a la frontera.

—Volvamos al campamento. Podemos avisar a Taúlia con las aeronaves desde allí.

—Lo primero es lo primero, iré a comprobar la situación. El resto de ustedes quédense aquí en espera y...

El resultado fue que el grupo se dividió en tres. Dos irían hacia la aldea para hacer de exploradores y dos más regresarían al campamento. Los tres restantes, incluido Orba, se quedarían donde estaban en espera, pero...

—No —Orba sacudió la cabeza—. Nos acercaremos lo más posible a la frontera.

—¿Qué?

Los soldados Taúlianos estaban horrorizados. Orba ya estaba impulsando a su caballo hacia adelante. Al ver su arrogante comportamiento, el soldado más joven del grupo gruñó.

—Sólo vas a saltar a los brazos del enemigo. Mephius ya ha vadeado el Yunos.

—No hay tiempo.

—Tiempo. ¿Tiempo para qué? No nos han dicho nada. Aunque no te importe, ese de ahí es uno de nuestros pueblos. Es...

—Si no vienen, entonces hagan lo que quieran. Voy a continuar —le lanzó Orba y azotó a su caballo.

Dejando a los soldados atrás, viajó continuamente hacia adelante. Bajo la capucha ondulante, sus ojos brillaban con fuerza. Tampoco quería abandonar la aldea. También le preocupaba que Mephius pudiera ocupar la frontera, pero esa era una razón aún mayor para avanzar rápidamente.

Por otro lado, el líder de los soldados Taúlianos que dejó atrás tomó una decisión.

—En cualquier caso, tenemos que comprobar la situación en la frontera.

Después de dar a cada grupo, uno en dirección a la aldea y el otro regresando al campamento, sus respectivas órdenes, él con el soldado más joven persiguió a Orba.

—Tsk —el joven soldado hizo que su caballo moviera las piernas a regañadientes.

Orba no iba a mirar atrás.

Un disparo resonó en sus oídos.

No era de una dirección lejana, es decir, no era de la aldea. Era de cerca.

Agarró la espada en su cintura.

Un número de figuras repentinamente salieron de un lado del camino.





Un disparo.

Al mismo tiempo, Kiril saltó hacia atrás.

—No te muevas.

El cañón de su pistola humeante se mantuvo fijo en Kiril, Rone Jayce caminó hacia él. Se encararon, con la princesa y Layla entre ellos.

—Olvídalo.

Mientras hablaba, Kiril volvió a extender su brazo en un amplio movimiento. Desde ahí, una sombra negra se proyectó en el aire. Rone instintivamente dio un paso atrás y eso voló hacia su cabeza. Al verlo venir, Rone estaba a punto de apretar con rabia el gatillo cuando..

—¡Agáchate! —Vileena gritó en el mismo instante.

Se dio cuenta justo a tiempo de lo que hacía el arma que estaba a punto de acabar con su vida. Sus instintos de guerrero volvieron a la vida por la agudeza de esa voz. Originalmente era un hombre que tenía las suficientes habilidades como para ser elegido como uno de los Guardias Imperiales del mismísimo Emperador. Cuando Rone se inclinó, Kiril se lanzó y echó a correr.

Rone ajustó la puntería del arma, pero fue demasiado tarde.

Una patada de las largas piernas de Kiril hizo que el arma volara. Luego, usando el retroceso de su acción para girar como un acróbata, atrapó el boomerang en el aire.

Aterrizó detrás de Rone. Casi en el mismo momento en que el antiguo Guardia Imperial liberó el destello de una espada de su cintura, Kiril blandió la daga que tenía en una mano, apuntando a la espalda de Rone con el mismo movimiento. Con una sincronización casi artística, las espadas chocaron.

Chispas volaron.

Ambos se giraron hacia el otro. Sus caras estaban muy cerca. Ejercían su fuerza para romper ese equilibrio. Rone tenía la ventaja tanto en el arma como en el físico. Gradualmente abrumó a Kiril con fuerza bruta.

De repente, Rone se lanzó hacia adelante. Kiril inmediatamente relajó su fuerza y se agachó, giró sobre su pie derecho y, cuando Rone empezó a trastabillar, lo hizo tropezar contra el suelo.

—¡Padre!

Con la voz de su hija sonando en sus oídos, Rone rápidamente se dio la vuelta mientras una cuchilla iba hacia él. Dos o tres veces la esquivó por poco, pero los movimientos de Kiril fueron despiadadamente precisos y, la tercera vez, la espada lo arrinconó en una posición desde la que ya no podía evitarla.

—Espera.

Vileena.

Sin que nadie se diera cuenta, había levantado el arma que le habían quitado de la mano a Rone y estaba de pie a su lado.

Kiril no vaciló ni un segundo. Su espada se inclinó hacia el cuello de Rone.

—¡Guh!

Gritó como un pájaro de mal agüero y se tambaleó hacia atrás. Una nube de polvo se levantó del suelo. La punta de sus pies casi había sido atravesada por el viento.

Habiendo hecho el disparo, Vileena redujo la distancia entre ellos y una vez más se preparó. Los ojos de Kiril se llenaron de admiración y sorpresa.

—Realmente lo hizo, Princesa.

—¿Me llamaste 'Princesa'? A juzgar por tu comportamiento, ¿sabes quién soy?

—Por supuesto. La tercera princesa de Garbera, Vileena Owell. Una existencia excelsa, como no hay otra igual en este mundo.

Cuando anunció formalmente su nombre, Rone y Layla se quedaron sin aliento. Vileena, sin embargo, no les prestó atención. Su corazón latía con fuerza. El hedor a pólvora llenó su nariz hasta el punto de sacarle lágrimas a sus ojos.

Siguiendo las instrucciones de su abuelo, y para poder protegerse, Vileena no cesó de practicar el tiro, pero era la primera vez que disparaba a un humano.

—Sin embargo —levantó su delgada barbilla y sus modales se mantuvieron altivos hasta el final—, si tienes asuntos conmigo, entonces no tiene nada que ver con los aldeanos. ¿Por qué hiciste algo así?

—Para lograr mi objetivo, no podía permitirme elegir mis métodos... —La expresión de Kiril se volvió fugazmente triste pero—, ...eso sería una mentira. Lo hice porque es divertido.

—¿Divertido?

—Después de esforzarnos por llegar tan lejos, sería aburrido si la única presa fueran los pequeños soldados Taúlianos. Si la batalla no es una vorágine de gritos y sangre, el éter que los humanos liberan antes de morir no será depurado.



La ira al rojo vivo se encendió en los ojos de Vileena. Por el rabillo del ojo, vio el cadáver tambaleante de un hombre que había sido atravesado en el abdomen por un soldado Mephiano. Mientras que el joven al que le habían cortado el brazo, y que incluso ahora estaba desmayado por la agonía, era sin duda el llamado Lennus que le había dado flores a Layla.

