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Bueno, después de 7 años terminamos Gamers!, hace poco también terminamos Sevens. Con esto nos quedamos solo con Monogatari Series como seri...

Zhu Yu - Capítulo 119

 El cielo acababa de empezar a clarear y una fina capa de rocío matutino se adhería a las puntas de las hojas moradas de bambú del patio.

Fan Chang Yu abrió los ojos aturdida, sintiendo un dolor punzante en las sienes.

¿De verdad se había emborrachado la noche anterior?

Frunciendo el ceño, levantó una mano para frotarse la frente. Al respirar, notó un olor desconocido en la ropa de cama, lo que la despertó por completo. Instintivamente, miró hacia abajo y se sintió aliviada al ver que aún llevaba la ropa puesta.

Pero lo que vio fue una colcha oscura bordada con motivos florales en forma de rombo y pájaros. Las cortinas vaporosas de la cama, adornadas con enredaderas de loto entrelazadas, solo estaban medio corridas cerca de la cabecera. La luz dorada de la mañana se esparcía sobre ellas, haciendo que los oscuros motivos de loto brillaran como si estuvieran resplandeciendo.

Suponiendo que la habían llevado temporalmente a la residencia del señor de la ciudad después de desmayarse borracha, Fan Chang Yu suspiró aliviada y se levantó de la cama.

—¿Despierta? —Una voz grave y ronca llegó desde detrás de las cortinas de la cama.

Fan Chang Yu se tensó y giró la cabeza hacia el sonido. A través de las cortinas de seda dorada, pudo distinguir vagamente una figura sentada junto a la ventana enrejada de enfrente, vestida con una túnica con motivos de pitón y un cinturón de jade, con el cabello oscuro medio recogido con una corona dorada y medio suelto. Estaba sentado allí inmóvil como una estatua a la luz del amanecer, como si llevara horas allí.

¿Xie Zheng?

¿Estaba ella en su habitación?

Durante un largo momento, la mente de Fan Chang Yu se quedó en blanco.

Su resaca era insoportable, lo que la obligó a presionarse las sienes con los dedos mientras intentaba recordar los acontecimientos de la noche anterior.

Recordaba haber fingido estar borracha y haber dejado que las sirvientas la acompañaran fuera del salón principal. Pero más tarde, cuando tenía la intención de encontrar un lugar para recuperarse, debió de emborracharse de verdad. Lo último que recordaba era haberse lavado la cara en un cubo de agua antes de que Xie Zheng la sacara de allí.

¿La había visto en ese estado de embriaguez?

Dada su relación actual, ¿por qué no había ordenado simplemente a una criada que la llevara a una habitación de invitados? ¿Por qué la había llevado a sus propios aposentos?

Innumerables preguntas se arremolinaban en la mente de Fan Chang Yu, pero no podía recordar nada después de emborracharse. Temiendo que pudiera haber algún malentendido, habló primero:

—Le pido disculpas. Anoche estaba borracha. Yo... no le causé ningún problema al marqués, ¿verdad?

Separada por la cortina de gasa, no podía ver la expresión del rostro del hombre sentado en la silla de palo de rosa frente a ella, pero podía sentir cómo el ambiente en la habitación se enfriaba.

Fan Chang Yu no estaba segura de si era algo que acababa de decir lo que le había disgustado o si realmente se había comportado de manera inapropiada la noche anterior.

Al oír los ruidos de los sirvientes madrugadores moviéndose por el patio, le preocupó que, si se demoraba más, alguien pudiera verla salir de la habitación de Xie Zheng. Apartó la cortina de seda dorada y se levantó, calzándose las botas mientras decía:

—Si lo ofendí de alguna manera anoche, esta comandante vendrá otro día para disculparse debidamente...

El hombre, que había permanecido en silencio hasta ese momento, soltó de repente una risa fría.

—¿Qué podrías hacer para ofenderme?

Su voz era áspera, como si estuviera llena de arena, probablemente por haber estado sentado allí toda la noche, pero sus palabras eran agudas y gélidas, como si despreciara que ella constantemente trazara líneas entre ellos.

Las manos de Fan Chang Yu se detuvieron en medio del movimiento mientras se calzaba las botas. Un silencio sepulcral se extendió entre ellos.

Una vez que se calzó las botas, levantó la cabeza. Sin la cortina que le obstruía la vista, podía ver claramente su tez pálida, el leve enrojecimiento en las esquinas de los ojos por haber estado despierto toda la noche y la sangre seca en las yemas de los dedos que descansaban sobre las rodillas.

Cualquiera podía ver el agotamiento que lo agobiaba, pero él permanecía tenso como la cuerda de un arco, como si la más mínima grieta en su fingida compostura fuera a desatar algo frenético y retorcido.