—Sinvergüenza —La voz de Vileena sonaba como si pudiera cortarle el paso—. No te muevas. Si valoras tu vida, tira tu arma y ríndete junto con tus compañeros.

—Como no la valoro, tendré que resistirme al respecto.

Kiril sonrió con maldad y lanzó el bumerán con un rápido movimiento. Sorprendida, Vileena movió sus ojos a izquierda y derecha y en ese instante, Kiril comenzó a correr. Moviéndose tan rápido como si estuviera volando, acortó la distancia en un instante. Cuando la princesa se dio cuenta, levantó el arma delante de ella pero ya era demasiado tarde. Kiril estrelló su puño contra su abdomen.

Vileena, sin decir nada, se arrodilló. Por un segundo, sintió como si todo el oxígeno le hubiera sido arrebatado de su cuerpo. Kiril agarró fácilmente el arma de sus temblorosas manos.

—Debería prestar mucha atención. No habrá un segundo sacrificio tan noble como el suyo. Para mejorar la calidad, haré que odie y se desespere aún más —Kiril se lamió los labios.

En ese preciso momento, un soldado Taúliano levantó su espada detrás de Kiril y le apuntó, pero el arma que Kiril había lanzado tiempo antes volvió, desgarrando el viento, y golpeó al soldado, que estaba a pocos pasos detrás de él, en la nuca

Despreocupado por la sangre que brotaba como una cascada furiosa, Kiril lo sacó suavemente. Como una muñeca que había sido arrojada, el soldado cayó al suelo.

La sangre de su víctima lo cubrió como si fuera maquillaje, y Kiril volvió a mirar al padre y a la hija Jayce.

—¡Aléjate! —Rone gritó, pero no a Kiril. 

A su mujer, que, con la cara pálida, estaba a punto de correr hacia ellos. Él mismo se puso de pie para enfrentarse a Kiril, espada en mano.

Vileena apenas podía mantenerlos a ambos a la vista. Era difícil respirar. Sombras negras flotaban en sus párpados y si su conciencia se deslizaba un poco más, las dos figuras se verían envueltas en una ola de oscuridad. Mientras una voz le susurraba que sería más cómodo así, apretó los dientes y lo rechazó.

¡Maldita sea! - Las resentidas maldiciones que a veces pronunciaban los soldados Garberanos resonaron en el corazón de Vileena.

Aunque estaba haciendo todo lo posible por mantenerse consciente, no podía levantar libremente ni un solo dedo. Sin darse cuenta de que le salía saliva de la boca y de que sus ojos rebosaban de lágrimas, la tercera princesa de Garbera maldijo su propia impotencia, ya que era incapaz de moverse.

Siempre... siempre... En momentos como estos, comprendió lo insignificante que era su existencia, buena sólo para ser golpeada sin poder hacer nada.

A medida que la distancia entre los dos se estrechaba, la sensación de opresión que provenía del fuego parecía aumentar. Rone estaba a punto de blandir su espada. Pero no porque aprovechara una abertura, sino porque ya no podía soportar la tensión; en otras palabras, Kiril lo había hecho moverse. Incluso Vileena, una aficionada, podía verlo. Y tal como ella había imaginado, Rone se movió en línea recta, que Kiril pudo esquivar fácilmente antes de enterrar su mano derecha en el abdomen de Rone.

—¡Guh!

Una daga clavada profundamente en su vientre, Rone gruñó cuando empezó a caer de espaldas. Kiril se acercó para abrazar su cuerpo y evitar que eso ocurriera. Los gritos de la esposa y la hija de Rone resonaron.

—¡Alto!

La voz que apenas brotaba de los labios de Vileena atravesó los oídos de Kiril con más fuerza que ninguna otra. Se giró con una expresión algo sorprendida. En ese momento, el cuerpo de Rone se derrumbó.

—Vaya... Todavía tiene el valor suficiente para hablar —Aunque los ojos de Kiril volvieron a estar llenos de admiración, siguieron unas extrañas palabras—. Qué desperdicio. Una existencia de tan alta calidad debería mantenerse para ordeñar el éter o ser de utilidad para Lord Garda. Es un verdadero desperdicio, pero es una orden, así que no hay remedio posible.

—¿Qué estás...

—Bueno, asegúrese de derramar lágrimas de sangre mientras mira con frustración —Kiril le dio la espalda a Vileena. Su completo desinterés avivó el fuego de su ira.

Sin embargo, una cortina negra ya había caído más de la mitad sobre su conciencia. Todo su cuerpo se entumeció y, en unos segundos más, ya no podría hablar y caería inconsciente.

¿Es una mujer tan impotente? Lejos de la protección de los soldados y del pueblo, ¿la familia real es tan insignificante?

Recordó esa noche. Vagando por el sendero de la montaña mientras tenía miedo de la oscuridad. La familia Jayce la había salvado de eso. Aprendió que aunque era de la realeza, si daba un solo paso fuera de su territorio, no, fuera del área que ella misma conocía, se vería reducida a esta impotencia.

Aunque la luz de los fuegos debería haber iluminado lo que la rodeaba, en algún momento, el cielo que se extendía sobre su cabeza se había vuelto increíblemente oscuro. No había el más mínimo resquicio de esperanza en ese cielo negro que ella miraba. Cuando el miedo de aquel momento volvió a ella, perdió la fuerza para aferrarse al presente.

Yo soy... la familia real es...

Aunque su alma estaba a punto de ser consumida por la noche, Vileena se preguntó hasta el último momento.

La familia real es... sí, es una "luz".

Una escena de repente pasó por la conciencia de Vileena. En la Fortaleza Zaim, cuando se enfrentaba al gallardo joven general, Ryucown. La propia Vileena le dijo que el abrumador dolor por su país lo había llevado a la violencia.

—La familia real no es la piedra angular de un país. El sentido de orgullo de los funcionarios y el pueblo es el mismo, puedes encontrar la misma luz en esa nación.

Por eso...

Ella quería ser más fuerte. Quería convertirse en una piedra angular de la familia real. El pueblo y los vasallos tenían cada uno un concepto diferente de la felicidad, pero la esperanza era algo que podían compartir. El futuro cercano era algo que podían imaginar.

Fue justo después de que la batalla de Zaim terminara -ya que todavía podía oír los gemidos de los heridos, el llanto de los soldados Garberanos, y también la respiración entrecortada del espadachín enmascarado Orba, que mató a Ryucown- que Vileena Owell pensó que quería convertirse en una "luz" similar a esos principios fundamentales.

Así es, aunque yo misma soy pequeña e impotente...

Vileena ejerció lo último de sus fuerzas. Dejó salir el último aire de sus pulmones y, sin preocuparse de que pudiera perder la conciencia o incluso la vida por ello, abrió la boca.

—Alguien —gritó—. ¿Hay alguien ahí? ¿Hay alguien que derrote a estos sinvergüenzas y proteja la sangre noble de la familia real de Garbera? Deprisa... deprisa...

La única respuesta fue la fuerte risa de Kiril. 

—Espléndido. Si la realeza como usted da la orden, ¿sus leales súbditos vendrán corriendo incluso desde los confines de la tierra? Realmente posee una actitud espléndida.

Vileena continuó sin prestarle atención.

—¿Hay alguien ahí? ¿No hay ningún héroe que responda a la voz de Vileena Owell? Si hay alguien aquí -alguien que no conozco o no puedo ver, incluso alguien que en este momento está luchando contra nosotros- que esté dispuesto a levantar rápidamente su espada; yo, la Princesa Vileena, lo alabaré como un héroe.

Su vista ya estaba virtualmente ennegrecida. La boca de Vileena se cerró y su conciencia casi desapareció.

Kiril se acercó a la llorosa y temerosa Layla. La esposa de Rone se apresuró a protegerla pero él la alejó con un simple: 

—Después.

Levantó la húmeda y roja hoja.

—Alguien...

Con su voz ronca, Vileena gritó hasta el final mientras sus párpados se cerraban.

Kiril siguió riéndose a carcajadas. Para él, la "ceremonia" estaba alcanzando su punto máximo y podía sentir el éter altamente concentrado contra su piel.

Estaba a punto de apuñalar con su espada con todas sus fuerzas.

Hubo un fuerte relincho.

Un viento negro sopló al lado de Vileena.

Sopló hacia Kiril. Justo cuando estaba a punto de chocar con él, la figura de un hombre a caballo se reflejó en los ojos de Vileena. El atónito Kiril saltó a un lado y evitó por poco la carga del jinete.

—¡Bastardo! —Gritó sin querer, ya que su oponente no era ni un soldado Taúliano ni, obviamente, uno Mephiano.

Usaba una máscara de hierro.





PARTE 2

No puede ser - él pensó pero no había ninguna duda.

Era inequívocamente la princesa Garberana, Vileena Owell, quien yacía derrumbada, proyectando una oscura sombra en el suelo que se iluminaba con el fuego.

Inicialmente, Orba iba a pasar por la aldea sin detenerse. Aunque los soldados Mephianos corrían como locos, juzgó que su primera prioridad era precipitarse hacia Apta y detener el avance del enemigo.

Pero cuando estaba a punto de abandonar la aldea, se topó con zerdianos que huían de ella. Eran los subordinados de Kiril que fueron los primeros en disparar contra el grupo de búsqueda en un intento de dividir al enemigo. Persiguiendo inmediatamente detrás de ellos estaban los soldados Taúlianos.

Los designados para escoltar a Orba los reconocieron como camaradas y los ayudaron a ahuyentar a los zerdianos.

—¿Qué está pasando? —preguntaron los escoltas.

—Encontramos a la princesa Garberana —respondieron los soldados del grupo de búsqueda.

Mientras Orba todavía dudaba de sus oídos, explicaron rápidamente la situación. Se dio cuenta de que el enemigo los engañó para que se separaran. No recordaba lo que había sucedido después. Cuando se dio cuenta, estaba acostado sobre el cuello de su caballo mientras galopaba. Como impedía la carrera, se quitó la capa con capucha.

Cada vez que los cascos del caballo perforaban la superficie del suelo, haciendo volar tierra y arena, se acercaba al estruendo de la aldea y al calor del fuego. Y junto con eso, sentimientos que eran difíciles de describir se agolpaban oscuramente en el pecho de Orba.

Y ahora - Vileena yacía colapsada.

Era una relación que una vez terminó.

Desde el momento en que arrojó a las llamas a su enemigo mortal, Oubary, Orba decidió abandonar su falso rostro. Pero no sólo su rostro. Entre las muchas cosas que dejó de lado, también estaba la princesa de Garbera. Ahora se habían vuelto a encontrar en otra pequeña aldea donde las chispas volaban. El corazón de Orba latía con fuerza.

Kiril, por su parte, ya había restablecido su postura después de la repentina carga. Al ver que la atención de su enemigo se apartaba momentáneamente de él, lanzó el bumerán.

Volviendo en sí, Orba instintivamente intentó cortarlo. Sin embargo, se elevó muy por encima del alcance de su espada. Instó a su caballo a seguir adelante sin prestarle más atención. Una sonrisa apareció en la cara de Kiril. Como si fuera guiado por el enemigo, se dio la vuelta y comenzó a correr hacia la espalda de Orba. El enemigo se acercaba. Y la sombra de la muerte lo perseguía justo detrás de él.

Los pelos de la nuca de Orba se erizaron.

Una señal.

Cuando era gladiador, Orba sentía a menudo esa señal de muerte, y había aprendido a confiar en ese instinto. Sacó el pie del estribo y saltó de inmediato. Y miró debajo de él. Zumbando mientras giraba, el arma se deslizó bajo sus pies y golpeó el cuello del caballo. Cortó la mitad de la carne. Con un relincho lastimero, el caballo perdió el equilibrio y se inclinó hacia adelante.

Orba aterrizó en el suelo y, con la espada en su mano derecha, se movió para atacar a Kiril una vez más.

Kiril no esperaba en absoluto que se lanzara al vacío, pero, como si el instinto lo obligara a hacerlo, se apartó del camino. Lo hizo con una combinación de volteretas y saltos mortales y dos o tres veces la espada de Orba cortó el aire. Su estilo de lucha acrobático era diferente de cualquier otro enemigo que Orba hubiera enfrentado.

Mientras esquivaba por cuarta vez, Kiril intentó un contraataque con su daga. Orba retrocedió hábilmente pero, con un giro completo, esta vez fueron los ataques de Kiril los que no se detuvieron. Pateando el suelo a diestra y siniestra, llovieron violentos golpes. Era difícil para Orba leer su ritmo. Justo cuando estaba considerando la posibilidad de atacar hacia abajo desde el lateral para aprovechar su largo alcance, Kiril mantuvo los codos pegados a su flanco y disparó un corto golpe como si fuera una flecha. Además, con la espalda inclinada o en medio de una voltereta, Kiril soltaba fácilmente sus golpes en las posiciones más increíbles.

Salvajemente.

Desde arriba, desde abajo, desde la derecha, desde la izquierda - sus movimientos carecían de sentido para un espadachín. Orba tampoco podía aprovechar una apertura para contraatacar y sólo conseguía esquivar la espada saltarina.

—¡Ah! —La punta de la daga se metió y produjo un corte vertical en la túnica de Orba.