Al verlo así, Fan Chang Yu sintió un dolor inexplicable en el pecho. En su memoria, Xie Zheng siempre había sido arrogante y distante. Incluso cuando estaba al borde de la muerte y ella lo acogió, nunca mostró el más mínimo indicio de vulnerabilidad.

Pero ahora, ella sentía que su orgullo y su dureza, tan agudos y espinosos, no eran más que una fina capa de hielo sobre un lago, que se rompería fácilmente con el más mínimo calor del sol.

Como si se diera cuenta de lo hirientes que habían sido sus palabras, Xie Zheng se quedó en silencio por un momento antes de levantarse y caminar hacia la puerta.

—¿Qué te gustaría comer?

Su tono era tan natural, como si siempre hubieran sido así, sin que la enemistad entre sus padres los separara.

Los recuerdos de sus interacciones pasadas resurgieron. Fan Chang Yu había pensado que podría enfrentarlos con calma, pero ahora, una dolorosa tristeza se apoderó de su corazón.

—Xie Zheng.

El hombre, con la mano ya en el picaporte de la puerta, se detuvo al oírla.

Chang Yu miró su esbelta y erguida figura, respiró hondo y volvió a hablar, con la voz ronca a pesar de sus esfuerzos:

—Desde que nos separamos en la Prefectura de Chong, no hemos tenido una conversación como es debido. Aprovechemos esta oportunidad hoy para aclarar las cosas.

El hombre, de espaldas a ella, no respondió, pero tampoco hizo ningún movimiento para marcharse, como si esperara a que ella continuara.

Chang Yu dijo:

—Siento mucho la muerte del general Xie.

Al mencionar a Xie Lin Shan, Xie Zheng permaneció en silencio. Le daba la espalda, ocultando su expresión, pero las venas de su mano, que agarraba el pestillo, se tensaron por la fuerza con la que lo apretaba.

—No te culpo por las decisiones que tomaste ni por las cosas que dijiste entonces. Hasta que se descubra por completo la verdad sobre lo que ocurrió hace diecisiete años, no te pediré que vuelvas a creer en mi abuelo o en mi padre. Por respeto al Gran Tutor Tao, una vez dijiste que a partir de ahora solo me tratarías como a una compañera discípula. Pero yo no puedo ser tan indiferente como el marqués.

Chang Yu se quedó mirando su espalda, con los ojos llorosos, pero pronunció cada palabra con deliberada claridad:

—A partir de ahora, sigamos caminos separados. Hoy me he quedado más tiempo del debido.

Su madre solía decir que tenía la piel dura, pero las personas que realmente le importaban... perder incluso a una sola podía costarle la mitad de su vida.

No se enamoraba fácilmente. Y una vez que lo hacía, ¿cómo podía simplemente dejarlo ir?

La enemistad entre sus padres, el decreto imperial de matrimonio... Había demasiadas cosas entre ellos. No había vuelta atrás.

Crack.

El sonido de madera astillándose vino de la puerta: Xie Zheng había aplastado el pestillo con su puño.

El corazón de Chang Yu dio un vuelco.

Vio que la sangre seca de sus dedos se abría de nuevo, y pequeñas gotas rojas brotaban por la presión. Sin embargo, él parecía ajeno al dolor cuando preguntó, aún de espaldas:

—¿Y si te dijera que me arrepiento?

Las pupilas de Chang Yu se dilataron ligeramente, momentáneamente atónita.

—¿Qué?

Xie Zheng se dio la vuelta. Sus ojos eran negros como el azabache, imposibles de descifrar. Una gota carmesí resbaló por sus nudillos pálidos y delgados y salpicó el suelo como una pequeña lágrima rojo sangre.

—Dije que me arrepiento.

Su voz era hueca, pero obstinada.

Las palabras golpearon a Chang Yu como un puñetazo, dejándole el pecho entumecido antes de que una ola de amargura surgiera en su lugar. Se quedó en silencio durante un largo rato.

El marco de la puerta bloqueaba la luz de la mañana que se derramaba en la habitación, dejando a Xie Zheng en la sombra. Chang Yu, de pie frente a la ventana enrejada, estaba bañada por el resplandor del sol naciente, vibrante y cálido. La línea divisoria entre la luz y la oscuridad parecía un abismo insuperable.

Tras un largo silencio, Fan Chang Yu finalmente se oyó preguntar con voz ronca:

—Te arrepientes, ¿y ahora qué?

Xie Zheng la miró en silencio, con sus pupilas negras como el azabache desprovistas de cualquier luz.

—Volvamos a ser como antes, ¿de acuerdo?

Había intentado dejarla marchar, pero el mayor tormento y agonía que había soportado en su vida había sido durante esos últimos días.

Al principio, pensó que poco a poco se acostumbraría, igual que cuando era niño y no podía aceptar el hecho de que sus padres hubieran fallecido uno tras otro. Por muy doloroso que fuera, podría soportarlo.

Si un día no era suficiente, entonces un mes. Si un mes no era suficiente, entonces un año... Sin embargo, ni siquiera había aguantado un mes.