Sintiendo la victoria, los ojos de Kiril brillaron intensamente. Hizo un movimiento con su mano derecha y se lanzó desde el suelo con especial fuerza.

Atacó al saltar, pero Orba fue capaz de evitarlo por poco.

—Unh —Kiril hizo un sonido ligeramente intranquilo.

El bastardo se ha acostumbrado a ello - fue el sentimiento que apareció en su cara. Mientras esquivaba intensamente sus golpes, el cuerpo de Orba memorizó el estilo de lucha de su oponente o, en otras palabras, su ritmo único. Como prueba de ello, poco a poco fue capaz de hacer retroceder la espada de Kiril.

Una masa de acero se abrió paso justo encima de la cabeza de Kiril.

—¡Mierda!

Esquivó el siguiente ataque haciendo una voltereta hacia atrás y sacó otro bumerán de su cintura. Al ver eso, Orba trató de reducir la distancia entre ellos pero Kiril se escapó y la amplió. Levantó el arma en alto.

—No te apuntaré —sonrió ampliamente. Despreocupado, Orba estaba a punto de lanzarse sobre él espada en mano pero— Le cortaré la cabeza a esa mujer.

Kiril tiró el bumerán. Al darse cuenta del significado de sus palabras, Orba se detuvo de repente. Entonces, simultáneamente, hizo girar su cuerpo mientras corría en la dirección opuesta a la de Kiril.

Esta vez, fue Kiril quien persiguió a Orba.

La figura colapsada de Vileena se reflejaba en la temblorosa línea de visión de Orba. Girando sus ojos hacia arriba, el bumerán había reunido energía cinética y se precipitaba hacia ella con una fuerza terrible.

No llegaría a tiempo.

Los igualmente increíbles pasos de Kiril lo tenían pisándole los talones. Casi exactamente al mismo tiempo que el cuello de Vileena sería cortado, Orba también recibiría un golpe por detrás.

Intuyendo esto, Orba inmediatamente sacó su espada detrás de su hombro.

La lanzó con todas sus fuerzas.

Tardó un solo segundo en medir lo que estaba haciendo a simple vista, y menos de un instante en tomar una decisión.

La espada larga atravesó el aire de la noche.

Chispas volaron a ambos lados. El sonido del acero resonó antes de atravesar el suelo. El bumerán se apartó ligeramente de la cabeza de Vileena y cayó en dirección casi totalmente opuesta a la de su cuerpo.

—Así que lo lograste —Orba escuchó ese susurro en su oído.

Estaban separados por la distancia de un solo golpe de espada. Cuando se dio la vuelta, la punta estaba justo delante de él. Mientras Orba se balanceaba, obligó a sus fuertes piernas a detener el impulso con el que corría. Kiril continuó corriendo rápido y la espada que balanceó fue desviada ante sus ojos.

Kiril, sin embargo, también era bueno para desplazar su propio peso corporal. O más bien, parecía como si desde el principio, él no tuviera tal cosa como el peso corporal e inmediatamente se dobló para estar delante de Orba.

No había ninguna espada larga en la mano de Orba.

El brillo de la daga se acercó.

Orba dobló la parte superior de su cuerpo. Cuando estaba lo suficientemente cerca de Kiril, extendió su mano hasta la cintura. Desenvainó su espada corta y con el mismo movimiento la clavó en el vientre de Kiril.

—¡Gaha!

Esta vez, después de que el acero se hundiera en su abdomen, fue la espada corta de Orba la que zumbó por el aire al apuntar al enemigo que se balanceaba y que había caído de rodillas.

Cuando el acero estaba a punto de atravesar su cuello, una leve sonrisa pareció formarse en los labios de Kiril. Quizás sintió que incluso su propia muerte era una ofrenda consagrada a los Dioses Dragón.

Orba no sabía nada de las circunstancias de su enemigo.

En ese momento, los soldados de la escolta que Orba había dejado atrás se acercaron apresuradamente. Parecía que se abrían paso a través de la confusa lucha entre los soldados de Mephius y Taúlia.

Los soldados Mephianos, que habían sido arrastrados a la refriega, desde el principio no tenían ninguna voluntad de luchar. Viendo que el número de los del lado opuesto aumentaba, se prepararon inmediatamente para correr y huyeron de la aldea.

—¡Ah, Querido! ¡Abre los ojos!

—Por favor. Por favor, abre los ojos. Abre tus...

Ahora que la lucha se tranquilizó, hombres y mujeres estaban por todas partes aferrados a los cadáveres caídos. Orba estaba familiarizado con esas lágrimas y esos gritos.

No tenía intención de involucrarse, pero entre los muertos había un hombre que quizás aún respiraba. Medio a la fuerza empujó a un lado a la mujer y a la hija que le abrazaban para ver su estado. Estaba sangrando mucho por el abdomen, así que Orba se quitó la túnica que Kiril había desgarrado y la enrolló a su alrededor en lugar de las vendas.

Desnudo de cintura para arriba, inmediatamente llamó a los soldados taulianos.

—Envía un mensajero a la base de operaciones cercana. Que envíen médicos y medicinas por aeronave.

Dio órdenes como si fuera completamente natural. Sin ninguna razón para ir en contra de él, los soldados enviaron rápidamente un caballo como se les había indicado.

—No lo muevan. Tengan fe en él y esperen ayuda —dijo Orba a la mujer que parecía ser la hija.

La mujer asintió sin decir palabra.

Fue entonces cuando...

—Uwoh.

Al oír una voz que era como un lamento, Orba se giró.

Un hombre solitario estaba de pie allí. Tenía vendas envueltas alrededor de su cuerpo, pero era demasiado rápido para que hubiera sido tratado por las heridas recibidas durante este asalto. Tenía severas quemaduras en la cara, casi sin pelo en la cabeza, y uno de sus ojos estaba tapado, por lo que era difícil imaginar cómo había sido su cara original. El hombre señaló a Orba con un dedo tembloroso.

—La marca. La marca está ardiendo.

Orba estaba desnudo de la cintura para arriba y desde luego había una marca de esclavo grabada en su espalda. Mientras la señalaba, los horribles labios quemados del hombre se abrieron y cerraron.

—¿Convocó usted estas llamas también? ¡Uwoh, uwoh, uwoh! Está ardiendo, lo quema todo. Aquellos que vean esa marca serán arrojados a las llamas.

Parecía haber perdido la cordura. Con sus pasos vacilantes, gritó esas crípticas palabras hasta que finalmente tropezó y cayó al suelo. La mujer que parecía ser la hija del hombre que Orba había tratado corrió rápidamente hacia el hombre vendado.

¿La marca?

Orba apartó los ojos del hombre y sus piernas empezaron a moverse como si hubiera tomado una decisión.

Una multitud de hombres estaba trabajando para apagar el fuego, y mientras gritaban furiosos mientras derribaban edificios y buscaban agua, el ruido era incesante.

Varios soldados Taúlianos se reunieron en un rincón de la aldea. Estaban todos agazapados en un círculo y llamaban a una figura derrumbada. Esa figura - Vileena Owell, estaba inerte. Orba se abrió paso a través de los soldados y se inclinó al lado de la princesa.

Puso sus manos detrás del cuello y la espalda de Vileena y levantó la parte superior de su cuerpo. Como si acabara de ser sacada del agua, el sudor cubrió la nuca de su blanco y delgado cuello y su largo cabello se aferró a ella como un alga.

Al ver su rostro sin vida, el corazón de Orba latió con fuerza. Desde que nació, Orba no había rezado a nadie ni una sola vez, por lo que en ese momento no sabía cómo aliviar los sentimientos de temor de su corazón. Sin pensarlo, estaba a punto de sacudirla con todas sus fuerzas y gritar su nombre en voz alta.

Pero justo antes de que pudiera hacerlo, el cuerpo de Vileena se estremeció en sus brazos. Era como si ella tuviera un violento ataque de tos.

Mientras Orba, presa del pánico, le apoyaba la espalda de nuevo, respiró larga y profundamente, como si le hubieran exprimido sus pulmones.

Justo cuando se preguntaba si los párpados de la princesa iban a temblar incesantemente, comenzaron a abrirse ligeramente.

Como si se hubiera levantado una cortina, sus húmedas pupilas reflejaban directamente el rostro de Orba.

Sin darse cuenta, Orba hizo un ruido con su garganta.

Los secos labios de Vileena se separaron.

Entonces susurró algo, como si hubiera vuelto a perder todas sus fuerzas, la cabeza cayó hacia su pecho. Rápidamente acercando su rostro al de ella, se dio cuenta de que ella estaba respirando. Aparentemente, perdió el conocimiento.

Con otro aliento tembloroso, Orba la llevó a donde los heridos estaban siendo reunidos para descansar.

Mirando a la chica dormida, que parecía perdida en un sueño, por alguna razón él levantó lentamente su mano y se acarició la cara.



Hubo un toque de hierro.

Sin duda alguna.

Estuvo usando la máscara de hierro todo el tiempo.

Pero aún así...

Cuando Vileena abrió los ojos y miró a Orba, se quedó en blanco por un momento, pero luego dijo...

—Así que es verdad después de todo... eres un mentiroso.

Luego, con una sonrisa, se volvió a dormir inmediatamente.

Gil Mephius es un mentiroso. Él mismo se lo había dicho durante la última vez que pasó el tiempo con ella en Apta. Dijo esa frase porque se sentía culpable con ella, que empezaba a confiar en él y a quien iba a tener que traicionar.

Pero hasta el final, eso fue como Gil Mephius. No fue como el ex gladiador enmascarado Orba.

—…

Desde el centro de su nebulosa conciencia, la princesa vio algo cuando miró su máscara, no, más allá de su máscara. Durante un rato, Orba se quedó quieto, pero pronto recordó que le quedaba muy poco tiempo.

—¿Qué debemos hacer con la princesa?

Mientras se dirigía a los soldados que estaban consultando juntos, dijo...

—La princesa se quedará aquí —Los sorprendidos soldados se giraron hacia él—. Está ilesa y pronto se despertará. En ese momento, me gustaría que le dieras un mensaje.

—¿Q-Qué?

—Dile que un grupo de bienvenida de Apta vendrá a buscarla inmediatamente.

—Tú, ¿qué estás diciendo?

—No puedes haber olvidado lo que el viejo maestro Ravan te dijo.

Los soldados se miraron repetidamente. Su deber era una cosa, pero este hombre era absolutamente imposible de entender. Se precipitó a salvar la aldea que pensaban que iba a ignorar, la princesa Garberana que Taúlia buscaba fue encontrada allí, y ahora decía que un grupo de bienvenida sería enviado desde Apta. Sin embargo, en cada una de sus acciones, pudieron sentir que era alguien separado del común de los hombres, como correspondía al héroe que mató a Garda.

—El Maestro Ravan parece haberle confiado algo relacionado con Mephius.

—Lo siento, pero...

—Lo entiendo. Probablemente no puedas hablar de ello. Hmm, en ese caso, iremos contigo. ¿Así que dejaremos a la princesa así?

—Por favor.

Era un hombre que parecía arrogante, pero que adoptaba una actitud adecuada cuando la gente estaba negociando.

Se parece un poco a ese primo mío mucho más joven - pensó el hombre que fue asignado como el líder de los escoltas de Orba. Por cierto, ese primo tenía catorce años.

Aunque ya estaban cerca de la frontera, y ya no había necesidad de preocuparse de que se viera la máscara; Orba, por alguna razón, fue deliberadamente a buscar la capa con capucha que había descartado y una vez más se la puso a su alrededor.

Tomando prestado un caballo de uno de los miembros del grupo de búsqueda, se pusieron en marcha una vez más. Con el humo negro que salía de la aldea a sus espaldas, se apresuraron una y otra vez. Después de llegar a la frontera de un tirón, Orba y sus escoltas se unieron al otro grupo que también salió recientemente de Taúlia.

Había varios hombres en la jaula tirada por dragones. Cuando vieron a Orba y a los demás acercándose a ellos, abrieron la jaula. Bajo la vigilancia de los soldados, se hizo que los hombres se alinearan en fila. Ninguno de ellos era zerdiano y Orba no conocía sus caras.

Entre ellos, había un hombre cuyo rostro estaba oculto por una capa con capucha. Exactamente como Orba. Los soldados también parecían muy atentos a esa persona y no le daban órdenes abiertamente.

Orba le dio una mirada a esa figura y una sonrisa se formó bajo su máscara.

Como se esperaba de Ravan, él piensa en todo.

Pero la sonrisa desapareció inmediatamente de su rostro cuando comenzaron a seguir el curso del Yunos.

No sabía quién era el que había atacado la aldea. Pero no parecía que llegaran antes de que las tropas de Mephius cruzaran la frontera.

La máscara de Orba comenzó a reflejar la pálida luz del amanecer.





PARTE 3

Y así, el amanecer finalmente comenzó a despuntar.

Comparado con las afueras de Solon, las noches en Apta eran sorprendentemente frías. Sólo las oscuras sombras de la noche se desvanecían, dejando atrás ese aire fresco. Esa mañana, el viento era especialmente limpio.

Sería bueno que hubiera sido mañana - pensó Rogue Saian mientras respiraba el aroma estimulante de la brisa.