El vacío en su pecho era insoportable. Cuanto más tiempo permanecía lejos de ella, más crecía ese vacío, amenazando con volverlo loco.

Las matanzas y el dolor interminables no podían aliviarlo en lo más mínimo.

Muchas veces, Xie Zheng se preguntaba si ya estaba muerto.

No, probablemente la muerte sería más fácil de soportar que este tormento.

Ella parecía haber formado parte de su vida desde siempre. Así que, una vez que la perdió, se convirtió en un cascarón roto y desolado de sí mismo.

Noche tras noche, ella y la horrible imagen de la muerte de Xie Lin Shan en el campo de batalla diecisiete años atrás se alternaban en sus sueños, dejándolo luchando en una oscuridad infinita, ensangrentado y maltrecho.

Parecía que su vida solo tenía sentido para la venganza, indigna de la más mínima alegría o misericordia en este mundo.

Sin embargo, de ella había recibido el amor más puro y ferviente.

Ella fue quien le mostró que este mundo no estaba lleno únicamente de amargura.

Pero el abdomen de Xie Lin Shan, destripado, con los órganos extirpados y cosido toscamente por los médicos, y las profundas heridas que dejaban al descubierto los huesos, causadas por espadas y hachas, lo oprimían sin descanso, asfixiándolo.

Cuando el odio y el amor lo atormentaban hasta el borde de la locura, se dio cuenta con sorpresa de que también la odiaba a ella.

¡Su familia había causado la muerte de su padre! Lo habían hecho sufrir durante la mitad de su vida.

Ella le había enseñado lo que era el amor, solo para que ese afecto lo atormentara día y noche, asegurándose de que sus años restantes nunca conocieran la paz.

En el punto álgido de su odio, incluso había pensado que, una vez completada su venganza, la llevaría con él a la muerte.

Si no podían compartir la cama en vida, compartirían la tumba en la muerte.

Ya no tendría que soportar tanto dolor y tormento. En el puente Naihe, podría tomar su mano y cruzar juntos al más allá.

En su próxima vida, tal vez no estarían separados por una disputa tan sangrienta. Quizás podrían conocerse de niños, crecer juntos... A ella le gustaban los eruditos, así que él se convertiría en un erudito refinado, obtendría honores y se casaría con ella cuando ella alcanzara la mayoría de edad. Tendrían hijos...

Pero solo era una fantasía.

Si hubiera podido soportar hacerle daño, aunque fuera mínimamente, no se habría limitado a prometer no volver a verla en esta vida.

Cuando la volvió a ver y se enteró de que había escapado por poco de la muerte, el terror que le hizo apretar los dientes y la furia temblorosa y la impotencia fueron sentimientos que no quería volver a experimentar jamás.

Xie Zheng miró a la chica con armadura que estaba de pie a la luz de la mañana, con el cabello envuelto en un tenue resplandor dorado, como una deidad que se había extraviado en el mundo mortal.

La escena de la noche anterior, cuando Zheng Wen Chang brindó en su nombre, resurgió en su mente. Los celos que rugían en su corazón crecieron como la hierba silvestre.

¿No podía ser ella solo su deidad?

El largo silencio de Fan Chang Yu se prolongaba.

Inconscientemente, Xie Zheng apretó los dedos. El leve dolor de las heridas en las yemas de los dedos agudizó su conciencia, y sus ojos oscuros se volvieron aún más insondables.

Fan Chang Yu estaba simplemente atónita. ¿Igual que antes?

¿Cómo puede ser igual que antes?

Entre ellos se interponía la enemistad de sus padres. Aunque la verdad sobre la masacre de la Prefectura de Jin de hacía diecisiete años pudiera salir a la luz, el emperador ya había decretado el matrimonio: él se iba a casar con la princesa. ¿En qué los convertía eso?

Fan Chang Yu había oído que algunos altos funcionarios tenían amantes. ¿Acaso él quería que ella fuera su amante?

De repente, una opresión sofocante se apoderó del pecho de Chang Yu, un dolor agudo surgió de lo más profundo de su ser y le nubló la vista. Reprimiendo la abrumadora amargura de sus ojos, replicó:

—¿Cómo cree el marqués que podemos volver a como eran las cosas? ¿Puede el marqués fingir que el incidente de la Prefectura de Jin nunca ocurrió? ¿O puede hacer que el emperador revoque el decreto de matrimonio?

Cuando pronunció las últimas palabras, a pesar de apretar los dientes y contenerse durante tanto tiempo, una sola lágrima finalmente se escapó, cayendo pesadamente al suelo.

La expresión de Xie Zheng se oscureció de forma ominosa al oír sus primeras palabras, pero cuando escuchó la segunda parte, su mirada se agudizó de repente.

         —¿Quién te dijo que el emperador ordenó mi matrimonio?



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