Como era típico de las fuerzas aéreas, la mayoría de los hombres de Rogue eran jóvenes. No llevaban mucho tiempo en Apta, pero había escuchado que muchos de ellos inmediatamente comenzaron a hacer progresos con las sirvientas del fuerte y las chicas del pueblo, y que estaban disfrutando mucho del tiempo antes de que se dirigieran al campo de batalla.

Esa mañana era un buen día para dar un paseo. Rogue pensaba que si la ejecución hubiera sido al día siguiente, podrían haber pasado tranquilamente este período especial con sus amantes.

Pero la hora se acercaba. Ya no tenía intención de cambiar su decisión.

Más o menos al mismo tiempo que la cordillera de las Cumbres Belgana empezaba a brillar blanca en el oeste, los antiguos Guardias Imperiales fueron llevados al campo abierto. Cuando sus figuras salieron a la vista, la gente reunida alrededor del campo de entrenamiento estalló en burlas y gritos de enfado.

—¡Cómo se atreven a traicionar a Lord Gil!

—¡Ingratos!

—¡Orinaremos sobre sus cadáveres!

Gil fue el señor de Apta. Sólo fue por un período muy corto pero, como realizó muchas acciones heroicas desde allí, su popularidad entre la gente del pueblo era alta. Comparado con la gente de la capital, Solon, sus sentimientos de pena eran mucho mayores.

Pero entre ellos también estaban los que mantenían la boca cerrada mientras veían como los antiguos Guardias Imperiales eran atados a las estacas en forma de cruz. Debido a que la popularidad del príncipe era alta, cada chisme asociado con Gil era discutido en profundidad en Apta. La historia de cómo sus Guardias Imperiales eran en su mayoría antiguos esclavos gladiadores que se convirtieron en las manos y pies del príncipe, y ocasionalmente en sus ojos y oídos, era fácil de entender para la gente y empatizaba con ellos y se murmuraba mucho a su favor. Por lo tanto, había un segmento de la población que desconfiaba del cuento de que los Guardias planearon el asesinato del príncipe y, en parte porque estaban lejos de Solon, chismorreaban abiertamente que - "definitivamente todo fue inventado para que el emperador pudiera comenzar una guerra con el oeste".

Y así fue que mientras una multitud de gente miraba, los hombres fueron uno tras otro atados a las estacas en las que iban a ser crucificados. Si trataban de resistir aunque fuera un poco, eran golpeados con espadas y picas.

—¡Mierda!

—No hicimos nada. ¡Suéltame!

Además de no ser originalmente soldados regulares del ejército, fueron acusados de un crimen que no cometieron. No se podía decir que salieran con determinación al encuentro de la muerte. Incluso hubo algunos que lucharon tan violentamente que se necesitaron varios guardias para someterlos. Hasta el punto de que parecía que podrían ser asesinados antes de la ejecución.

Entre todo eso, ni Pashir ni Gouwen perdieron la compostura.

En el caso de Pashir, estaba pensando que... Entonces Mephius me matará después de todo, ¿no? Cuando se decidió a devolverle el golpe a Mephius y luchar, en ese momento ya había renunciado a la vida. Debido a que la extraña existencia que fue Gil Mephius irrumpió en ella, el fin de esa vida se había aplazado. Eso era todo lo que era.

Gouwen, por su parte, fue el comandante de los antiguos Guardias Imperiales.

En circunstancias normales, estaba en condiciones de dar testimonio directamente al emperador si se le acusaba de un delito, pero, por supuesto, el emperador Guhl Mephius no deseaba conocer la situación real o, más bien, consideraba a los que conocían los detalles del asunto como una molestia. Narbal lo adivinó y puso el nombre de Gowen al principio de la lista de los que iban a ser ejecutados.

El propio Gowen estaba tan tranquilo como Pashir. También encontró alguna salvación del hecho de que su hija adoptiva Hou Ran había, por ahora, escapado de la ejecución. Aunque el destino que le esperaba no era bueno, es una chica inteligente. Mucho más peligrosa que la gente que la mira con desprecio.

Sentía que, como era Hou Ran, dentro de unos días, estaría conduciendo a los dragones hacia el horizonte con una mirada indiferente y sin preocuparse por sí misma. Gowen sonrió ampliamente mientras lo ataban al poste de crucifixión.

Originalmente, no sentía una gran infelicidad por su vida como supervisor de esclavos, pero al mismo tiempo, tampoco recordaba haber recibido calor alguno de ella. Enviaba a los esclavos a la muerte y esperaba que un día simplemente murieran en la oscuridad. Entonces se fue a trabajar para Orba, que se convirtió en el doble del príncipe heredero, y comenzó a vivir con su hija adoptiva. Esos días fueron como un sueño. Así que ya no se arrepentía de nada en este mundo.

Era sólo que...

Ese tipo, ¿dónde está y qué está haciendo?

La figura de Orba se le vino a la mente de repente.

Y así, los cincuenta hombres fueron atados a las estacas.

En un momento, el escandaloso ruido se detuvo por completo. La calidad del aire se volvió diferente. Como para tapar el bostezo que se había abierto dentro del ruido, una fila de soldados armados apareció en el espacio abierto. Al mando estaba el ayudante, Gareth. Si uno volvía al origen, era él quien había sugerido ejecutar a los Guardias Imperiales.

Mientras sus alrededores se quedaban en silencio, y mientras sus cascos de acero se bañaban en la pálida luz del sol de la madrugada, cada uno de los soldados ocupó su posición.

Observando fijamente el proceso, Rogue Saian dio un solo suspiro.

Finalmente.

Cuando Gareth levantara su brazo y diera la orden de "¡Fuego!", los hombres de Rogue se apresurararían a detenerlo. Entonces el propio Rogue sacaría la espada de su cintura y desafiaría a Nabarl. Lo usaría como escudo, capturaría a sus soldados y liberaría a la Guardia Imperial. Después, esperaría la sentencia de Solon.

Y, tal y como le anunció a Odyne, hasta el momento en que su destino estuviera sobre él, no permitiría que un solo soldado cruzara hacia el oeste.

Sus sentimientos eran nítidos. Apenas comió o durmió durante los últimos tres días. De todas formas, solo se despertaría por las pesadillas si se recostaba. La familia de Rogue estaba en Solon. Incluso si intentaba no pensar en ello, le venían a la mente los peores escenarios posibles del tratamiento que el enfurecido emperador les infligiría.

Vería escenas de su joven esposa e hijo pequeño convirtiéndose en cadáveres silenciosos.

Perdónenme - rezó, cerrando los ojos.

Cuando los abrió una vez más, los soldados habían terminado de formarse. Todos ellos tenían sus armas listas. Entonces, mientras Rogue daba un profundo suspiro, otra persona apareció de repente.

—Tú...

Odyne Lorgo. Miró a Rogue de reojo y le dijo: 

—Voy contigo. Tengo a mis hombres al acecho en las afueras de Apta. Aunque los subordinados de Nabarl envíen mensajeros, podrán ganar tiempo.

—O-Odyne...

—General, no estoy eligiendo la muerte a la ligera. Mi decisión está tomada. Hagamos la guerra al emperador de Mephius, nosotros dos, aquí desde Apta. Desde aquí, llamaremos a nuestros compatriotas y reuniremos a los camaradas.

—No podemos. ¿Quién ganará con ello si nos rebelamos ahora? Si me juego la vida por...

—Es demasiado tarde. General Saian, no soy esclavo de nadie. Pienso por mí mismo y decido por mí mismo.

Las miradas de Rogue y Odyne se encontraron.

Mientras tanto, Gareth se puso delante de los criminales y leyó los cargos en voz alta. Una vez que terminó, se retiró detrás de los soldados. ¿Finalmente es el momento? La gente contuvo la respiración ante esa señal.

El sol había salido sobre la cordillera y las estacas proyectaban largas y negras sombras que dividían las formas de la gente con el color negro.

El brazo de Gareth se levantó.

Se alzaron sobre los hombros tantas armas como criminales había.

En el instante en que la boca de Gareth se abrió y parecía estar a punto de ordenar "¡Fuego!" –

Una figura llegó corriendo de repente.

—¡General, General!

Gareth y Nabarl no eran los únicos que se asombraron, Rogue, que había estado a punto de hacer una señal a sus hombres, también lo estaba.

Algo así como una esperanza ardiente brotó en el pecho del viejo general. Sin embargo...

—Soldados Taúlianos —el guardia que vigilaba la frontera que era el río Yunos se arrodilló frente a Nabarl—. ¡Soldados Taúlianos han sido vistos al otro lado del río Yunos!





Cuando Rogue y los demás, incluido Nabarl, se precipitaron a la cima del acantilado que se proyectaba hacia el oeste, vieron que los soldados Taúlianos estaban efectivamente alineados uno al lado del otro a lo largo de la orilla opuesta. Sin embargo, no parecían acampar. Su atención fue atraída por una sola aeronave. Estaba ondeando una bandera dividida en blanco y negro.

Señalaba a un mensajero.

—No parecen haber escondido ningún arma —Nabarl había pedido prestados unos prismáticos a los guardias fronterizos y se fijaba en la distancia. Dio su permiso para el aterrizaje.

Todos parecían tensos cuando la aeronave cayó en picada.

Y cuando el hombre -el mensajero de Taúlia- bajó, le dijo algo extraño a Nabarl.

—Los soldados que fueron capturados por Taúlia la última vez serán devueltos a su país en barco.

Rogue no pudo entender el momento: ¿por qué ahora? Nabarl, sin embargo, no estaba más que satisfecho.

—El enemigo nos teme. Definitivamente lo hacen con la esperanza de evitar una guerra frontal.

A pesar de todo, no tenían ninguna razón para negarse.

Una vez que Nabarl dio su permiso, un número de pequeños barcos fueron puestos a flote en la orilla opuesta. En cada uno de ellos, varios hombres fueron puestos a bordo. Naturalmente, Nabarl sospechó que podría ser algún tipo de trampa, así que dio la orden de que los guardias fronterizos volaran sus aeronaves con sus armas preparadas y listas. Después de todo, el enemigo podría estar tratando de desviar su atención mientras atacan en otro lugar.

El primero de los barcos atracó en la orilla. Se oyó a uno de los soldados que había salido a su encuentro levantar la voz con alegría. Parecía que los conocía. Lo que significaba que sin duda eran los prisioneros de guerra Mephianos.

El sol había salido completamente para entonces y el río Yunos era de un blanco brillante. Debido al resplandor de la superficie del agua, Rogue entrecerró los ojos para ver.

Mientras veía a los hombres llegar a la orilla, y luego subir por el sendero excavado en el acantilado, los ojos de Rogue se entrecerraron por otra razón. La mayoría de los cautivos estaban casi desnudos, pero entre ellos había una persona que usaba una profunda capucha que ocultaba su cara. Esa persona tampoco estaba obedeciendo las instrucciones de los soldados y se adelantó con audacia.

Nabarl pensó que debía ser alguien de su misma unidad. Sin duda quería disculparse por la humillación de haber sido hecho prisionero. Nabarl sonrió y estaba a punto de saludarlo, con la intención de agarrarlo generosamente por los hombros, cuando...

—¿Cuál es el significado de esas estacas?

—¿Q-Qué?

El hombre que llevaba una capucha movió su barbilla hacia la línea de estacas que era visible incluso desde donde estaban.

—Le pregunto qué es lo próximo que piensa hacer.

Este bastardo. La sonrisa de Nabarl se congeló y sus ojos se encendieron de rabia. En cualquier caso, parecía que no era uno de sus hombres. Ni, a juzgar por sus modales, era alguien que había sido capturado. Lo que significaba que debía ser un enviado de Taúlia. Nabarl no sabía si acompañó la devolución de los prisioneros de guerra con la intención de establecer negociaciones, pero en cualquier caso su forma de hablar era altiva.

—No hay necesidad de hablar. Incluso con la devolución de los prisioneros, el crimen de Taúlia no desaparecerá.

—¿Crimen? —en medio del pálido sol de la mañana, el hombre miró una vez más hacia la línea de estacas que parecía extrañamente alejada de la realidad—. Rogue —llamó al viejo general que estaba al lado de Nabarl. Se dirigió a él sin ningún tipo de respeto—. ¿Qué opinas?

Cambió su mirada bajo la capucha. En ese momento, la expresión de Rogue Saian se volvió extremadamente tensa.

—¿Qué es lo que pienso de qué?

—¿Es Taúlia realmente culpable de un crimen tan atroz?

—E-Eso...

Los soldados que estaban cerca de Nabarl miraron con dudas el estado de nerviosismo de Rogue. Entonces, sin esperar una respuesta, el hombre se dirigió al general que estaba en el lado opuesto de Nabarl con respecto a Rogue.

—Odyne.

Odyne Lorgo, a su vez, se mantuvo recto como si hubiera sido sacudido por una corriente eléctrica. Tenía los ojos bien abiertos, como si al doblar la esquina de un callejón, hubiera visto de repente la cara de alguien que debería estar muerto.

—Te preguntaré a ti también. ¿Cuál es el crimen del que habla el general Nabarl?

—Eso —la voz de Odyne se le quedó atascada en la garganta. Tosió fuerte para aclararla—. El crimen de Taúlia es el de haber asesinado al príncipe heredero —Tal vez porque estaba tan agitado, su discurso fue inusualmente rígido.

Nabarl se mofó de él ridiculizándolo. 

—Los salvajes Taúlianos no parecen conocer la cortesía. Ya has terminado tus asuntos. Así que date prisa y vuelve a tu tierra. Aunque cuánto tiempo más esa tierra será tuya es...

—¿El asesinato del príncipe heredero? —Ignorando a Nabarl, el hombre de la capucha habló sin inflexiones. Con una mirada de reojo a Nabarl, cuya cara se estaba volviendo roja de ira, miró a su vez a Rogue y a Odyne—. Entonces les preguntaré otra cosa. ¿Pueden creerlo? ¿Que Taúlia realmente asesinó al Príncipe Heredero Gil?

—Yo... no, nosotros... —Odyne empezó a responder pero luego se detuvo.

Fue Rogue quien continuó. 

—No presenciamos la escena real. De principio a fin, fue Su Majestad Imperial quien investigó la situación, y quien concluyó que así era. ¿Qué podíamos hacer sino atenernos a sus palabras? Fue lo mismo para todos aquí, desde los generales hasta los soldados.

Fue más o menos en ese momento que los soldados que estaban reunidos en la orilla aguantaron la respiración y comenzaron a observar lo que estaba pasando.

—En efecto —Odyne empezó a hablar por segunda vez—, Una vez, cierta persona me dijo algo. ¿Eres un esclavo que sólo vive de acuerdo a las órdenes de alguien? Aunque me pareció que me estaba cortando el pecho, los asuntos nacionales no son tan sencillos. Dentro de Mephius, sólo la familia imperial tiene la autoridad para decidir las cosas y mover el país.

—…

—Para nosotros, ellos pueden ver a través de todo el mundo; y sólo sus planes tienen la autoridad para mover el país, o en otras palabras, para movernos a nosotros, la gente común. Tanto ese mundo como esa autoridad son esencialmente el futuro de Mephius. Si forzamos un futuro distinto al que Su Majestad el Emperador ha decidido, simplemente con el pretexto de que no nos gusta obedecer esta o aquella orden, la política de Mephius terminará en un fracaso. El dominio se dividirá en dos o tres, e incluso la vida pacífica a la que el pueblo apenas puede aferrarse desaparecerá entre las llamas.

¿De qué están hablando? Los hombros de Nabarl temblaban incesantemente mientras se irritaba cada vez más.

Necesitaba terminar esta farsa rápidamente y volver a la ejecución. Nabarl intentaría enviar mensajeros para recurrir directamente al emperador inmediatamente. Volverían a atacar a Taúlia con su poderío militar. Ahora, cuando el oponente estaba mostrando debilidad al devolver a los cautivos, debería ser una buena oportunidad.

Bah - no había necesidad de prestar más atención. Estaba a punto de levantar la voz para despachar al mensajero de Taúlia. Y mientras lo hacía, ese mensajero dijo algo que no pudo dejar pasar.

—Así que entonces. ¿Qué pasa si el futuro que ve la familia imperial está equivocado?

—¿Qué?

—¿Y si la familia imperial tratara de forzar su autoridad por un camino que sea manifiestamente erróneo? ¿Seguirían obedeciendo como perros? Si supieran que Mephius perecería y que su pueblo sería arrojado a las llamas, ¿todavía trabajarían servilmente para implementar ese futuro?

—Bastardo —Nabarl estaba casi mareado por la rabia—. ¡Alguien agarre a este tonto! Amárrenlo a una estaca. ¡Que los salvajes Taúlianos de la otra orilla vean su ejecución!

Rogue extendió tranquilamente un brazo para detener a los soldados que de repente empezaron a entrar en acción. Luego habló...

—En ese momento —su voz era ronca—, pelearemos. Si el futuro visto por los viejos ojos es erróneo, traeremos ojos jóvenes para ver un nuevo futuro.

—Igual —Odyne asintió—. Sin embargo, no somos más que gente pequeña. Es como dije antes. No tenemos la clarividencia para ver el futuro lejano. Es lo mismo en cuanto a juzgar si el futuro que ve Su Majestad el Emperador está equivocado o no.

—El emperador se equivoca —Dijo claramente el hombre.

Parecía como si una conmoción silenciosa estuviera soplando como el viento en toda el área.

El cielo era débilmente azul, las nubes eran pequeñas y bajas.

Nabarl ya había pasado más allá de la ira y estaba totalmente aturdido. A su lado, Rogue preguntó...

—¿Por qué crees eso? ¿Cómo puedes decir eso con tanta seguridad? ¿Tienes una razón tangible para decir que Su Majestad está ahora mismo equivocado? ¿Y puedes probárnoslo?

—Eso...

—¡Eei, basta, basta! —Nabarl gritó cuando sus emociones finalmente cruzaron la línea—. ¿Hasta dónde va a llegar esta estupidez? Si nadie más lo hace, lo haré yo. Destruiré con mis propias manos al tonto que afirma que las palabras de nuestra ilustre Majestad están equivocadas.

Su mano fue a la espada que tenía en la cintura y que estaba a punto de desenvainar en un solo movimiento.

Por un momento, pareció a los que observaban que un viento terriblemente fuerte sopló...

En realidad, el viento se mantuvo en calma. Sin embargo, todos los presentes tenían la ilusión de que las espadas blandidas por Rogue y Odyne, que ahora estaban cruzadas frente a Nabarl, habían invocado el viento de ambos lados y que, al mismo tiempo, ese viento barrió la capucha del hombre.

—E-Esto... —Los ojos de Nabarl parecieron salir de sus órbitas cuando de repente se encontró con dos espadas apretadas en su garganta—. ¿Qué clase de comportamiento es este? He pensado durante un tiempo que no hacían más que balbucear tonterías, pero, ¿ustedes, bastardos, también se pasaron a Taúlia? ¡Entonces, son traidores a la familia imperial y enemigos de Mephius!

—Mire bien, General Nabarl —la expresión de Rogue era la de alguien que se tragaba emociones irrefrenables con una sombría determinación.

—¿Qué?

—Mire de cerca con sus propios ojos a quién estaba a punto de amenazar con una espada.

Nabarl apartó la mirada de las espadas y la dirigió hacia el hombre que estaba ante él. El reluciente río Yunos lanzó incontables dardos de luz a sus ojos. Bordeado por ese resplandor, la cara del hombre apareció al principio como una oscura sombra que no podía distinguir claramente.

Cuando los ojos de Nabarl finalmente se acostumbraron a la luz reflectada, su voz estalló con un grito...

—¡Ah!

Su espada cayó al suelo con un fuerte estruendo.

—P-Príncipe...

Un nombre dejó sus labios temblorosos.

—Príncipe Heredero... ¡Gil Mephius!





Ese fue el momento en que el príncipe heredero, que se suponía que había perdido la vida en Apta, volvió a la vida en Apta -

El momento en el que Gil Mephius regresó al escenario de la Historia.











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